Cuando hace un par de meses el gobernador Javier Duarte de Ochoa tomó la decisión de impulsar al diputado federal Alberto Silva Ramos a la dirigencia estatal del PRI, el mandatario priista lo hizo por considerar que su ex secretario de Desarrollo Social y ex vocero sería el mejor “presidente de guerra” para combatir a los de afuera y a cuidar a los de adentro, ya “que de un tiempo para acá”, apuntó, el ex alcalde tuxpeño había venido atacando “al de enfrente, al innombrable”, en alusión a Miguel Ángel Yunes Linares, también diputado federal y aspirante del PAN a la gubernatura.
En un desayuno con un reducido grupo de periodistas, políticos y funcionarios que a mediados de octubre de este año fue organizado en casa de don Carlos Brito Gómez, el mandatario veracruzano definió a Silva como un hombre de “muy buenas formas, incluyente, generoso, amigo, cordial”, que lo iba a ayudar a fortalecer el trabajo que venía haciendo al interior del gobierno. “Necesitamos un partido que se fortalezca con alguien como Alberto, que tenga un discurso combativo, tajante, defensor, que les pueda contestar a los de afuera… tiene que ser un factor de unidad al interior y de defensa, de ariete con los de afuera”, puntualizó Duarte, quien se dijo orgullosamente priista, al que jamás van a oír hablar mal de un gobierno tricolor, y por lo tanto “quiero que gane el PRI, todos queremos que gane el PRI” y “la llegada de Alberto es para fortalecer ese discurso”.
Sin embargo, la gran interrogante es qué viraje le tendría que dar el ex alcalde de Tuxpan a su belicoso discurso si la nominación priista recayera en alguno de los dos senadores del tricolor apellidados Yunes que encabezan las encuestas, uno de los cuales es primo hermano del panista y el otro, pese a no tener ninguna relación familiar directa, siempre ha tratado al virtual contendiente de la oposición con mucho respeto y consideración.
Porque aunque cada vez hace más obvia su preferencia porque Alberto Silva sea quien lo suceda en la gubernatura, Duarte tiene claro que “tarde que temprano el gobierno terminará el 30 de noviembre de 2016, me tendré que ir, (y) lo que quiero es que llegue un priista, sea quien sea, se apellide como se apellide”. Y, para asegurarse de que así sea, dijo que desde el día siguiente que asumió la gubernatura comenzó a preparar su sucesión, para lo cual fue promoviendo reformas, una de las cuales, la última, fue la más polémica que lo confrontó inclusive con los senadores de su propio partido. “Soy un demócrata, creo en la alternancia, pero que le pase a otro pendejo”, ironizó en esa ocasión el mandatario priista, quien volvió a enfatizar: “¡Señores, se los vuelvo a repetir: mi reforma no tiene nombre ni apellido de ningún candidato del gobierno. Se los digo hoy 12 de marzo de 2015, mi candidato como persona y militante veracruzano va a ser el del PRI, que tiene que ganar”.
Insistió en que quien piense que lleva dedicatoria su reforma está equivocado, “y se lo he dicho de cara a cada uno de ellos”, dijo volteando su mirada hacia el ex secretario de Gobierno, Erick Lagos, y al ex titular de la SEV, Adolfo Mota. “Se los he dicho, no se hagan ilusiones, y a (Jorge) Carvallo también que ya andaba inquieto. No tiene dedicatoria mi reforma”, afirmó, aunque se olvidó –¿o se abstuvo?– de mencionar a Silva.
En esa ocasión, seis meses antes de que en la ceremonia de toma de protesta de Juan Carlos Molina Palacios como dirigente estatal de la CNC ridiculizara públicamente al senador Héctor Yunes Landa al entregarle una caña de pescar para que se fuera a atrapar a los “peces gordos” del PAN que residen en El Estero –en clara alusión a sus parientes, los Yunes Márquez–, Duarte argumentaba aparentemente convencido: “No me puedo enojar porque mi proyecto va más allá. Tengo que ser tolerante, paciente, porque queremos la unidad, soy el factor de unidad. En ese sentido no puedo darme el lujo de encabronarme y mentarle la madre al que me dice tal o cual cosa”.
Y se ufanaba de ver al PRI muy unido. “No se ha ido nadie. Todos están adentro. Ha habido voces discordantes, pero se vale disentir. Antes todo era a güevo. Esos tiempos ya pasaron. Hay mayor apertura, respeto e inteligencia. He sido respetuoso de todos. Es un cambio que pregono y en el que creo, que nos da fortaleza y sanidad como instituto político y evito que se rompa. Hoy tenemos apertura más clara y abierta para respetar las diferentes voces”. Pero al referir el distanciamiento que el senador Pepe Yunes marcó con él desde hace un año, a partir del anuncio formal de la reforma electoral, Duarte expresó que “la parte que más me duele es cuando viene de un amigo al que quiero, no cuando viene de un cabrón que no te quiere”. Pero sostuvo que ese ajuste del calendario electoral “no es para poner a alguien mío, sino para que quede un priista”, afirmando que “por mi disciplina, amor y militancia priista, el candidato del PRI al gobierno de Veracruz va a ser el que esté mejor posicionado”.
Inclusive, esa vez, al responderle al ex dirigente priista Gonzalo Morgado Huesca, quien se atrevió a decirle que Yunes Zorrilla se quejaba que no le habían cumplido un acuerdo, Duarte dijo: “No seamos ilusos. Al final del día siempre nos hemos puesto de acuerdo y en la sucesión (gubernamental) nada más cabe uno. El tema es cómo unirnos y fortalecer nuestro proyecto. Todos podemos caber, tener espacios. Hay formas bastante amplias para poder encontrar acuerdos y para fortalecer un proyecto”.
¿Será? Porque en su guerra contra los Yunes del PAN el gobernador sigue abriendo más frentes de combate. El más reciente ha sido con el dueño del diario porteño Notiver, un pleito que la mayoría de sus colaboradores no están dispuestos a comprar porque al final de este sexenio muchos de ellos continuarán en Veracruz haciendo política.