Han pasado cinco años desde que la familia LeBarón sufrió una de las peores tragedias vinculadas a la violencia que se vive en México por grupos criminales. En un ataque brutal en los límites de Sonora y Chihuahua, tres mujeres y seis niños fueron asesinados el 4 de noviembre de 2019 mientras viajaban en tres vehículos.
La mañana del 4 de noviembre de 2019, el grupo liderado por El Tolteca avistó los tres vehículos de la familia LeBarón. Los atacantes, posicionados y listos para interceptar a miembros de Gente Nueva, vieron pasar las camionetas y, confundiéndolas con un convoy rival, abrieron fuego inmediatamente.
Según un agente de la FGR que habló en el documental bajo anonimato, en el primer vehículo, Rhonita Miller LeBarón y sus cuatro hijos (Howard, Krystal y los gemelos Titus y Tiana) fueron acribillados con 321 disparos antes de que los atacantes prendieran fuego al automóvil. El segundo grupo disparó a los otros dos vehículos que se encontraban más adelante: en el segundo, Dawna Ray Langford y dos de sus hijos, Trevor y Rogan, fueron asesinados, recibiendo 87 disparos; mientras que en el tercer vehículo, Christina Marie Langford Johnson fue ultimada con 41 disparos. Su hija, Faith, sobrevivió y fue encontrada más tarde en su asiento de seguridad.
La brutalidad del ataque dejó un saldo de nueve víctimas y, según los registros, ocho menores lograron sobrevivir a la emboscada, escapando hacia las montañas y escondiéndose cerca del lugar mientras esperaban ayuda; uno de ellos el , mayo, caminó 27 kilómetros en busca de ayuda.
Tras el lanzamiento del documental producido por Nmás media, se ha dado a conocer la confesión de uno de los sicarios involucrados. De acuerdo con la información, al día siguiente de la masacre dos sicarios acudieron con Javier Urquidi, un terapeuta invidente.
Uno de los sicarios relató en un momento de tensión y presunto arrepentimiento el impacto que tuvo en él el haberse dado cuenta de que sus víctimas eran civiles, mujeres y niños. Según Urquidi, el sicario llegó a su consulta con heridas en las piernas y un estado de ansiedad evidente. Durante la sesión, reveló que habían recibido órdenes de disparar.
“A mí me lo contaron dos personas que vinieron a terapia y participaron en la masacre. Un día después del ataque vino un joven que tenía unas espinas en la pierna. Yo me lastimé la mano y le pregunté: ‘¿Pues qué trae, qué le pasó?’. Me dijo: ‘Mire, usted no ve, yo no le dije mi nombre, pero ya no aguanto más sin hablar de esto. Pasó esto: yo vi que eran puras cabecitas y una mujer manejando; yo disparé al aire, pero si no disparo, a mí me disparan’. La orden era dispararle a los primeros tres vehículos que pasaran; querían calentar la plaza, pero no querían que se les saliera de control. Y se les salió”.
La imagen de una camioneta calcinada en el desierto quedó grabada en la memoria colectiva de la comunidad mormona y de todo México.
La FGR y otras agencias de seguridad han detenido a varios sospechosos, entre ellos a cabecillas y participantes del ataque. Sin embargo, la familia y lacomunidad mormona a la que pertenecían siguen esperando una justicia completa que aborde no solo a los autores materiales, sino que garantice la seguridad en esta región donde el crimen organizado sigue operando casi sin control.
M°1
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