Descubren que la obesidad materna aumenta el riesgo de que sus descendientes desarrollen cáncer de hígado y otras enfermedades hepáticas y lo vinculan a la transmisión de una microbiota intestinal alterada de la madre obesa al hijo
La obesidad constituye un grave problema de salud pública global que en 2022 ya afectaba a mil millones de personas –una de cada ocho–, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que también puede tener graves consecuencias a largo plazo, ya que un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE) y los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG) ha encontrado que la obesidad materna incrementa el riesgo de enfermedades hepáticas y cáncer de hígado en la descendencia.
Para estudiar cómo influía el exceso de peso de la madre en el desarrollo de este tipo de patologías en sus descendientes los investigadores emplearon un modelo animal y descubrieron que este riesgo era significativamente mayor en los hijos de madres con obesidad, y que una de las principales causas de esto era la transmisión de una microbiota intestinal alterada, que desencadena una enfermedad hepática crónica que se manifiesta en la edad adulta.
La comunidad científica ya sospechaba que la obesidad materna altera el equilibrio metabólico del bebé en desarrollo, aumentando incluso el riesgo de cáncer infantil y de cáncer colorrectal, pero se desconoce hasta qué punto. Los hallazgos se han publicado en la revista JHEP Reports y, aunque todavía deben ser confirmados en humanos, representan una señal de alerta para que se tomen medidas que ayuden a mitigar el impacto negativo de la obesidad materna en los niños.
“Queríamos comprender si los hijos de madres con obesidad tenían un mayor riesgo de desarrollar enfermedades hepáticas y mediante qué mecanismos biológicos”, explica Christian Toso, profesor titular en la Facultad de Medicina de la UNIGE y director de la División de cirugía digestiva en el HUG, quien lideró esta investigación. “De hecho, mientras que el riesgo de cáncer de hígado debido a un virus hepático está disminuyendo, las enfermedades hepáticas relacionadas con la obesidad están en constante aumento”.
La obesidad altera la composición y diversidad de la microbiota intestinal
El equipo investigó dos grupos de ratones hembra: el primero fue alimentado con una dieta rica en grasas y azúcares –similar a la comida basura– y rápidamente se volvió obeso. El segundo grupo, el de control, recibió una alimentación normal. Todos sus descendientes fueron alimentados con una dieta normal y no presentaron sobrepeso. La única diferencia, por lo tanto, era la obesidad materna del primer grupo.
“A las 20 semanas, que corresponde a la adultez en humanos, no pudimos detectar diferencias notables”, explica Beat Moeckli, cirujano junior e investigador en el equipo del profesor Toso, el primer autor de este trabajo. “Sin embargo, a las 40 semanas –una edad avanzada en ratones– la salud hepática del primer grupo comenzó a deteriorarse. Todos los parámetros de la enfermedad hepática –depósitos de grasa, fibrosis e inflamación– eran significativamente más altos en los descendientes de madres con obesidad. Y estos son los principales factores de riesgo para el cáncer de hígado en humanos”.
Para confirmar si estos ratones tenían un mayor riesgo de desarrollar cáncer de hígado, el equipo inyectó a dos grupos de ellos con un producto oncogénico justo después del destete. De hecho, la descendencia de madres obesas tenía un 80% de riesgo de desarrollar cáncer, en comparación con el 20% del grupo de control. “La obesidad de la madre tiene, por lo tanto, un impacto mucho después del nacimiento de su descendencia, que parece heredar una microbiota disfuncional a pesar de sus propias condiciones de vida”, señala Beat Moeckli. “La obesidad altera la composición y diversidad de la microbiota de la madre, que se transmite a la siguiente generación y persiste a lo largo de la vida”.
“Vemos un claro efecto de la microbiota en el riesgo de desarrollar cáncer de hígado, indicando su papel central en la transmisión del riesgo de enfermedad de madre a hijo”
Sin embargo, al colocar ratones de ambos grupos en la misma jaula, los científicos observaron una normalización de la microbiota. Como los ratones son coprófagos (comen sus heces), rápidamente comparten las mismas cepas microbióticas. De esta forma, la diversidad bacteriana aumentó, favoreciendo a las buenas bacterias. Como resultado, la microbiota saludable prevalece de manera natural y el marcador de la enfermedad hepática disminuyó drásticamente. “Vemos un claro efecto de la microbiota en el riesgo de desarrollar cáncer de hígado, indicando su papel central en la transmisión del riesgo de enfermedad de madre a hijo”.
Una alimentación basada en comida basura fomenta la proliferación de bacterias perjudiciales y reduce la diversidad bacteriana en el intestino. Esta microbiota alterada que se transmite al nacer conduce a una mayor inflamación en el hígado y, con el tiempo, genera fibrosis y esteatosis hepática (una presencia excesiva de grasa), que a su vez aumentan el riesgo de desarrollar cáncer de hígado. Normalizar la microbiota también normaliza el riesgo de cáncer.
Estos datos provienen de un estudio con un modelo animal en un entorno altamente controlado, por lo que para aplicarlos en un contexto clínico es necesario confirmarlos previamente en humanos bajo condiciones de la vida real. La primera etapa consistirá en un estudio epidemiológico basado en grandes cantidades de datos obtenidos del seguimiento de madres y sus hijos a lo largo de varias décadas. “Sin embargo, ya sabemos que es posible modificar la microbiota, por ejemplo, mediante el uso de probióticos. Destacar la importancia del microbioma representa un primer paso hacia nuevas terapias”, concluyen los científicos.
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