En mis años de educación primaria, una práctica común era llevarnos a museos o excursiones culturales, en la que teníamos que realizar una bitácora o reporte de la visita. Muchos de esos “paseos” fueron a fábricas o lugares de producción para que conociéramos cómo se hacían por ejemplo los refrescos, la lana, el papel moneda y las monedas, por mencionar algunas de las excursiones que en este momento recuerdo. Pero la mayoría de esas visitas eran a los museos de la Ciudad de México o de los alrededores, museos de historia, de arte, sitios arqueológicos, casas de famosos, etc. Mucho de lo que conozco de la historia de México o sobre nuestro país lo obtuve, lo capté, lo adquirí en esas visitas.
Ir a un museo es descubrir de una manera que no es el estudio a través de libros o textos de cualquier índole; es ver, tocar, oler, sentir; es recordar imágenes, vivencias, anécdotas de uno mismo dentro de la vida, historia o experiencia de otros. Tengo muchas imágenes, pero por ejemplo todavía recuerdo perfectamente los colores, las sensaciones, los olores de las muchas veces que nos llevaron al museo de Frida Khalo o al de Diego Rivera, Anahuacalli, la cama de Frida, las paredes llenas de postales, el estudio de Diego Rivera y esa casa de piedra de formas inauditas. O los mamuts del Museo Nacional de Historia Natural; o los cuadros llenos de colores y formas del Carrillo Gil o el Nacional de Arte Moderno; o la vista espectacular del Castillo de Chapultepec, las carrozas de Maximiliano y Carlota, y las columnas, pasillos y habitaciones de ese castillo; o la ciudad de Tenochtitlan delante de una maqueta fenomenal del Museo Nacional de Antropología y el impacto de estar frente a la Piedra del Sol.
O esos grandes museos al aire libre que tenemos todos en México que son los sitios arqueológicos y descubrir las pirámides de Teotihuacán, conocer el Tajín, Monte Albán, Chichen Itzá, y muchos otros viajes y recorridos en la infancia y juventud que marcan tu identidad para siempre.
Además de eso, el recuerdo del relajo en el autobús entre todos los niños, la convivencia a la hora del “lunch” saliendo de cada lugar visitado, sentados en el suelo o en las jardineras, y el famoso reporte que debiste de haber ido llenando durante el recorrido. Todas esas imágenes y recuerdos se acumulan en la mente de un niño o niña para siempre.
Hace un par de meses se publicó en medios nacionales un reportaje sobre la poca afluencia de visitantes que tienen los museos en nuestro país. Leer esa noticia me remitió inmediatamente a todo lo que les cuento, y me dio mucha tristeza. Los museos son parte de nuestra identidad, son parte de nuestro patrimonio como veracruzanos, mexicanos, como seres humanos.
Ahora que tenemos nuevos gobiernos que están haciendo una revaloración de la historia nacional, un rescate y reinterpretación de los discursos y narrativas, y donde tampoco debemos caer en volver a una sola historia oficial, pero es al mismo tiempo una oportunidad de nuevas interpretaciones interculturales y artísticas, me parece fundamental que las autoridades, el sistema educativo, las escuelas, las dependencias dedicadas a la cultura, a la educación, al turismo, entre otras, establezcan una estrategia o programa para llevar a todas las niñas y niños de nuestro estado a los muesos, sitios arqueológicos, espacios culturales, bibliotecas, haciendas, palacios, conventos, casa-museos, a visitar, a ver, a tocar, a oler, a comer, a vivir de manera directa y experiencial el patrimonio cultural.
En Veracruz contamos con una Ley de Patrimonio Cultural. Como muchas leyes que hemos analizado en esta columna, es letra muerta.
En el artículo 2 de esta ley se dice que será considerada patrimonio cultural del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave toda expresión de la actividad humana y del entorno natural que para los habitantes de la Entidad, por su significado y valor, tenga importancia intelectual, científica, tecnológica, histórica, literaria, artística, arqueológica, antropológica, paleontológica, etnológica, arquitectónica y urbana.
Y en el artículo 1 se establece que las disposiciones de esta Ley son de orden público, interés social y observancia general y tienen por objeto la identificación, registro, investigación, restauración, protección, conservación, fomento, uso, mejoramiento y difusión de los bienes que integran el patrimonio cultural del Estado de Veracruz. Y el artículo 4 señala que las autoridades atenderán el patrimonio cultural a través el fomento a la investigación, identificación y difusión de los bienes y valores que integran el patrimonio cultural del Estado, con la participación de instituciones educativas, asociaciones de creadores y artistas, organismos sociales y sociedad civil.
Difundir no es esperar a que llegue la gente. Fomentar y difundir es acción que involucra otras acciones que tienen que ver con establecer una estrategia, como lo señala la ley, en conjunto con sociedad civil y las escuelas, para llevar a las personas, en este caso quiero hacer especial referencia a los niños y niñas, a esos lugares donde esté el patrimonio cultural.
La ley habla de un Consejo Estatal de Patrimonio Cultural. Este Consejo no se ha instalado, debemos instalarlo a la brevedad y hacer que funcione, para que haga lo que le corresponde, junto con el Instituto Veracruzano de la Cultura, la Secretaría de Educación del Estado y las demás autoridades.
Me imagino un programa donde se prioricen a las escuelas con mayor rezago social y de mayor marginación, donde se establezca una estrategia para trasladar a las niñas y niños de todo el estado a visitas a nuestros museos y lugares históricos. Llevar a las niñas y niños que, muchos años después, puedan recordar. Llevar a los niños y niñas a ver, a oler, a experimentar directamente la historia, la cultura, el arte, la pintura, la experiencia creativa, la historia, porque de ahí van a salir los escritores, artistas, historiadores, etc. del futuro.
Esa sería otra forma de promover una cultura de paz.