Mucho que se hablado y escrito sobre el tema de las llamadas reformas constitucionales que propuso el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador y que ya se encuentran en comisiones del Congreso para su análisis y presentación ante el pleno de los diputados federales.

Como también es un hecho, que por contar con la mayoría de legisladores de MORENA y sus partiditos aliados, lo más seguro es que fueran aprobadas en esa instancia.

Pero todavía tienen que ser analizadas y votadas en el Senado de la República, en donde Morena no cuenta con la mayoría.

Lo cierto es que se trata de un paquete de iniciativas que -en la teoría- deberían de beneficiar a ciertos sectores de la población.

Pero como seguramente, al final no serán aprobadas, entonces saldrá a la luz el verdadero motivo por el cual se presentaron hasta faltando un cuarto para las doce, para que termine la actual administración federal.

Entonces ya podrá decir el presidente López Obrador -una y otra vez en sus conferencias mañaneras- ya ven, nosotros queríamos beneficiarlos, pero los conservadores de la oposición quieren seguir con sus privilegios y por eso no las aprobaron.

Aunque ese sea también un razonamiento falaz, porque nadie ni ningún legislador podría oponerse a que se otorguen mayores beneficios a los trabajadores, del magisterio, fuerzas armadas, o del sector salud.

Lo que pasa es que no se ha dado una respuesta creíble a la pregunta fundamental para la aplicación de esas reformas constitucionales:

¿De dónde van a salir esos miles y miles de millones de pesos que se requieren para poder hacerlas realidad?

Con los recursos que se dice van a ser recuperados de distintas dependencias gubernamentales, como el Instituto Nacional para Devolverle al Pueblo lo Robado -que ya fue saqueado también por funcionarios de la 4T- o las ¿ganancias? Que dejen el Tren Maya o el Aeropuerto Felipe Angeles- que todavía no funcionan.

La otra es quitarle a la Suprema Corte de Justicia los fideicomisos que tienen, aunque falta que se vayan a dejar que se los quiten.

Nada más les faltó poner que con la venta de gasolina, de la refinería de Dos Bocas, que triplicó el costo de su construcción y esta es la bendita hora que no produce un litro de combustible, pero eso sí, millonarias ganancias para los constructores.

Son reformas electoreras, que de antemano se sabe que no van a ser aprobadas por el Senado.

Pero que permitirán decir y proclamar: nosotros queríamos darles más a los pobres, pero los neoliberales no nos dejaron.

Pero entonces, la otra pregunta es, porque no en lugar de ponerse a derrochar miles de millones de pesos en obras faraónicas del sexenio, que hasta la fecha no funcionan, esos recursos no se destinaron para -desde el inicio de este gobierno federal- aprobar esas reformas constitucionales, que ahora se presentan en tiempos electorales.

Una vez más, se pretende darnos gato por liebre.

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