Si alguien tiene alguna duda respecto al enfoque propagandístico que se le pretende dar en el PRI a la sanción contra Javier Duarte y a otros seis priistas de Veracruz, baste escuchar las palabras del coordinador de los senadores priistas, Emilio Gamboa Patrón: «(Duarte) no está ni indiciado, no tiene ninguna acusación en este momento, pero el partido tomó una definición”.
Lo dijo así el analista del portal «24 Horas», José Ureña:
«Al momento de escribir este texto no había resolución de la Comisión Nacional de Honor y Justicia, pero cualquier medida matará de risa al gobernador de Veracruz.
La causa: no hay siquiera una denuncia en su contra. Hay señalamientos de la Auditoría Superior y lo investiga la PGR, pero no denuncia. Si impugna, recurrirá a los órganos jurisdiccionales y ganará con facilidad. En contraparte, el PRI de Enrique Ochoa no ha hecho siquiera declaraciones en torno a Rodrigo Medina, el ex gobernador de Nuevo León ya bajo proceso. Él sabrá por qué, pero es el riesgo de jugar al derecho sin respetar el derecho».
El propio dirigente nacional del PAN lo admitió:
«Es una simulación: Hay muchos otros casos de corrupción, Moreira específicamente que están plenamente documentados y en donde han decidido no actuar. Entonces, no tiene lógica el que solamente en este caso vayan contra Duarte. Yo francamente lo veo como que lo eligieron como chivo expiatorio».
El chiste era saturar los espacios noticiosos con el castigo al gobernador veracruzano, mientras miles de mexicanos salían a las calles a protestar porque después de dos años siguen sin aparecer los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa; mientras siguen matando sacerdotes en diferentes puntos del país, mientras se dispara la violencia en zonas que son ya coto de poder del crimen organizado, mientras el peso sigue hacia abajo, sin freno alguno.
Está claro que hay severas irregularidades en la administración estatal que deben ser investigadas y los responsables tendrán que ser castigados conforme lo establece la ley, pero la estulticia del dirigente nacional del PRI llegó al extremo de darle valor, peso jurídico al linchamiento mediático, al de las redes sociales.
Nada más va a pasar en el comité nacional priista. Enrique Ochoa considera que con estas sanciones el partido que dirige ya dio los primeros pasos para combatir la corrupción desde adentro, y ahora pugna por que otros partidos hagan lo propio.
El PAN, su principal detractor, nada ha hecho contra Guillermo Padrés, exgobernador de Sonora que está sujeto a proceso judicial, y apenas ahora el dirigente nacional del PRI se atreve a levantar la voz para que las autoridades vayan a fondo en las denuncias que pesan contra el gobernador electo de Veracruz Miguel Ángel Yunes Linares.
El analista del periódico Excélsior, Jorge Fernández Menéndez, llama la atención sobre el desconcierto que ha generado entre los priistas la actitud de su dirigente:
«Más allá de lo que se piense sobre el periodo de Duarte en Veracruz, lo cierto es que hay sectores en el PRI que no están satisfechos con que su partido sea el que inicie procesos contra sus mandatarios denunciados por la oposición. Hay sectores que esperarían no necesariamente una defensa, pero por lo menos que el PRI se esperara a ver si prosperan esas acusaciones antes de sancionar a sus miembros porque así, paradójicamente, lo que se hace es volver convincentes esas acusaciones».
Fernández Menéndez explica las circunstancias que antecedieron a la decisión priista, que tuvo que tomarse antes de las elecciones del presente año:
«Mucho antes de las elecciones de Veracruz, Manlio Fabio Beltrones fue insistente en demandar que Javier Duarte dejara el estado y se nombrara un mandatario que terminara el periodo para no contaminar las elecciones con la batalla que inevitablemente librarían Duarte y Miguel Ángel Yunes Linares. Duarte, por su parte, dio la pelea para que le dejaran encargarse de la elección y colocar a su candidato, que evidentemente no era Héctor Yunes Landa, con el que estaba enfrentado de tiempo atrás. Lo que ocurrió es que todos quedaron descontentos: Duarte se quedó en el palacio de gobierno de Xalapa; el PRI decidió impulsar un candidato, Héctor Yunes Landa, que no tenía respaldo del gobernador, y Héctor estuvo toda la campaña en la duda entre atacar o no a un gobierno que era de su propio partido: en la denuncia, Yunes Linares era más creíble. Ya sabemos cuál fue el resultado».
Para recuperar la credibilidad del partido, para rescatar la «marca PRI» y hacerla competitiva hacia el 2018, hace falta mucho más que un discurso de autocrítica. Se requiere congruencia y convicción para defender al partido y a sus integrantes. Eso es algo que Enrique Ochoa nunca entendió, y en el pecado llevará la penitencia.
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