Uno de los argumentos que ha repetido Andrés Manuel López Obrador hasta el hartazgo es que acabará con la corrupción en México con su sólo ejemplo; que si él es un Presidente honrado, por una especie de ósmosis -influencia recíproca entre dos individuos o elementos que están en contacto- el resto de los servidores públicos lo será, sin necesidad de recurrir a leyes o instituciones que lo prevengan y lo sancionen.
Si esto fuera cierto, ¿cómo explicar entonces que su ejemplo no ha sido suficiente siquiera para mantener dentro de su rebaño a quien sin tener mérito o experiencia alguna, ha logrado ocupar cargos de representación popular? Morena ha demostrado que es una especie de enredadera que ha crecido en rededor de un tronco que de a poco empieza a secar.
A la luz de los últimos acontecimientos, qué lejana ha quedado aquélla noche del 4 de junio de 2017, cuando los veracruzanos decidieron dar un manotazo en la mesa y castigar lo mismo a un priismo en franca descomposición que a un gobierno azulcrema que había incumplido sus compromisos. Ni Morena daba crédito de los resultados electorales que había obtenido, a pesar de que registraba un déficit de 200 mil votos respecto de la elección a Gobernador celebrada el año previo.
Antes de la medianoche, Morena se presentaba como el gran triunfador de la jornada. No había sombra de duda de los resultados ni asomo de conflicto pos electoral alguno. Gobernaría la primera capital estatal en todo el país y las ciudades más importantes como Poza Rica, Minatitlán y Coatzacoalcos. Por derecho propio, era la segunda fuerza política en el Congreso local, y no logró mayoría acaso porque el PAN y el PRD habían mantenido su alianza electoral.
Con un número histórico de legisladores, con presidencias municipales estratégicas y con un creciente voto duro, todos daban por sentado que ganar la elección de Gobernador sería un asunto de mero trámite. Pero no. La ambición, la inexperiencia, las traiciones y la soberbia de sus dirigentes derrumbaron en poco tiempo el castillo de naipes que habían construido. El ejemplo de honestidad valiente se fue a la basura.
Sin excepción, los principales presidentes municipales se Morena se asignaron sueldos superiores a los del Gobernador del estado y llenaron la nómina de los Ayuntamientos de recomendados con dudoso prestigio a su paso por el gobierno de la ciudad de México. Xalapa fue uno de los ejemplos más lamentables de la ignorante arrogancia de chilangos transas que llegaron al gobierno municipal.
También, de manera generalizada, los gobiernos municipales entraron en conflicto no sólo con la autoridad estatal –cosa que era absolutamente previsible y natural-, sino con grupos sociales, sectores económicos y principalmente con sindicatos de empleados municipales, lo que puso en jaque la prestación de los servicios básicos como el de la basura, agua potable y trámites administrativos.
En muchos casos, debemos decirlo, la razón asiste a estos gobiernos municipales, quienes han sido presionados por los intereses creados y que se vieron bajo amenaza; sin embargo, la falta de oficio político y la incapacidad para negociar, ha hecho que las ciudades estén sumergidas en el caos.
Algo muy parecido sucedió en el Congreso local. El Grupo parlamentario de Morena se integró como la segunda fuerza legislativa con 13 diputados, suficientes para hacer valer el reglamento interior que le concedía la presidencia anual de la Junta de Coordinación Política, el órgano de gobierno más importante y el que goza del control administrativo del Poder Legislativo.
Bastó acercarles un plato de lentejas para salir huyendo y refugiarse del lado del poder y el dinero. El poderoso grupo parlamentario se ha reducido a sólo nueve integrantes que no goza –como el resto de los diputados- de una autonomía en sus decisiones. Están sujetos al caprichoso designio del dirigente estatal Manuel Huerta, un hombro oscuro y perverso que goza de un inexplicable golpe de suerte.
¿Dónde quedó entonces el ejemplo de su líder? ¿Por qué cuatro diputados no actuaron en consecuencia como se espera que sí lo hagan decenas de miles de burócratas?
De esta forma, los diputados Sebastián Reyes Arellano –primero independiente, luego panista y actualmente del Panal-, Eva Cadena –independiente-, July Sheridan –actual candidata del Panal al Gobierno de Veracruz- y Nicolás de la Cruz –convertido a perredista-, se exiliaron del fanatismo morenista y apostaron por su beneficio personal, sumando votos y apoyos al panismo que gobierna el Congreso.
Los veracruzanos ya conocimos de la incapacidad y el desastre que representan los gobiernos de Morena; su candidato a Gobernador, sin ninguna experiencia de gobierno, tiene un perfil inferior incluso a cualquiera de sus alcaldes. El voto anti morenista crece en el silencio, alejado de la estridencia de las redes y el acoso de los chairos.
Morena es un partido desarticulado, sin identidad ideológica, que ha servido de refugio a las disidencias de otros partidos, grupos y corrientes. En Veracruz, como en otras partes del país, Morena devora a Morena.
Las del estribo…
- Con apenas cuatro puntos de preferencia, la renuncia de Margarita Zavala parece estar sobredimensionada. Acaso se explica porque estos cuatro puntos servirán en lo inmediato para definir quien llegará en segundo lugar a la recta final de la contienda. La diferencia entre Meade y Anaya es que el primero nunca la agravió y el segundo lo hizo hasta el cansancio.
- Un juez de la Ciudad de México declaró legal la detención del ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, por cinco nuevos cargos presentados por la Fiscalía de ese estado, relacionados con el presunto desvío de 220 millones de pesos de recursos federales. Con eso se echa por tierra la versión interesada de que el cordobés podría salir de la cárcel.