En cuarenta minutos darán las ocho de la mañana. Mientras brinco, de la recámara a la ducha y viceversa, bebo la primera de las muchas tazas de té que ingiero durante el día. Frente al espejo, con mi dedo anular distribuyo sobre mi rostro esa crema de coco que me fascina. De pronto, el locutor del noticiario anuncia que “El Bronco pretende desaparecer Opus 102 FM”, la única estación cultural del estado que gobierna. En automático mi mirada se fija en el dije que, desde hace no sé cuánto tiempo ya, pende de mi cuello con la silueta de Nuevo León. La noticia me paraliza el cuerpo pero echa a andar mi hígado, no sólo por el hecho de que soy comunicóloga, sino por mi pasión por la radio cultural y el profundo amor que me une al Estado del Norte.
Mi mente se acelera y, mientras me visto para la oficina, comienzo a bajar recuerdos, preguntas, premisas. ¿Qué sería de mí sin la radio cultural? Durante toda mi infancia escuché Radio Universidad Veracruzana en el 1550 de Amplitud Modulada. Años más tarde cambié la sintonía del cuadrante al 107.7 de FM, Radio Mas, estación para la que además, durante mi época de universitaria y en nombre de mi Alma Mater, tuve oportunidad de conducir y producir Perfil Universitario por casi cuatro años y, tiempo después, Buffet empresarial para la Secretaría de Desarrollo Económico de mi Entidad, durante cinco años.
Aquel proyecto que nació en mi clase de radio cultural durante el tercer semestre de la universidad me hizo acreedora de una Mención Honorífica en la Primera Expociencias que organizaran el Movimiento Internacional para el Recreo Científico y Técnico, Milset, y la Universidad Popular Autónoma de Puebla, UPAEP.
La tesis que me dio el Título que ostento fue justo una propuesta de radio cultural – educativa, con la finalidad de propiciar conservación ambiental en los niños de prescolar.
Recuerdo los cientos de veces que me pronuncié porque, durante la administración anterior, al Director de Radiotelevisión de Veracruz se le ocurrió que era buen idea asesorarse por una experta en radio comercial, echando con ello por la borda la esencia de Radio Mas.
Sí, me confieso apasionada de la radio cultural, de los contenidos inteligentes, de los que propician y fortalecen la identidad, de la música clásica, el jazz, la trova, los diálogos entre expertos de ópera o de productos agropecuarios, de la música del mundo o tradicional. Confieso que adoro encender la radio y deleitar mí oído con las canciones de Ray Morteo, Soflama, Sonex, con las décimas, el sonido del arpa, la jarana y que, sin la radio cultural, esta Liz Mariana no existiría.
Me confieso también amante de Nuevo León, sus paisajes, desarrollo, cultura, música, tradiciones, tecnología, medicina, de la banda… de sus pueblos mágicos, la Cola de Caballo, las Grutas de García, los osos negros de Chipinque, los atardeceres sobre el Cerro de la Silla y de los paseos por Fundidora, la Macroplaza, o el Santa Lucía, con todo y los 40 grados bajo el sol; de las noches de fiesta en el Barrio Antiguo, las charlas acompañadas por la cebada del Sierra Madre, las discadas, la machaca con huevo, el atropellado, las tortillas de harina, el cabrito, los acuerdos entre cervezas y carne seca… amante de Monterrey, de San Pedro Garza, Cadereyta, Apodaca, Escobedo, Arteaga, Villa de Santiago o Guadalupe… amante de su historia, de Tres Museos, del Marco –en donde he visto las mejores exposiciones de mi vida-, de los Museos del Vidrio, del Acero, de la Cervecería; su Festival Santa Lucía… y sobre todo, con ese Estado me une el corazón, los amores y afectos por mis amigos que, oriundos o inmigrantes, han hecho de Nuevo León su casa, el lugar donde pasan sus vidas, que verá crecer a sus hijos y, probablemente, que les verá envejecer y hasta morir.
Por todo eso me enoja la noticia. La sola idea de privar a Nuevo León de los contenidos culturales que el gobierno tiene obligación de proveerles me parece, además de aberrante, inaceptable.
Y es que, si bien es cierto que actualmente, gracias a la tecnología, tenemos oportunidad de elegir y escuchar estaciones radiofónicas de todo el mundo o, en su caso, reproducir música a través de las diferentes plataformas en nuestros dispositivos móviles; también es verdad que, los sectores más vulnerables de la población, a lo mucho, tendrán acceso a la radio estatal a través del cuadrante y, por otro lado, una realidad es que, como medio de comunicación la radio juega un papel determinante ante la sociedad.
Jorge Lozoya en su artículo ‘El estatuto de la radio y la televisión’ incluye un orden de prioridades respecto de la función de los medios masivos de comunicación establecidos por la UNESCO desde 1970, entre los que están, en primer lugar la información, educación y cultura; seguidos del desarrollo, movilización político social, entretenimiento y recreación y, finalmente, publicidad y anuncios.
La radio ha sido desde siempre un medio que en su vocación de origen, debe coadyuvar al fortalecimiento y la difusión de la cultura de un Estado, más aún cuando se trata de estaciones permisionadas (es decir sin fines comerciales), que pertenecen al Gobierno y que, en apego a las políticas públicas de los Estados y del País, tienen la función de educar, difundir la cultura y fortalecer la identidad.
Por lo que bajo esta premisa, desde mi óptica, en materia de radio para el Bronco debería ser prioridad impulsar a la única radio cultural del Estado que gobierna.
Las ocho de la mañana con quince minutos. Terminé el té. Vuelo a la oficina. En el trayecto escucho Zarpa el Arpa, por supuesto en Radio Mas. Las actividades propias del trabajo distraen mi mente del tema por varias horas obligándome a hacer una pausa, pero no a poner STOP.
La quinta taza de té del día me hace recordar el texto de Prieto del 2011, La radio pública: una misión. Me doy a la tarea de buscarlo y compruebo el sentido de todo lo que ronda en mi mente al respecto:
Ahora más que nunca importa la radiodifusión no comercial: hace falta que se vuelva, precisamente, a ese lugar privilegiado para los cuestionamientos más diversos, la innovación y la formación del gusto. La irradiación de la alta cultura que busca seducir al hombre medio y contribuir a su mejoramiento personal se vuelve imperativa hoy, cuando el poder procura la homogeneización y los propietarios de la radiodifusión comercial proclaman, mediante sus productos, una especie de derecho a la vulgaridad. Si la radio comercial se apoya en el mal gusto y la incultura crasa de sus propietarios, la radio cultural debe hacerlo en hombres y mujeres que posean un bien que escasea en nuestros días: la cultura general –formada en las humanidades clásicas, el conocimiento de la historia y la filosofía- que pueden prescindir del mercado, se finca en la calidad y prescinde de la hegemonía del número y la estadística.
Indago más sobre el tema de Nuevo León. Respiro un poco, aunque no quedo tan convencida. Al parecer algún Asesor con tino hizo ver su error a Jaime y “corrigieron” la metida de pata con un comunicado en donde señala que: Opus 102 FM, no desaparece, sino que migrará a la Amplitud Modulada. Lo que, a mi parecer, es lo mismo que la Crónica de una muerte anunciada… Y aclaran que, en el lugar vacante que deja esta estación en el cuadrante, no incluirán contenidos comerciales como se dijo en un inicio sino que crearán Libertad, cuya vocación, aparentemente, será la de los contenidos culturales y educativos.
Mientras bebo la sexta taza de té del día, aplaudo y me uno a la iniciativa lanzada, a través de la plataforma Change.org, por los integrantes del gremio cultural de Nuevo León, para rescatar a Opus 102 FM de esa Muerte Anunciada.
Liz Mariana Bravo Flores
Twitter: @nutriamarina
Xalapa, Veracruz