Militares en lugares y horas cruciales durante la noche de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa y escuchas inéditas que vinculan a un capitán con el cártel Guerreros Unidos, son parte de nuevas evidencias que apuntan a la participación del Ejército en la noche de Iguala y a las que Animal Político tuvo acceso.

Las evidencias se desprenden de una revisión a las carpetas de investigación de La Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa (UEILCA) de la Fiscalía General de la República (FGR) en las que se sumaron nuevas comunicaciones intervenidas por la DEA y entregadas hace un año al expresidente Andrés Manuel López Obrador, luego de que el mandatario personalmente las solicitara a la vicepresidenta Kamala Harris en junio de 2021.

Estas comunicaciones forman parte de las llamadas “Escuchas de Chicago”, que fueron compartidas con la FGR en diferentes entregas, y provienen de una investigación que realizó la DEA sobre el tráfico de droga que el cártel Guerreros Unidos realizaba de Iguala a Chicago en 2013 y 2014. Se tratan de mensajes de texto que integrantes de ese grupo intercambiaron desde la aplicación BBM de Blackberry.

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Las pruebas se revelan luego que el expresidente López Obrador redactara el pasado 20 de julio un reporte dirigido a los padres de los desaparecidos donde les compartió que no se ha encontrado“absolutamente nada” de evidencia sobre la participación directa del Ejército.

Animal Político realizó una reconstrucción de lo ocurrido esa noche para mostrar los nuevos hallazgos, resaltando la participación de tres militares.

El Ejército en Iguala

En 2014, el Ejército tenía una gran presencia en Iguala. En el centro de la ciudad se ubican las anchas instalaciones del 27 Batallón de Infantería, donde había soldados acuartelados para entonces. El centro de monitoreo o C-4 donde llegaban las llamadas de emergencia y la señal en video de todas las cámaras de la ciudad, era controlado por el Ejército desde 2013 al instalarse el Centro Regional de Inteligencia Centro Iguala, para “atender” la inseguridad generada por organizaciones criminales, según el oficio DH-C-1058 de la Dirección General de los Derechos Humanos. Los militares supervisaban a los trabajadores civiles y operaban personalmente las cámaras. El Ejército tenía acceso a toda la información de emergencia.

También contaba con un centro ilegal de espionaje dotado con el malware Pegasus para intervenir las llamadas que quisieran en tiempo real, como las de miembros del cártel Guerreros Unidos e incluso de la policía, de acuerdo con el Informe Ayotzinapa IV del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).

El Ejército se valía de militares vestidos de civiles por toda Iguala, conocidos como Órganos de Búsqueda e Inteligencia (OBI), quienes recababan información. De hecho, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) tenía al menos a dos elementos infiltrados y “activos” dentro de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa que simulaban tener “la fachada de alumno”, según documentos castrenses citados en el Informe Ayotzinapa III, debido a que históricamente la escuela albergó estudiantes que integraron movimientos guerrilleros. Sin embargo, el Ejército solo está autorizado para realizar espionaje en operaciones contra la delincuencia organizada, que no era el caso. No obstante, Julio César López Patolzin, era uno de los militares en activo infiltrado para labores de inteligencia y uno de los 43 estudiantes desaparecidos, aunque López Obrador sostiene lo contrario.

Toda la información era procesada y concentrada en el llamado Pelotón de Información donde se clasificaba, analizaba y sistematizaba en tiempo real para enviarse a la Ciudad de México y tomar decisiones. Informaciones que hoy se desconocen, pese a la insistencia de los padres y madres de los estudiantes por conocerla.

El narco y las Escuchas de Chicago

En Chicago, Juan Pablo Vega Cueva, alias “Transformer” se dedicaba a coordinar el trasiego de heroína y cocaína desde Iguala dentro del cártel Guerreros Unidos. Su contacto en México era Arturo Martínez quien operaba para ocultar las drogas en buses comerciales de pasajeros que viajaban de Guerrero a Illinois. Este grupo tenía controladas a las Policías Municipales de la zona así como al Ejército, como se lee en el Informe de la Presidencia de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa.

En la primera entrega de las “Escuchas de Chicago”, dadas a conocer por The New York Times; las charlas entre miembros de Guerreros Unidos evidenciaron que la cooperación militar con el cártel iba desde la dotación de armas a la organización, hasta el encubrimiento y apoyo logístico para mantener a los rivales fuera de Iguala.

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La noche de Iguala

La noche del 26 de septiembre, cerca de 80 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa tomaron cinco autobuses comerciales para dirigirse a la Ciudad de México y conmemorar la marcha anual del 2 octubre en memoria de los estudiantes asesinados y desaparecidos en 1968. Ese mismo destino se repetiría esa noche, pero a las 9:20 pm los normalistas aún no lo sabían, como tampoco sabían que uno o alguno de los buses que tomaron venían cargados de heroína perteneciente a Guerreros Unidos. Esa acción encendió de inmediato la alerta dentro del cártel y la reacción para detenerlos fue violenta y orquestada de la mano de las autoridades.

Como describe Forensic Arquitecture, cuatro de los cinco autobuses tomados salieron en dirección al norte de Iguala. A la 9:30 pm, a unas cuantas cuadras de la estación y del Pelotón de Información, un policía de Iguala intentó bloquearles el paso a los cuatro buses y disparó al aire para amedrentarlos. Tras las detonaciones, el bus Estrella de Oro 1531 se desvió hacia el Este de la ciudad y dejó huir al resto hacia el norte. Sin embargo, metros más adelante, justo en la calle Juan Álvarez, a la 9:40 pm, nuevamente tres buses fueron interceptados por policías municipales de Iguala y Cocula que comenzaron a rafagearlos por varios minutos, hiriendo a dos estudiantes al momento. Ninguno de los normalistas iba armado.

El Estrella de Oro 1531

Mientras tanto, el bus 1531 que tomó camino al Este fue interceptado a la misma hora, 9:40 pm, sobre la carretera Chilpancingo-Taxco por cuatro patrullas de la policía de Iguala justo debajo de un puente ubicado frente al Palacio de Justicia.

El chofer de ese autobús registrado con la identidad clave de “GJR”, dijo en su declaración ministerial del 8 de abril de 2015, a la que Animal Político tuvo acceso, que a la altura del Palacio de Justicia patrullas le bloquearon el camino.

“Aproximadamente veinte policías se bajaron de la patrulla, la mayoría encapuchados, se escuchaban detonaciones y, me poncharon las llantas con navajas y gritaron y dijeron “LOS VAMOS A MATAR A TODOS” y se me acercó un policía encapuchado y me dijo “HASTA A TI TAMBIÉN HIJO DE LA CHINGADA” y me puso la pistola en el pecho por la ventanilla, y dijo “ABRE LA PUERTA” y les abría la puerta y los mismos estudiantes la cerraban … los policías comenzaron a arrancar ramas de los árboles del boulevard y con esas ramas rompieron las ventanillas y los faros del autobús y rompieron la ventanilla de la puerta de servicio con piedras, de hecho con la piedra que rompieron la ventanilla me pego en la cadera, y los estudiantes decían que quien tuviera celular con cámara grabara lo que estaba pasando”.

Los policías comenzaron a rociar a los estudiantes y al chofer con gas pimienta hasta que desesperado el conductor decidió lanzarse por la ventana. “…al tiempo de caer abajo me empezaron a golpear los policías, y yo les decía que era el conductor del autobús y aun así me siguieron pegando hasta que uno de ellos les dijo que ya me dejaran, entre todos me agarraron de la camisa y me arrastraron, me llevaron a una patrulla, de la cual no vi su número ya que estaba muy oscuro, me colocaron en la parte de atrás con un policía custodiándome”.

Mientras los oficiales entraban al bus, el chofer escuchó desde el interior del camión a un estudiante exclamar: “¡ya me chingaron!” y luego el sonido de un balazo “por lo que supongo que un policía le dio un tiro”, dijo el conductor.

Los alumnos fueron arrastrados fuera del autobús y tendidos sobre la calle mientras continuaban azotándoles la cabeza con palos. Cerca de 12 y 14 estudiantes malheridos comenzaron a ser subidos a las bateas de las patrullas sin que cupieran todos, recuerda el chofer. Así que estudiantes y policías esperaron por casi 50 minutos la llegada de policías del municipio vecino de Huitzuco para seguir subiendo jóvenes.

“Desde la patrulla pude observar cómo iban bajando poco a poco a los estudiantes y, los estaban golpeando brutalmente con unos palos en la cabeza, y los que podían caminar los subían a la patrulla y los que no podían caminar entre dos policías los arrastraban y los aventaban a las patrullas, uno de los policías le dijo a otro, ya no caben en la patrulla y el otro dijo “NO IMPORTA, AHORITA VIENEN LOS DE HUITZUCO”, declaró el chofer con clave GJR.

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El Ejército sabía

Minutos después del ataque a los cuatro camiones, una lluvia de inquietantes llamadas telefónicas entraron al C-4 describiendo la situación. La bitácora de llamadas realizadas la noche del 26 de septiembre, que Animal Político publica por vez primera y que se desprenden del Reporte 2683889, suscrito por el teniente coronel Octavio Othon López Pérez, señalan que durante 17 minutos el Ejército y trabajadores de dicho centro, supieron en tiempo real lo que sucedía con los alumnos de la calle Juan N Álvarez sin enviar elementos militares. Es decir, decidieron no hacer nada.

A las 9:53 pm la operadora Yolanda del C-4 tomó una llamada donde le solicitaron una ambulancia para un joven herido por arma de fuego. Le hablaban desde la escena del crimen donde los tres buses parados en Juan N. Álvarez acababan de ser baleados. Un minuto después, Yolanda recibió otro reporte rogándole celeridad con la asistencia “ya que indican que se escuchan detonaciones de arma de fuego”.

A pocos segundos de las 10 pm otra llamada más inquietante entró al C-4. “Le acaban de disparar a una persona y tiene la lesión en la cabeza”, describe el reporte “pase el reporte a la policía”, solicitaba otra alerta tan solo un minuto después.

La súplica parecía una petición absurda, dado que la corporación policiaca que solicitaban era quien precisamente los estaba embistiendo a balazos.

Eduardo Mota Esquivel

El soldado de infantería, OBI y miembro del Pelotón de Información, Eduardo Mota Esquivel, fue instruido por su superior, el teniente Joel Gálvez Santos para que se dirigiera a la carretera que conducía a Chilpancingo, donde se hallaba el Estrella de Oro 1531, para verificar un “autobús abandonado que al parecer tenía estudiantes”, según consta en su declaración ministerial del 3 de diciembre de 2014.

Vestido de civil tomó su motocicleta personal y sin acompañantes se dirigió solo al Palacio de Justicia. Al llegar, observó el autobús de la empresa Estrella de Oro rodeado inicialmente por cinco patrullas. Dijo haber estado de incógnito para evitar ser descubierto y observar que los estudiantes se mostraban “agresivos” y aseguró no escuchar disparos de armas de fuego ni presenciar que los policías detonaran sus armas, contrario a lo dicho por el chofer.

Según el militar, había un ambiente pacífico. Nada de gas pimienta ni palazos secos en el cráneo. En su declaración, Mota Esquivel agrega que vio bajar a algunos estudiantes del autobús por lo que tomó cuatro fotografías con su celular, a tiempo que supuestamente fue sorprendido por los policías municipales que rodeaban el bus. Así que decidió esconderse detrás de la maleza y dejar su motocicleta entre los matorrales para huir del sitio. Declaró que regresó caminando al 27 Batallón de Infantería ubicado a casi tres kilómetros o 50 minutos a pie. El soldado argumentó que luego de ser descubierto no pudo ver hacia dónde se dirigieron las patrullas con los estudiantes desaparecidos. Sin embargo, su decisión de retirarse iba en contra de sus funciones como OBI, consistentes de “recabar información” en cualquier circunstancia.

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Foto tomada del OBI donde se logra ver el autobús Estrella de Oro rodeado de las patrullas. Esas patrullas se llevaron minutos más tarde a los estudiantes.

A las 10:30 pm, después de esperar 50 minutos a que llegaran los refuerzos policiacos del municipio de Huitzuco, el resto de estudiantes malheridos del camión Estrella de Oro 1531 fueron subidos a las bateas de esas patrullas y llevados a Huitzuco, según observó el chofer.

“En ese momento me pude percatar que llegaron más patrullas, las cuales eran de color azul con blanco y, subieron a los demás estudiantes, de ahí yo vi que se fueron rumbo a Huitzuco”, declaró, “a mí me llevaron a una casa de dos pisos de color blanco con portón negro, que se encontraba a quince minutos de donde me agarraron siendo en el centro, al llegar al lugar me sentaron entre dos policías encapuchados, y salió un señor con camisa blanca y pantalón negro, el cual se veía con el cuerpo de una persona que hace ejercicio, tenía una voz con acento de la zona, gruesa, de aproximadamente cuarenta años y, dijo el señor pues llévenselo también ya saben a dónde, y se fue caminando hacia su camioneta, la cual no pude ver bien y, les grito “DEJENLO QUE SE LARGUE”, y me dijeron los policías “YA OISTE CABRÓN, PELATE”, por lo cual me heche a correr sin saber a donde”.

Luego de caminar por 50 minutos, Mota Esquivel llegó al 27 Batallón y le reportó lo visto a su teniente Gálvez Santos, según su ampliación de declaración ministerial en junio de 2016, de modo que también aprovechó para decirle a su superior que su moto particular se había quedado en medio de la maleza a unos metros del bus 1531.

Antes de la medianoche, los normalistas del bus 1531 habían sido retirados del Palacio de Justicia sin saber su paradero.

Sin embargo, las nuevas pruebas obtenidas por el Animal Político confirman que Mota Esquivel mintió en sus declaraciones. De acuerdo con la geolocalización de su teléfono celular, el militar se conectó a la antena Margaritas-Palacio de Justicia, ubicada en las inmediaciones del autobús Estrella de Oro 1531 entre las 9:59 PM y 11:28 PM. Eso quiere decir que estuvo durante una hora y media en el lugar, justo en el momento en el que el chofer y los estudiantes de ese bus fueron golpeados, baleados, subidos a patrullas y llevados a lugares hasta hoy desconocidos. Mota Esquivel no hizo nada de lo que dijo en su declaración ministerial y hasta la fecha ha preferido callar.

Testigo clave

De acuerdo con un testimonio recogido recientemente en la carpeta de investigación de la FGR, al que Animal Político tuvo acceso, un testigo que acudió al juzgado ubicado en las instalaciones de la Policía de Iguala, observó en la pantalla de uno de los guardias una fotografía de varios estudiantes sentados en el patio de la corporación, sin recordar la hora en que sucedió. La Unidad Especial de Investigación y Litigación para el Caso Ayotzinapa de la FGR investiga si a este sitio fueron llevados algunos de los normalistas para ser entregados a Guerreros Unidos.

José Rodríguez Pérez, el coronel de Infantería

Hacia la medianoche José Rodríguez Pérez, la máxima autoridad militar en Iguala, ya tenía suficiente información de lo que sucedía con los normalistas. De acuerdo con su ampliación de declaración ministerial de 2017, Rodríguez reconoció que personal militar bajo su mando estaba desplegado en el C-4; que dos OBIS le habían informado a las 10 PM sobre el estudiante herido de bala en Juan N. Álvarez y las detonaciones en el Centro de Iguala. Igualmente aceptó estar enterado de la detención del autobús 1531 y justificó su inactividad debido a que sus subalternos le reportaron que “no habían observado ningún delito”, que “los estudiantes se encontraban realizando disturbios” y que las autoridades municipales “estaban ejerciendo sus funciones”. Lo que sí dijo fue desconocer la existencia de disparos, pese a que los reportes del C-4 que recibió informaban de un estudiante herido de bala.

Su rango le permitía tomar decisiones a criterio, por lo que supuestamente esa noche decidió no salir del 27 Batallón desde las 8 pm del 26 de septiembre hasta las 3 am del 27 de septiembre, pese que Iguala se desangraba.

A medianoche, se limitó a ordenar únicamente que el grupo “Fuerza de Reacción” hiciera recorridos por Iguala y buscarán la moto de Mota Esquivel.

Esta versión la respaldó incluso el exsecretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, al sostener que los militares permanecieron acuartelados y que la única noticia que tuvieron sobre el ataque a los estudiantes fue la llamada telefónica del entonces secretario de Seguridad Pública de Iguala, Felipe Flores Velázquez, en la que dijo tener “todo controlado”, sin existencia de disparos. Remarcar la falta de detonaciones era clave para los militares, según las declaraciones revisadas para este reportaje.

El coronel Rodríguez Pérez supuestamente regresó a la cama a dormir para despertarse con la grave noticia. Esa misma versión también la acuerpó Cienfuegos Zepeda, quien dijo en entrevista televisada que la Fuerza de Reacción “regresó alrededor de las diez y media de la noche” al 27 Batallón, luego de atender un accidente en la carretera de Iguala ocurrido en la mañana. Y sumó: “no hay ninguna omisión, no hubo omisión, ni tampoco acción en contra de nadie”.

Rodríguez Pérez mintió como Mota Esquivel y como el exsecretario de la Defensa Nacional. Contrario a lo que dice su declaración, esa noche sí salió del 27 Batallón. La prueba a la que pudo acceder Animal Político sobre el seguimiento a la conexión de su teléfono indica que este coronel estuvo conectado con su celular Telcel a la antena telefónica Nicolás Bravo entre las 10:26 pm y las 10:27 pm, la cual se ubica en el Centro de Iguala. Lo que significa que la entonces máxima autoridad militar en Iguala sí estuvo fuera del batallón y sí estuvo cerca de los hechos, pues dicha antena lo ubica a seis cuadras de las instalaciones de la Policía y a 14 cuadras de los tres autobuses de Juan N Álvarez, minutos después de haber sido baleados.

Actualmente Rodríguez Pérez se encuentra sujeto a un proceso penal por delincuencia organizada, y uno de los elementos probatorios más significativos es su seguimiento a través de su celular, así como por omitir en documentos y en sus declaraciones ministeriales, estar enterado desde las 9:48 pm de la balacera contra el convoy de buses en la calle Juan N Álvarez , de acuerdo con una de las carpetas de investigación.

José Martínez Crespo, el capitán OBI

A medianoche del 27 de septiembre, el capitán segundo de infantería, José Martínez Crespo salió del 27 Batallón con el grupo “Fuerza de Reacción”, integrado por dos camionetas y catorce elementos de guardia, entre los que iba Mota Esquivel. De acuerdo con la declaración de Martínez Crespo presentada ante la extinta PGR el 14 de octubre de 2014, el coronel Rodríguez Pérez le indicó hacer “patrullamientos” o recorridos en Iguala luego del reporte que Mota Esquivel dio al regresar caminando al Batallón. Le dieron “la orden de no confrontar al personal de estudiantes” y recuperar la moto que su compañero había olvidado en las inmediaciones del Palacio de Justicia. Según su versión, la prioridad era esclarecer el paradero de la motocicleta más que investigar el caso de los estudiantes.

Los testimonios de varios de los militares del grupo de Fuerza de Reacción que abandonaron el 27 Batallón esa noche no coinciden sobre la razón de su salida. La primera declaración ministerial de Mota Esquivel solo menciona que salió a patrullar, pero es hasta la ampliación de su declaración, 10 meses después, que sostiene que salió “a patrullas y a recuperar mi motoneta”.

Según Martínez Crespo a las 12:40 am tomó dirección al Palacio de Justicia y pudo percatarse que el camión Estrella de Oro 1531 aún estaba ahí “con vestigios de haber sido apedreado, con las llantas ponchadas, con las ventanas rotas, sin ninguna persona a bordo y el servicio de grúas “nava” realizando maniobras para remolcarlo”. Esperó 10 minutos hasta que retirarán el bus y continuó su “patrullamiento” en búsqueda de la moto, misma que no encontraron en la maleza, donde fue presuntamente abandonada, de acuerdo con su declaración ministerial ampliada.

Es así que los 15 elementos de la Fuerza de Reacción se habrían dirigido a las instalaciones de la Policía Municipal a buscarla. Al llegar, Mota Esquivel no se bajó a rastrear su propia moto, sino que lo hicieron sus superiores Martínez Crespo en compañía del subteniente Fabián Alejandro Pirita Ochoa, quienes después de cinco minutos regresaron diciendo que tampoco se hallaba ahí.

Aquella visita a la corporación policiaca no parecía tener como fin buscar una moto, por eso los fiscales que interrogaron a esos militares les preguntaron si su presencia en las instalaciones había sido para verificar si ahí estaban los estudiantes, lo cual negaron rotundamente. Según el Ejército su intención siempre fue preguntar por la motocicleta.

Posteriormente se movilizaron al Hospital Cristina.

A primera hora del 27 de septiembre, sobrevivientes de los tres buses rafageados en la calle Juan N Álvarez llegaron al Hospital Cristina. Edgar Andrés Vargas era uno de ellos, que sangraba profusamente de la boca luego de que una bala le destrozara el paladar.

Diez minutos después llegaron Martínez Crespo y Mota Esquivel a brindar atención a cerca de 20 normalistas, quienes al verlos presuntamente les ofrecieron ayuda llamando a ambulancias y tratándolos con “respeto”, según los militares.

Sin embargo la versión de los estudiantes es diametralmente contraria. Un alumno sobreviviente dijo que los militares los amenazaron con armas, y Martínez Crespo les espetó “¡Que los iba a entregar a los municipales! ¡Que así como tenían huevos para hacer su desmadre, los tuvieran para enfrentar a esa gente!”. Mota Esquivel volvió a sacar su celular y tomó dos fotografías a los jóvenes heridos, como él declaró. El alumno Andrés Vargas sostiene que no recibió ayuda médica por parte de los militares, sino que tuvo que salir huyendo ante el temor de sus amenazas.

Lo cierto es que la Fuerza de Reacción estuvo en los escenarios principales donde ocurrieron los hechos previamente reportados en el C-4 y nunca “encontraron una anomalía” contras los estudiantes.

Martínez Crespo y las Escuchas de Chicago

La implicación del capitán Martínez Crespo no solo se restringe a su inacción en la desaparición de los 43 estudiantes, sino que gracias a la última entrega de las “Escuchas de Chicago” dadas a la fiscalía en junio de 2022 y a las que Animal Político accedió, se obtuvieron dos fragmentos en los que presuntamente se vincula al cártel Guerreros Unidos con el militar.

En la primera transcripción fechada el 1 de abril de 2014, el lugarteniente del cártel en Iguala, Arturo Martínez le pregunta a Pablo Vega sobre la relación de Martínez Crespo con la organización.

¿Usted sabe su nombre completo, de Crespo?”, le pregunta Martínez y antes de que conteste Vega, le envía dos mensajes más. “El militar, porque dicen que ya lo cambiaron el que estaba aquí en mi pueblo, y el que llegó, dicen que es a toda madre. Primo, ¿no sabe?”. A lo que el líder contesta con una simple y determinante respuesta: “Sí, es amigo”.

En otra comunicación, el capo de Guerreros Unidos conversa con una persona identificada como “Jaguar”, sobre un malentendido en el que creen el “Capi del 27 (Batallón) va a ser detenido, pero se consuelan al saber que no se trata de “el compa del 27 Batallón”.

Martínez Crespo actualmente se encuentra procesado por vínculos con la delincuencia organizada y desaparición forzada.

El presidente y los militares

La defensa de los militares del 27 Batallón ha sido respaldada no solo por el exsecretario Cienfuegos Zepeda, quien dirigía la Sedena en 2014 y quien promovió de coronel a general a Rodríguez Pérez un año después de la desaparición de los estudiantes, sino también por el exsecretario, Luis Crescencio Sandoval González. Este último defendió a Martínez Crespo ante López Obrador, calificándolo como un “hombre institucional” en un oficio filtrado por Guacamaya Leaks.

Sin embargo, las “Escuchas de Chicago” llevaron al expresidente Andrés Manuel López Obrador a cambiar su postura, admitiendo en su más reciente informe que “algunos miembros del Ejército Mexicano” están involucrados en la desaparición. No obstante, aseguró que esto no afecta la imagen de la institución en su conjunto. Sin embargo, las fuerzas armadas operan bajo una cadena de mando y subordinación claramente establecida en la Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.

Pero para el expresidente, hasta sus últimos días al frente del gobierno, las Fuerzas Armadas sufren de una “campaña de desprestigio” y de acusaciones“sin fundamentos”.

“El señalamiento al Ejército, sin pruebas, me produce mucha desconfianza y sostengo que podría obedecer a un afán de venganza de personas o instancias del extranjero para debilitar a una institución fundamental del Estado mexicano”, apuntó en su último reporte dirigido a los padres de los normalistas.

“Podría acusarse de omisión a los militares que estaban enterados de actos de violencia ocurridos en Iguala, y sin embargo no actuaron para evitar abusos de autoridad y salvar la vida de los jóvenes; pero sobre su participación directa en este crimen, hasta ahora no se ha encontrado absolutamente nada”.

Los padres y representantes de los desaparecidos le recriminaron al expresidente López Obrador haber creado “otra verdad histórica”.

Ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se ha comprometido a que su gobierno trabajará “para alcanzar la verdad” en el caso Ayotzinapa. Una promesa incumplida por su antecesor y que los padres y madres de los normalistas desaparecidos esperan haga realidad.

Animal Político

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