La herida más profunda que me dejó la adolescencia fue la inseguridad y la baja autoestima, mi cuerpo siempre fue flacucho, demasiado pelo en mi piel, la desproporción de mi enorme boca y la grasa en mi rostro fueron malas compañías. Y que decir de mi pésima pronunciación del inglés, mi mala memoria para retener datos curiosos, mi falta de talento a la hora de tocar un instrumento musical, ay amigos, ligar con esas consignas encima no era cosa fácil, ya no digamos ligar, ¡vivir! me dediqué a sobrevivir.
Mi primer gran amor lo conocí en un concierto de Panteón Rococó, en medio del slam, entre golpes y empujones apareció, bañado en sudor, su pelo rizado y largo golpeó mi cara, su sonrisa me hipnotizó, tenía un reminiscente español en su acento, su caminar era elegante y cauteloso similar al de un gato, su rostro era rosadito y terso, al acercarse tartamudee, los próximos tres días fantasee con él, lo único que sabía era su nombre y que lo quería volver a ver.
¿Cómo podría conquistar el corazón de ese chico siendo yo tan insegura? Pues ¿qué creen?, esta flacucha lo había flechado, una tarde de enero, de esas borrosas de neblina, mi nokia de lamparita sonó, al contestar no reconocí su voz, porque ni siquiera la conocía, el chico de mis fantasías me estaba invitando a jugar billar, es la vez que más cercana me he sentido de ganar la lotería. Una semana después, me estaba pidiendo que fuera su novia. Seis meses después estábamos terminando porque me puso los cuernos con mi mejor amiga.
Sin dudarlo, hubiera cambiado las clases de química y de derivadas por alguna clase de manejo de la frustración, sigo creyendo que perdí horas de mi vida aprendiéndome la Tabla Periódica de los Elementos y resolviendo los problemas de álgebra del libro de Baldor, cuando tenía por resolver tantos problemas emocionales que mi primer fracaso amoroso me había dejado.
Los años pasaron, aprobé matemáticas y química; los amores pasaron, reprobé varias veces, otras deserté. Y es que cuando de amor se trata, no importa cuantos grados académicos tengas, las traiciones hieren, desarticulan y te arrebatan la confianza. ¿Alguien sabe qué programa académico hay que cursar para no amar a lo pendejo a pendejos?
Así como a Vicente Fernández hablando de mujeres y traiciones se le fueron consumiendo las botellas, a la mayoría de los mexicanos se nos han consumido las ilusiones hablando de política y traiciones. ¿Cómo le hablas de justicia a la familia de José Luis Burela López si la mujer que le arrebató la vida ahora es diputada de la LXIV Legislatura del H. Congreso de Veracruz, vocal de la Comisión de Procuración de Justicia y la presidenta de la Comisión Especial para Respetar y Garantizar el Derecho a la Verdad a la Sociedad Veracruzana, por la problemática de Personas Desaparecidas, Ataques y Homicidios a Periodistas?
Mi pelo ya pinta algunas canas, le suplico compañera que no hable en mi presencia de las damas, usted que fue Directora en el Instituto Municipal de las Mujeres de Boca del Río, no le queda agredir a sus compañeras de curul. No se puede ser cantinero y borracho, no se puede ser víctima y victimario. Mujeres, oh mujeres tan divinas, no queda otro camino más que impulsarlas.
El proceso electoral es como el enamoramiento, los candidatos muestran su mejor versión con el fin de ilusionarnos y crear fantasías de felicidad, pero cuidado amigos porque el amor atonta, causa euforia, ciega. Es momento de superar nuestras rupturas gubernamentales. ¿Cómo prevenirnos de decepciones políticas?
Reconocer nuestra valía como ciudadanos podría ser el primer paso, recuperar nuestra autoestima electoral nos llevará a tomar mejores decisiones, un examen minucioso de nuestro desempeño social nos concientizará de los gobernantes que queremos que nos seduzcan, dejemos de ser víctimas de discursos baratos.
Y es que dígame usted, ¿no es cierto que siempre nos reponemos al mal de amores? al tiempo, agradeces la mala experiencia, porque una vez trascendido, ya no es fácil tropezar con la misma piedra, de pronto un día, te vuelves a encontrar abriendo el corazón a un nuevo amor o a un nuevo candidato, pensando que esta vez si te ganaste la lotería, lo importante es saber cómo disfrutarla.