Hace dos meses el presidente decidió que algunos integrantes de su movimiento (particularmente los más rijosos y propensos al conflicto), se sacrificaran por la 4T e hicieran “el trabajo sucio”, el que no se puede hacer deliberadamente siendo mandatario.

Uno de los más propensos (y con sólido historial de generar revueltas a través de manifestaciones), es el gobernador de Veracruz. En esa lista también se encuentra Layda Sansores, mandataria de Campeche, además de los senadores Félix Salgado Macedonio y César Cravioto, así como sus compañeras Citlalli Hernández y Rocío Abreu.

Este distinguido grupo de morenistas, junto a Martí Batres (actual mano derecha de Claudia Sheinbaum), son lo que AMLO y Adán Augusto consideran “carne de cañón” y dignos elementos de choque, “utilizables” bajo la etiqueta discursiva de “actuaron por iniciativa propia”.

Cuitláhuac García ya realizó frente a la SCJN parte de lo que mejor hace desde sus tiempos de estudiante, situación que en breve podrían replicar (en otros frentes y contra otros organismos), el resto de los morenistas de “alto golpeteo”, aquellos que no temen perder popularidad (pues realmente nunca la han tenido).

“Es la marca de la casa y saben llevar dicho estandarte con dignidad”, me dijo una persona instalada en Bucareli, en las instalaciones de la secretaría de gobernación. “Cuitláhuac inició y en breve se vendrá el resto, uno por uno, apenas truene los dedos el presidente, son buenos peones”.

Hay morenistas que hacen estrategia y otros tantos que efectúan “el trabajo sucio”, donde entra ese puñado de elementos detallado líneas arriba, donde también encaja Ignacio Mier, actual titular de la Jucopo en la legislatura federal.

Son el “grupo de choque” consentido de AMLO; no brillan tanto por sus ideas o inteligencia, pero sí por su forma de armar revueltas. Ahí está su utilidad.

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