Para establecer conexiones entre los ritmos tradicionales del noreste del país (polka, cumbia, corrido, etc.), las sonatas de Bach, el rock de los años 90 y el jazz hacen falta puentes muy sui géneris; uno de ellos se llama Ramiro González. He aquí su historia
Papa Was a Rollin’ Stone
Mi nombre es Ramiro González García, soy de Ciudad Victoria Tamaulipas. Mi papá es músico, estudió en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Tampico, cuando era una carrera técnica, todavía no era licenciatura. Mucho tiempo vivió de la música, fue trovador y cantaba canción romántica y trova en peñas de Tampico, tocaba guitarra, piano y flauta. Tocaba en un lugar que se llama el Siux, en el hotel Posada Tampico y en esos lugares caían muchos artistas, era la época en que en La Quina tenía su máximo poder y se movía mucho dinero en Tampico y en Ciudad Madero. Después de haber andado en Houston y en varios lugares se regresó a Ciudad Victoria, se casó con mi mamá, se estableció y se quedó quieto un rato.
Cuando yo nací ya no se dedicaba totalmente la música pero tenía una banda que tocaba música popular en las bodas, en los bailes, etc. Su repertorio era diferente a lo que se toca ahora, tocaban a Carlos Santana, la música de Disco Samba que estaba de moda, tocaban mucho cha-cha-chá. Era un grupo de los 80, usaban órgano de dos teclados, batería Ludwig y traían tres metales. Mi papá siempre me incluía cuando ensayaban, me ponía a tocar alguna percusión, veces me ponía a cantar. Yo estaba muy chiquito, yo creo que desde los dos años andaba ahí con ellos. Una vez, cuando tenía tres años, estrellé su flauta contra el piso (risas), pero mi papá se arriesgaba a que tomara los instrumentos, siempre fueron mis juguetes. En la casa había un cuarto dedicado nada más a la música, era donde ensayaba con sus amigos. Después la banda se convirtió en trío, ya solamente era bajo, batería y un órgano que tocaba él.
No recess / You’re in high school again
En Ciudad Victoria hay una Casa del Arte, es como un centro de iniciación, ahí empecé a tomar clases particulares de piano como a los cinco años, era obligatorio, aunque no quisiera tenía que ir. Después fui con otra maestra que se llama Gloria Sada Cárdenas, fue de mis primeras maestra de piano, después tuve otra maestra que se llamaba Celina, no recuerdo sus apellidos, ella formó a muchos muchos chavos, yo creo que le dio clases a todo mundo en Ciudad Victoria.
Tomé clases de piano durante toda la primaria y en la secundaria seguía ahí, a lo mejor algún año interrumpí clases, pero estudié todo el tiempo y cuando estaba en quinto o sexto año ya me pesaba mucho, ya me caía gordo porque era una obligación, incluso alguna vez, enojado porque no me salían las lecciones, golpeé el piano y mi papá me dijo:
-Pues si no quieres ir, ya no vayas, pero no se golpean los instrumentos. ¿Sabes qué?, tienes prohibido tocar en esta casa, ya no te es permitido usar los instrumentos porque, pues a ti no te gusta, ¿no?
Y me conflictué:
-No, espera, sí quiero seguir yendo a clases, sí quiero seguir tocando
Había como un conflicto porque una cosa es tener una disciplina y otra es hacer las cosas por placer y quedarme sin tocar era como quedarme sin aire porque la música era como mi desahogo de cualquier tensión que pudiera tener en escuela. Parece que a esa edad los niños no tienen tensiones, pero yo creo que sí.
En mi infancia mi papá me llevaba a muchos conciertos, el primer grupo de jazz que escuché en vivo fue Astillero, recuerdo que fusionaban muchos elementos de la música mexicana con el jazz. Fue de los grupos que marcaron un rumbo a mis gustos musicales. Yo creo que siempre tuve esa inquietud de hacer fusión con música tradicional de México.
Cuando tenía 13 años vi un grupo que se llamaba Blues más Blues, ahí iba un guitarrista muy bueno, Alberto Pérez Rivas, tocaba rock de los 70, le salía muy bien todo lo de Led Zeppelin, Jimmy Hendrix, el blues. Yo nunca había oído algo así y me eché un palomazo con ellos con la guitarra.
Esa pinche guitarra que suena y suena sola en la noche
Desde sexto año y en la secundaria me empezó a gustar el rock, el heavy metal, el hard rock, el punk, el trash, todo lo que estaba de moda entre los jóvenes de ese entonces ya me llamaba mucho la atención. En la casa había una guitarra acústica y una eléctrica; esa era intocable pero le dije a mi papá:
-Quiero aprender a tocar guitarra, enséñame con la guitarra eléctrica, ¿no?
-No, la guitarra eléctrica no porque todavía no sabes y, aparte, tú eres zurdo y es un problema cambiarle las cuerdas
-Pues enséñame con la acústica
-Mira, no puedo darte clases porque no soy muy paciente, pero ahí arriba hay un montón de libros, unos son para aprender armonía, otros son para aprender música; métete, investiga, ahí está todo. Toma todos los libros que necesites, ahí vienen las posiciones para que veas cómo son los acordes en la guitarra.
En la casa había una biblioteca llena de libros de todo porque mi papá, además de ser músico, estudió la Licenciatura en Español en La Escuela Normal Superior, de hecho se jubiló de maestro.
Me eché un clavado en los libros y empecé a tocar guitarra yo solo, escuchando mucho, fui autodidacta como guitarrista. Había unas revistas que creo que todavía salen que se llaman Guitar Player y me llamaban mucho la atención porque eran de rock y mi papá llegaba con las revistas. Las veía pero había cosas que no entendía muy bien, había muchas técnicas de la guitarra eléctrica que yo no entendía cómo se hacían en la guitarra acústica. Alguna vez leí un artículo de Kirk Hammett y James Hetfield, de Metallica, donde explicaban cómo hacían el tapping, esa fue una de mis primeras revelaciones en la guitarra porque le pregunté a mi papá cómo se hacía, me explicó y empecé a entender un poco más.
Empecé a investigar sobre el rock, me llamaba mucho la atención cómo hacían eso pero había cosas que no entendía y le decía mi papá:
-Yo escucho que no suena como en los discos, tienen algo más
-Es que ellos tienen un penal de efectos, se llama distorsionador y provoca oscilaciones, son como una excitación en el sonido y eso es lo que hace que se escuche así.
About a Boy
Cuando tenía como 12 años mi papá me llevaba trabajar con él, le ayudaba a cargar los aparatos, los instrumentos y todo eso. Me traía de jala cables y, cuando me lo merecía, me dejaba tocar un sintetizador al lado de él o a veces me ponía a cantar. Algunas veces alternábamos con grupos norteños, entre ellos me acuerdo muy bien de los Hermanos Quintana, que es un grupo de música norteña tradicional y recuerdo que me gustaba mucho escucharlos.
En esa misma época formé un grupo de rock pero mi papá me empezó a prohibir ciertas amistades porque, entre los chavos que nos juntábamos, algunos empezaron a fumar mariguana y él tenía miedo de las malas influencias, aunque no era nada grave, éramos chavos de secundaria y cada quién traía su rollo. Después, en la prepa,
armé otro grupo de rock y hubo muchos conflictos con mi papá porque era muy enérgico, muy estricto, no le gustaba la música que oía, me decía que eso no era música, que era puro ruido; a mí me gustaba cantar gutural, el death metal y esas cosas, y creo mi papá no entendía mucho, era un lenguaje nuevo para él, un lenguaje de una generación que estaba tratando de desahogar energía.
Recuerdo que en ese entonces estaba muy de moda Nirvana y Kurt Cobain que se suicidó en el 94, eso no lo puedo olvidar, fue de los sucesos más trascendentes de mi vida porque Kurt Cobain decía cosas válidas para la generación X, esa generación que sentía que no tenía futuro. Kurt Cobain decía:
-No tiene sentido nuestra existencia, ¿qué vamos a hacer ahora?, no tenemos empleo, no tenemos futuro, no hay nada
En sus composiciones era un poco subversivo, un tanto dadaísta.
Al mismo tiempo nacieron géneros como el noise, el grunge y varios grupos que yo comparo mucho con el free jazz, son igual de subversivos, tienen el mismo gusto por el ruido, la misma manera de rebelarse por medio del caos y del ruido.
No comiences a soplar por que así empiezas…
Hice una preparatoria de dos años en una escuela de monjas, terminé a los 17 años y entré a la Facultad de Música en Tampico, ahí se tenía que cursar un bachillerato en música de tres años y después se entraba la licenciatura. Hice el bachillerato con guitarra eléctrica y, a la par, en los últimos años empecé a tomar la flauta porque me empezó a llamar la atención el instrumento cuando escuché en Tampico a Ciprianodonte, que es un personajazo, es de Cuernavaca y es trascendental en la
historia de jazz mexicano. Tenía un grupo que se llamaba Mitote Jazz, lo escuché tocar flauta transversa y saxofón y me gustó su sonido. Agarré la flauta de mi papá y empecé a querer sonar como Cipriano, después me di cuenta que era muy parecido al sonido que sacaba Ian Anderson con Jethro Tull y me empecé a ir por ese lado, con un sonido rockero.
Durante los tres años que estuve en el bachillerato en música toqué la guitarra con un montón de grupos, no solo de rock, sino de música versátil, tocaba en bodas y eventos, y cuando terminé me di cuenta de que había guitarristas para aventar para arriba del cielo y, si levantabas una piedra, salía un guitarrista y yo sentía que nunca iba a lograr nada con ese instrumento. Llegó un momento en que me conflictué, llegué a mi límite y dije yo creo que voy a empezar tocar la flauta. Aparte quería tener la experiencia de tocar con una orquesta sinfónica y empecé a investigar sobre música clásica.
Entre pitos y flautas
Empecé a practicar con una Orquesta Juvenil que había en Ciudad Victoria, iba los fines de semana (está a dos horas) y practicaba con la orquesta, entonces, cuando entré a la licenciatura ya tocaba un poco de flauta y tomé ese instrumento, seguía con la guitarra pero por mi cuenta. Mi maestro de flauta se llama Daniel Echeverría, él fue el primero y con el que tuve más constancia, tomé otras clases por ahí, de hecho aquí en Xalapa tomé algunos cursos y en Ciudad Victoria tomé un curso magistral de una semana con Fernando Lipkau, en esa época estaba montando una sonata de Bach para flauta sola y él me la revisó.
Un año después de que entré a la licenciatura me compré un sax Blessing chino, de esos que no afinan nada (risas) y empecé a tocarlo de manera autodidacta, preguntándole a los que llevaban la materia de sax en la escuela, preguntándole a la gente que sabía; preguntando se llega a Roma. Mis únicas referencias eran los discos, nadie me dijo exactamente cómo enfocar un saxofón. De los primeros discos que escuché fue un compilado de varios saxofonistas, ahí tocaban Don Byas, Coleman Hawkins, Charlie Parker y otros. Al mismo tiempo leí un libro de historia del jazz y compraba discos de los saxofonistas que iba leyendo. Alguna vez leí sobre
Sydney Bechet, un músico que no sabía leer pero que tocaba con orquestas grandes y compré un disco suyo, también compré un disco Charlie Parker, uno de Lester Young y unos de Kenny G (risas), ¿por qué no?. Me preguntaba cuál es el sonido correcto de un saxofón porque veía la amplia gama de saxofonistas y me di cuenta que no había un sonido correcto porque todos eran grandes músicos, había muchos sonidos correctos. Para mí el de todos es correcto y empecé a imitar el sonido que se requiriera para cada momento y me empecé a integrar con grupos de música versátil.
Del primer grupo con el que estuve me corrieron por maleta, no daba el kilo (risas), después me invitaron unos amigos de Pueblo Viejo, Veracruz, ahí cerquita, era un grupo de música andina y empecé a tocar con ellos. Después me invitó otro grupo que tocaba de planta en un antro, se llamaba Séptimo Sentido, me invitó Alberto Pérez Rivas, el guitarrista del grupo de blues que había visto cuando tenía13 años; para mí fue un honor que me haya invitado a tocar como 10 años después. Cuando entré a ese grupo, de entrada, me dieron un repertorio como de 30 o 40 canciones para que las tocara y me dijeron que empezaba la siguiente semana, ¡imagínate!, entré en shock, estuve en friega sacando todo ese repertorio, transcribiendo lo que podía, armando mis acordeones para poder hacer la primera tocada; no creo que lo haya hecho muy bien pero, pues, me tuvieron paciencia y estuve con ellos aproximadamente tres o cuatro años. Yo creo que la constancia de estar tocando todos los fines de semana, de jueves a domingo sin falta, fue lo que me formó como saxofonista y especialmente como músico, yo creo que el trabajo me obligó a sonar como tenía que sonar. Para mí la única forma de aprender a tocar, es tocando.
(CONTINUARÁ)