Cuando en un equipo los egos son muy elevados los choques son inevitables y la magnitud de los encontronazos tiene que ver con el volumen de poder que ostenten los involucrados.

En política vemos ese tipo de choques continuamente, en todos los niveles, como ahora nacionalmente entre el presidente López Obrador y su creación Claudia Sheinbaum y localmente entre la candidata a gobernadora Rocío Nahle y el gobernador Cuitláhuac García.

El Presidente, que entre otros defectos tiene un ego muy grande, le aguantó a su candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, que le declarara a El Universal que no habrá teléfono rojo entre Palacio Nacional y el rancho de AMLO y que “la que va a gobernar soy yo”.

Dicho sea de paso eso casi nadie lo creyó, pues López Obrador no solo ha tejido una gran red de poder que trascenderá su sexenio sino se ha encargado de que se sepan sus intenciones, aunque públicamente declare que se retirará por completo.

Lo que ya no le aguantó es que durante el debate no defendiera los supuestos resultados de su gobierno y a sus hijos de las acusaciones de corrupción, mandándole mensajes vía La Jornada y en la mañanera.

Es de suponerse que Sheinbaum, de quien es notoria su incomodidad -para decirlo suavemente- por los grilletes impuestos, ya tomó nota y buscará suavizar y remediar lo provocado por su estrategia de no defensa a su jefe. Seguramente la perdonarán, pues no se trata de cambiar candidata a estas alturas, sino que no olvide quién manda, ni ahora ni después.

Y en Veracruz lo que se ve es que ya no hay forma de conciliar entre quien se va dentro de poco y quien llegará, si es que puede ganar.

El distanciamiento era algo conocido desde hace tiempo, pero ahora ya no lo ocultan.

Rocío Nahle tuvo injerencia en el gobierno veracruzano hasta que el pasado secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, con la anuencia del Gobernador, le corrió a sus recomendados de las secretarías y de otros puestos clave, y le empezó a pelear al tú por tú la candidatura a la gubernatura. En otras palabras, hasta que la quisieron hacer a un lado para relevar a Cuitláhuac.

Ya candidata la exsecretaria de Energía empezó a ordenar a los funcionarios del Gobernador y a la vez a hacerlos a un lado, a pocos con cierta diplomacia, a la mayoría de malas maneras.

Lo último fue el maltrato, o puede decirse humillación, que le hicieron al dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, a quien mandaron como suplente en la lista de candidatos a diputados locales.

Ni modo, a aceptar la humillación, pues según lo recordó el expresidente Ruiz Cortines, la política es el arte de comer sapos sin hacer gestos.

Y ahí están la candidata y su gente de confianza y los cuitlahuistas, mordiéndose, pero tratando de aparentar -no lo logran- que van juntos.

Mientras tanto la pelea por la gubernatura cada vez está más cerrada, la candidata cometiendo más errores y la gente de Cuitláhuac con el Jesús en la boca por lo que pueda suceder en su contra si gana… ¡su candidata!