Una práctica recurrente del sistema político mexicano es la reinvención de la administración pública en cada nuevo gobierno, sin importar incluso si se trata del mismo partido político. Y así sucede desde la Presidencia de la República –que en antaño requería de un distanciamiento político de su antecesor- , los gobernadores y las presidencias municipales.
Pero más allá de la voluntad personal, lo cierto es que las instituciones padecen seriamente este vicio del sistema político. No logran consolidar proyectos de largo plazo, y en la mayoría de las ocasiones, tienen que luchar por sobrevivir. Lo que antes era una prioridad, el sello de una administración, ante el nuevo gobierno resulta un lastre que debe ser erradicado para marcar un punto de referencia entre un gobierno y otro.
Todo esto viene a cuento por la historia del Colegio de Veracruz (Colver), una institución de educación superior que surgió con el propósito de formar profesionistas del más alto nivel. Ser, además, un centro de investigación social que ayude a los veracruzanos a entender su realidad, conocer sus capacidades y a encontrar soluciones a los problemas actuales.
Sin embargo, desde su fundación, ha tenido que sortear la decisión caprichosa de los gobernadores en turno. Fundada en 2002 en el gobierno de Miguel Alemán, su primer director fue Francisco Berlín Valenzuela, un jurista destacado, amigo del mandatario estatal, quien como padre de la criatura quiso convertirla a imagen y semejanza. El primer periodo se dio sin pena ni gloria.
A la llegada de Fidel Herrera Beltrán, en su animadversión a todo lo que tuviera el sello del alemanismo, decide dar el primer golpe de timón. Fidel estaba más interesado en la renta política y económica que le redituaba la Universidad Veracruzana, por lo que dio un margen de autonomía bastante aceptable al Colegio. Su segundo director fue Ignacio González Rebolledo.
A la llegada de Javier Duarte, el Colegio tuvo un nuevo cambio. Se dio la llegada del doctor Jesús Alberto López González, un xalapeño y joven académico, internacionalista, formado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que realizó sus estudios de posgrado en Inglaterra. Con él, el Colegio empezó a conocerse a nivel nacional, gracias a la llegada de importantes académicos, con reconocida obra de investigación y trayectoria. Se amplió la matrícula y la oferta educativa; el Colver empezó a ser el Centro de Enseñanza que había sido planeado.
López González se fue a la embajada de México en Trinidad y Tobago y llegó Eugenio Vásquez Muñoz, académico y amigo personal del mandatario estatal.
El nuevo Director, a pesar de su filiación duartista, entendió su circunstancia y buscó robustecer la estructura administrativa del Colver. Creció exponencialmente su relación con otros centros educativos e instituciones de toda índole, que le permitió al Colegio participar de manera más activa en la administración pública y con la sociedad veracruzana. De su mano, se logró materializar su conversión en un Organismo Público Descentralizado, convirtiéndose así en su primer rector.
Sin duda, como cualquier institución educativa, el Colver puede ser cuestionado por su matrícula, sus programas y oferta académica, el perfil y trayectoria de su plantilla docente y el desempeño de sus directivos. Y como cualquiera, debe garantizar un desempeño eficiente pues ejerce recursos públicos, además de dar testimonio del aporte que hace a la sociedad veracruzana. Hasta ahí todos estamos de acuerdo.
Sin embargo, una vez más, el gobierno estatal ha confundido a los funcionarios con la función. En lugar de hacer una evaluación educativa, técnica y financiera, ha emprendido una feroz persecución contra todo lo que huele al duartismo, cosa que en algún sentido muchos veracruzanos están de acuerdo.
Si hay una burocracia excesiva, si el sueldo del rector es alto, si representa un gasto al gobierno, entonces que se hagan los ajustes y cambios que correspondan, pero que no se lastime a la institución. Paralizar al Colegio sólo para arrinconar a quienes considera sus adversarios políticos, sólo contribuye al clima de encono social y secuestra las posibilidades de desarrollo a sus estudiantes.
Yo soy un egresado del Colegio de Veracruz. Ahí estudié la maestría en Políticas Públicas, y más allá de los enredos y fallos administrativos que pudiera tener, resultó un gran esfuerzo concluir el posgrado. Los maestros respondieron a su obligación, se cumplió con rigor académico. Y quienes hemos egresado, no andamos haciendo una falsa propaganda, sino que hemos decidido hablar bien del Colegio a través de nuestro desempeño profesional.
El Colver debe prevalecer como un centro de enseñanza de excelencia. Se debe procurar que sus objetivos se cumplan, y que los jóvenes veracruzanos tengan la posibilidad de especializarse en estudios sociales sin tener que emigrar de su estado. Lo demás sólo forma parte del circo mediático de una transparencia que sólo se exige a la yunta de mi compadre.
La del estribo…
Que alguien aclare el tema de la reducción de los ediles, clama la tribuna. Lo que para los veracruzanos puede ser un ahorro, para los dirigentes de los partidos es la pérdida de un gran negocio.