Siempre que me encontraba me decía
—Quiubo, mi francés, ¿cómo estás?
Yo le correspondía con una sonrisa amable, como siempre fue la suya, y terminábamos hablando de nuestro tema y nuestro oficio, el periodismo y los compañeros reporteros que conocimos a lo largo de tantas décadas de ser y llamarnos amigos.
Eso de “francés” que David me decía -recordemos que era un gran humorista e hizo uno de los primeros periódicos de humor de Veracruz, La cotorra, que inspiró después a El perico-, siempre lo quise entender por mi apellido materno Levet, y no por alguna similitud con el apodo que se consiguió un político misanteco, que llegó a ser Presidente Municipal del pueblo: Celestino Hernández.
Cuentan que el buen Celes estaba un día en una cantina del vecino pueblo de Martínez de la Torre y como sucede a menudo entabló plática con un vecino de barra, que terminó convertido en compañero de copas. Iban los comentarios hacia un lado y hacia otro, y el interlocutor le decía a cada momento “francés” para acá y “francés” para allá. Como el misanteco era medio güero, le iba agradando el mote, porque pensaba que el otro lo confundía con un nativo de San Rafael, la colonia francesa cercana. A cada “francés” que le endilgaba el otro, éste se ponía como totol, inflado del orgullo, hasta que en un momento dado le preguntó en voz alta, como para que oyeran todos los parroquianos de la cantina el motivo de su sobrenombre:
—Oye, amigo, y ¿por qué me dices “francés”?
El otro esbozó una mirada pícara, esperó el silencio parta que todos escucharan, y le soltó la frase que lo marcó para toda la vida:
—Pues te digo “francés”, por no decirte “¡chin…a tu madre!”:
Y “francés” se le quedó para toda la vida.
Pero David Ovando era un hombre que saludaba con gusto y con ganas, afable y lleno de vida. Por eso me sorprendió cuando Gaudencio García y Saúl Contreras me dijeron que había fallecido de un infarto el pasado jueves 5 de mayo.
Hace unos seis años había tenido un accidente cardiovascular, lo habían operado y desde entonces se cuidaba mucho de cometer excesos. Bebía poco, comía poco, no fumaba y conservaba una buena condición física.
Sin embargo, el corazón tiene razones que la razón desconoce, y la semana pasada llamó a otra vida al buen David Ovando, un compañero reportero de antaño que además fue un buen cartonista cuyas caricaturas se publicaron de tanto en tanto en El Tiempo del recordado Rafael Zúñiga Martínez, en El Gráfico de don José Luis Poceros, en La Gazeta de David Varona y en muchos otros diarios, así como revistas semanales o mensuales.
Mi condolencia sincera a su hijo Juan David Ovando Aguilar, así como a todos sus familiares cercanos, que deben estar extrañando, como lo hacemos sus colegas, el talante ameno y siempre buen dispuesto de David Ovando Espíndola, reportero y cartonista.
Descansa en paz, buen amigo.
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