Los azotes o cachetes como forma de castigo empeoran la capacidad cognitiva de los niños, según una investigación reciente realizada por científicas estadounidenses

El castigo físico se considera cada vez más una forma de violencia que perjudica a los niños. Así lo refleja la reciente evidencia científica, que sugiere que la forma de castigar de algunos padres, como un cachete o un azote puede tener efectos negativos en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños.

De hecho, sendas investigaciones han examinado en numerosas ocasiones el impacto del castigo corporal en la infancia, toda vez que varias organizaciones profesionales y de salud pública han abogado en contra de su uso.

En este sentido, un nuevo estudio realizado por investigadoras de la Old Dominion University (EE UU) y publicado en la revista Child Abuse & Neglect, ha reafirmado que este tipo de reprensión tiene consecuencias negativas sobre el desarrollo de los menores.

En concreto, señalan las autoras del estudio, “los azotes a niños de 5 años se asocian con un menor control inhibitorio y una menor flexibilidad cognitiva a los 6 años”. Estos efectos se observaron incluso cuando los tortazos se dan con poca frecuencia.

Investigaciones previas ya habían relacionado el castigo físico con las habilidades de la función motora de los niños, -aunque con ciertas limitaciones a la hora de diferenciar entre las características de aquellos que recibían azotes y los que no-, por lo que este fue el punto de partida para el equipo científico.

Para ello, realizaron un seguimiento desde el jardín de infancia hasta la escuela primaria de aproximadamente 18.170 niños, con datos recogidos por el Centro Nacional de Estadísticas Educativas del Departamento de Educación de Estados Unidos.

“Comprobamos que hay una relación de causa-efecto entre los azotes y las posteriores habilidades de la función motora de los niños”, en palabras de las responsables de la investigación. Antes de llegar a esta conclusión, las investigadoras examinaron si influye la frecuencia e intensidad de los azotes, y posibles atenuantes (sexo del niño, raza/etnia de los padres y afecto de los padres).

En la misma línea, vio la luz en 2021 una revisión de estudios publicada por la revista The Lancet que vino a corroborar que este tipo de violencia -como el azote en el culo o una bofetada-, es dañino para el desarrollo y el bienestar de los niños.

“Algunos padres pegan a sus hijos porque creen que hacerlo mejorará su comportamiento. Pero nuestra investigación encontró evidencia consistente para determinar que el castigo físico no mejora el comportamiento de los críos, sino que lo empeora”, como aseveró la autora principal del estudio, Elizabeth Gershoff, de la Universidad de Texas en Austin (EE UU).

Esta revisión vino a resumir los hallazgos de 69 estudios longitudinales centrados en Estados Unidos, Canadá, China, Colombia, Grecia, Japón, Reino Unido, Suiza y Turquía, con el fin de informar a los profesionales y a los responsables políticos sobre los resultados de estas reprensiones.

“El castigo físico pronostica sistemáticamente un aumento de los problemas de conducta de los niños y no se asocia con ningún resultado positivo a largo plazo”, en palabras de estos expertos.

Por este motivo, y teniendo en cuenta que “los azotes son perjudiciales para los niños”, los investigadores creen que hay razones coherentes y de peso para que se tomen las oportunas medidas políticas.

Respeto a la infancia

Estos resultados se suman a los de otras investigaciones que han demostrado que esta forma de violencia se asocia con un menor rendimiento cognitivo en los niños, en tanto que puede afectar negativamente a su capacidad para aprender, concentrarse o resolver problemas.

Asimismo, este tipo de reprimendas también se ha relacionado con problemas de salud mental, incluyendo ansiedad, depresión y agresión. Además, según los expertos, el empleo de azotes o cachetes puede afectar negativamente a la calidad de la relación entre padres e hijos, generando miedo, desconfianza y dificultades en la comunicación.

Por todo ello, desde las asociaciones profesionales, se ha promovido el uso de estrategias disciplinarias positivas y basadas en el refuerzo positivo como alternativas al castigo físico. Estas incluyen la comunicación efectiva, el establecimiento de límites claros y la aplicación de consecuencias no violentas.

En España, el castigo físico en el hogar está prohibido en términos generales. La legislación española reconoce los derechos fundamentales de los niños y establece medidas para protegerlos contra cualquier forma de violencia o trato cruel.

La Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, en su artículo 19, establece que “los menores tienen derecho al respeto de su integridad física, psíquica y moral, y en particular, tienen derecho a ser educados sin el uso de castigo físico o tratos degradantes”.

Además, España ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que prohíbe la violencia y el trato cruel, inhumano o degradante contra los niños en todos los entornos, incluido el hogar. La legislación y los tratados internacionales subrayan la importancia de garantizar la protección y el bienestar de los niños.

En este contexto, varias organizaciones, entre las que destacan la American Academy of Pediatrics (AAP) o la Organización Mundial de la Salud (OMS), han reiterado su postura en contra del castigo físico y han abogado por enfoques disciplinarios que sean respetuosos y efectivos.

muyinteresante.es

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