La actual sucesión del gobernador sería la que más pasiones ha desatado, acaso más que la de Miguel Alemán e incluso que la de Murillo Vidal.
La de Alemán, en 2004, provocó la salida de Yunes Linares del PRI y el muy apretado triunfo de Fidel Herrera sobre el entonces panista Gerardo Buganza.
Ambas historias son impactantes, pero lo que se vive actualmente ha desatado pasiones muy negativas, de las que ya vemos consecuencias pero que seguramente sus efectos más fuertes serán con el correr de las semanas y meses.
La descomposición abarca a todos los grupos políticos, opositores y en el poder.
En el PAN llevan años divididos. Por un lado, los Yunes Azules, disminuidos porque tienen la presión presidencial que apenas los deja asomarse, y por el otro, los enemigos de los Yunes, como los grupos que encabezan Guzmán Avilés o Julen Rementería, que a su vez se repelen pero solo los une su malquerencia a los Yunes. Esta situación, en el actual proceso, se ha ahondado.
En el PRD sucede lo previsible tras la salida de la cárcel del exdirigente Rogelio Franco. El actual dirigente, Sergio Cadena, tiene la presión de Franco, quien se siente traicionado, tanto porque no recibió apoyo estando en prisión como porque su “alumno” ya no le quiso regresar los restos de la organización. Cadena ha resultado malo para revivir al PRD y bueno para sacarle el poco jugo que le queda al Sol Azteca, desatando más enconos.
En el PRI la división crece pues Marlon Ramírez, dirigente estatal, está en la posición de que sin él, el PRI termina de morir y no habrá quien pueda llevar adelante el proceso electoral.
Y en Morena, dando por adelantado que volverán a ganar la gubernatura (ahora saben perfectamente lo que eso significa) están cerca de destrozarse.
Primero se le fueron encima al diputado Sergio Gutiérrez a quien lo menos que le hicieron fue insultarlo. Al delegado de Bienestar, Manuel Huerta, también se le fueron encima, lo bloquearon y lo exhibieron.
Y todo terminó de descomponerse cuando Patrocinio Cisneros ya no pudo ni quiso ocultar su deseo de ser el candidato, generando una pelea de todos contra todos hasta que dio el manotazo Rocío Nahle y jaló para su bando al resto de funcionarios de importancia del Gobernador.
En medio de eso hay acusaciones de todo tipo, golpes, auditorías, destituciones y hasta amenazas, para ahora haber señalamientos tan severos como los lanzados por Huerta contra el gobierno de Cuitláhuac.
Por eso, subalternos que observan a sus jefes directamente involucrados en la guerra sucesoria han llegado a exclamar ¡van a terminar matándose!
Ya no son los tiempos de principios del siglo pasado, cuando la Mano Negra fue el brazo ejecutor para matar al gobernador electo (1920) Manlio Fabio Altamirano, pero por el bien de ellos y de Veracruz, que ya no merece más agitación, alguien debe pararlos y encauzar por vías más civilizadas el proceso sucesorio.