Por Gerónimo Rosete Pozos
En el escenario político veracruzano la pugna por la verdad absoluta es el camino hacia la meta, las descalificaciones, el mentir y desmentir, el desaprobar y no comprobar. La penosa realidad en la que Veracruz está sumido, se oculta detrás del telón de la simulación. Van algunos casos recientes.
Presuntos sancionados por la Contraloría General del Estado, así se citan en una nota periodística, dicen que Ricardo García Guzmán (titular de la CGE) mintió en su comparecencia y las imputaciones sobre dichos servidores públicos a quienes se imputan faltas graves en el ejercicio de la función pública son falsas. ¿Quién es e mentiroso?
Luego, el mismo contralor del estado, dice que Juan Antonio Nemi Dib (como Secretario de Salud) sí presentó denuncias por irregularidades al interior de la dependencia; del otro lado el gobernador Javier Duarte dijo que no existen tales denuncias, tajante dijo que él mismo sostiene todas y cada una de las respuestas que el actual secretario de salud Fernando Benítez Obeso ha dado al respecto. Otra vez, ¿quién es el mentiroso? O ¿qué intereses tocó Nemi, al grado que el mismo Duarte pone da la cara en un tema que sigue sin finalizarse?
Otro asunto, los maestros que se manifestaron contra la evaluación educativa en Xalapa y Veracruz, acusan de represión el uso de la fuerza pública, señalan que grupos de choque, integrados por policías vestidos de civil, los golpearon; lo mismo acusan algunas reporteras y reporteros que fueron agredidos por integrantes de las fuerzas de seguridad pública. Hay muchos videos en redes sociales, fotografías y testimonios que dan sustento a los señalamientos de los afectados, pero las autoridades estatales niegan todo y desde esa trinchera acusan a los maestros de ser ellos los grupos de choque. ¿Quién es el mentiroso?
La mentira ha sido estrategia socorrida en la historia de la humanidad, sobre todo en el ámbito político y en la carrera por el poder. Para entender lo que pasa en un Veracruz lleno de mentira, vale la pena hacer algunas citas del libro de Jonathan Swift, El Arte de la Mentira; el cual fue escrito en la Inglaterra del siglo XVIII, la importancia social e histórica del texto radica en el uso de la mentira en el ejercicio político para que ese propio ejercicio permanezca vivo. Ya en otra obra, Los Viajes de Gulliver, el autor afirma que la inmersión en el mundo de la política requiere el aprendizaje de la insolencia, la mentira y el soborno; y que el discurso político debe caracterizarse por “nunca decir una verdad sino con intención de que se tome como mentira , ni una mentira sino con el propósito de que se tome como verdad”.
Concluyamos con dos consideraciones a este respecto. La primera se apunta en el texto aquí reseñado, al afirmar que si los políticos usan la mentira para afirmar su autoridad, “es razonable que el pueblo use las mismas armas para derribarlos y defenderse”. La segunda, remite a la necesidad de poner en cuestión el orden de sentido propuesto desde el poder institucionalizado; la tarea del desmentirnos, por ello, no es la antesala a la verdad sino la apertura a otro orden de sentido que hace problema de lo evidente, que muestra la arbitrariedad y contingencia de lo que se presenta como irrebatible.
La estrategia, vieja y efectiva, nuca ha dejado de aplicarse. Escriba a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.comwww.formato7.com/columnistas