Los inesperados giros de la vida han terminado por desnudar completamente a Fernando Manzanilla Prieto como lo que siempre ha sido: un simulador, un vendedor de humo y un mercader de espejismos.

En 2010, el camaleónico político se vendió como un “gran estratega electoral”, pero lo que tuvo para triunfar fue a un extraordinario candidato y, él sí, un sagaz animal político: Rafael Moreno Valle.

La amistad de muchos años entre los dos, primero, y la relación familiar -fueron cuñados-, después, le valieron para estar cerca y hablarle al oído.

Pero terminó rompiéndose esa relación, por traiciones y excesos -es una de las versiones- de Fernando.

Aquel lejano año 2010, lo que son las cosas, derrotaron a Alejandro Armenta, quien comandaba al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Puebla y tuvo un pésimo candidato, Javier López Zavala.

Armenta sufrió y lloró aquel sonoro fracaso. Y asumió la responsabilidad que le correspondió.

Ahora, Alejandro Armenta, como protagonista, dio una paliza a Manzanilla, como fallido estratega del diputado federal Ignacio Mier.

La vida le permitió al primero cobrar las afrentas del pasado del segundo.

Finalmente, Fernando Manzanilla terminó por exhibirse como una farsa.

No es un estratega electoral.

Tampoco es el gran spin doctor de la política nacional y ni siquiera de la poblana.

No es el “condecorado general” de los war rooms, que él quisiera ser.

Hasta el viernes pasado en que llevó al naufragio a su asesorado en Morena, Fernando Manzanilla había sabido venderse como un ideólogo de victorias.

Pero todo había sido falsificado en la percepción.

En 2018, estuvo en el equipo de campaña de Miguel Barbosa.

Luego fue secretario de Gobernación en el gobierno interino de Guillermo Pacheco Pulido.

Pudo hacer la transición a la administración del propio Barbosa, cuando ganó la elección extraordinaria.

Por supuesto que Manzanilla metió la mano en ese proceso de 2019.

Pero si recuperamos los números, en realidad y a pesar de la gran marca que fue Morena y de que Barbosa compitió prácticamente contra candidatos testimoniales, perdió muchos de los votos que había sumado apenas un año antes.

Ya también como su secretario de Gobernación, Barbosa se dio cuenta de que Fernando Manzanilla Prieto era un simulador.

Lo terminó expulsando de Casa Aguayo.

Por la puerta trasera.

Con deshonra.

Tan dados a dejarse impresionar, muchos políticos poblanos veían con veneración a Fernando Manzanilla, eficaz y eterno “engañabobos”.

El cuento del Harvard boy y del ideólogo del morenovallismo le sirvió para hacer negocios y conseguir posiciones.

Ese mismo mito lo llevó a ser el coordinador de la bancada en San Lázaro del ya desaparecido Partido Encuentro Social (PSE), al arranque de la LIV Legislatura (2018-2021).

No se le recuerda un solo cabildeo importante.

Ha sabido saltar de liana en liana con equipos ganadores, pero hoy sabemos que sin aportar nada esencial.

Buena parte de los méritos que obtuvo en varias campañas fueron en realidad de otros operadores, como Eukid Castañón.

Llegó al equipo de Nacho Mier presumiendo grandes relaciones nacionales.

Ninguna pudo comprobarse.

Ninguna, en caso de que realmente existan, pudo ayudar a su aspirante, para convertirse en candidato.

Quiso crear la ilusión de que tenía relaciones directas con la presidenciable Claudia Sheinbaum.

Falso.

Así lo registraron las redes sociales, cuando hace unas semanas intentó acercársele en un mitin Morelos, sin éxito.

Fue invitado por un grupo de aspirantes de esa entidad, pero ni la mano de la virtual candidata pudo estrechar.

Manzanilla fue el “genio” que aisló a Ignacio Mier de los grupos políticos locales, a los que siempre ninguneó, y quien minimizó la participación, el peso y la voz del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina en la decisión del candidato a la gubernatura.

Ya se vio quién jugó mejor, con menos soberbia y mejor estrategia. Véase si no la celebración -porque eso fue- de este fin de semana alrededor de Alejandro Armenta, en la que estuvieron prácticamente todos quienes se sumaron a su proyecto vetando el de Ignacio Mier.

En resumidas cuentas:

La condición de vendedor del humo de Manzanilla ha quedado a la vista.

Incluso a los ojos de muchos de quienes caminaron al lado de Ignacio Mier y acabaron detestando al gran operador.

A lo largo de casi tres lustros supo acercarse a los grupos de poder.

A los equipos triunfadores.

Y es que en donde hay dinero se aparece.

Pero no es un gran estratega.

Si no, que también le platiquen al aspirante nacional Adán Augusto López Hernández, quien terminó decepcionado y defraudado de la “operación” en Puebla.

Fernando Manzanilla está lejos de ser un político sólido.

Él mismo es un espejismo.

Simulación pura.

Su hoja de vida lo delata.

Sus derrotas lo han marcado.

Para siempre.