El segundo y definitivo golpe asestado a Patrocinio Cisneros en “la mañanera” del presidente fue cortesía, ni más ni menos, que del propio tabasqueño, después de enterarse por sus informantes en Veracruz que Cuitláhuac García había dado la cara por él, y aún así, parecía no importarle.
AMLO es un hombre que necesita estar muy enojado para castigar fuerte en su conferencia a alguno de sus morenistas, tengan o no trato directo con él. Cisneros no merecía, en su juicio, ser crucificado o ametrallado aún, pero “la tercera sería la vencida”, y apenas iba la segunda.
El asunto contra el secretario de gobierno en Veracruz se dio, también, porque AMLO quiso dejar claro que nadie del gabinete estatal está por encima de Cuitláhuac García, aunque el propio mandatario le hubiera tendido la mano a Cisneros.
AMLO sentenció con un solo comentario (en junta previa a su conferencia), que a muchos en Veracruz los colocó o palomeó él, pero que en el caso de Cisneros se trató de la petición de una buena amiga a la que no pudo negarle la anuencia.
“Y ahora resulta que defraudó la confianza de quien lo recomendó y la desconoce”, dijo alguien en la mesa. “Hay muchos así, ahí tienes el caso de Ricardo Mejia”, mencionó otro, “que en Coahuila quiso utilizar al jefe como trampolín y le salió todo mal”.
Me hacen saber en Palacio Nacional que si el secretario de gobierno veracruzano desacata (nuevamente) el mensaje presidencial, podría correr la suerte de Ricardo Mejia, actúe o no con el permiso del gobernador García. Veremos qué ocurre.
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