Científicos han demostrado que las abejas melíferas conservan una memoria de los elementos paisajísticos lineales dominantes en su zona de origen, como canales, carreteras y lindes.

Cuando son transportadas a una zona desconocida, buscan elementos locales de este tipo, comparan su trazado con la memoria y vuelan a lo largo de ellos para buscar el camino de vuelta a casa. Esta estrategia de navegación es similar a la que siguieron los primeros aviadores.

En los primeros tiempos del vuelo humano, antes de la invención de las primeras radiobalizas y sistemas electrónicos terrestres, y de los modernos GPS, los pilotos solían navegar siguiendo carreteras y vías férreas, es decir, siguiendo elementos lineales del paisaje a ras de suelo que guían hacia un destino de interés.

Un siglo de investigación ha demostrado que las abejas melíferas son navegantes por excelencia. Pueden orientarse por su olfato, el sol, el patrón de luz polarizada del cielo, los puntos de referencia verticales que sobresalen del panorama y, posiblemente, el campo magnético de la Tierra. También aprenden de forma inteligente, son capaces de reconocer asociaciones entre recuerdos dispares para generalizar reglas.

Ahora, los científicos han demostrado que las abejas melíferas tienden a buscar el camino de vuelta a casa orientándose en relación con los elementos lineales dominantes del paisaje, igual que los primeros pilotos. Los resultados se muestran en Frontiers in Behavioral Neuroscience.

El Dr. Randolf Menzel, profesor emérito del Departamento de Neurobiología de la Universidad Libre de Berlín y autor principal del estudio, explicó: «Aquí demostramos que las abejas melíferas utilizan una «memoria de navegación», una especie de mapa mental de la zona que conocen, para guiar sus vuelos de búsqueda cuando buscan su colmena empezando en una zona nueva e inexplorada. Los elementos lineales del paisaje, como canales de agua, carreteras y bordes de campos, parecen ser componentes importantes de esta memoria de navegación.»

Menzel y sus colegas capturaron 50 abejas melíferas buscadoras de alimento experimentadas y les pegaron un transpondedor de 10,5 mg en el lomo. A continuación, las soltaron en una nueva zona de prueba, demasiado alejada para que las abejas la conocieran. En la zona de pruebas había un radar que podía detectar los transpondedores a una distancia de hasta 900 metros. El punto de referencia más notable de la zona de pruebas era un par de canales de riego paralelos que discurrían de suroeste a noreste.

Cuando las abejas se encuentran en un territorio desconocido, vuelan en círculos exploratorios en distintas direcciones y distancias, centradas en el punto de liberación. Con el radar, los investigadores siguieron el patrón exacto de vuelo exploratorio de cada abeja entre 20 minutos y tres horas. Durante el experimento, las abejas volaron hasta nueve metros por encima del suelo.

Los investigadores habían recogido recolectores de cinco colmenas: la zona de residencia alrededor de las colmenas A y B se parecía a la zona de prueba en cuanto al número, anchura, longitud y ángulo de los elementos lineales del paisaje, especialmente los canales de riego. La zona de campeo alrededor de las colmenas D y E era muy diferente en este aspecto, mientras que la zona de campeo alrededor de la colmena C tenía una similitud intermedia con la zona de prueba. Otros puntos de referencia por los que se sabe que las abejas melíferas encuentran su camino, como horizontes estructurados o elementos verticales que sobresalen, estaban ausentes en la zona de prueba.

Menzel et al. simularon primero dos conjuntos de patrones de vuelo aleatorios, centrados en el punto de liberación y generados con algoritmos diferentes. Dado que los patrones de vuelo observados eran muy diferentes de éstos, los investigadores concluyeron que las abejas melíferas no realizaban simplemente vuelos de búsqueda aleatorios.

A continuación, los investigadores utilizaron estadísticas avanzadas para analizar la orientación de los vuelos y su frecuencia de sobrevuelo de cada bloque de 100 x 100 metros dentro del área de prueba. Demostraron que las abejas pasaban una cantidad desproporcionada de tiempo volando junto a los canales de riego. Los análisis mostraron que éstos seguían guiando los vuelos exploratorios incluso cuando las abejas se encontraban a más de 30 metros de distancia, la distancia máxima desde la que las abejas melíferas son capaces de ver tales elementos del paisaje. Esto implica que las abejas los mantenían en su memoria durante periodos prolongados.

«Nuestros datos demuestran que las similitudes y diferencias en la disposición de los elementos lineales del paisaje entre su zona de origen y la nueva zona son utilizadas por las abejas para explorar dónde podría estar su colmena», afirma Menzel.

Es importante destacar que los algoritmos de aprendizaje automático mostraron que los canales de riego de la zona de prueba eran los más informativos para predecir los vuelos exploratorios de las abejas de las colmenas A y B, menos para las abejas de la colmena C y menos para las abejas de las colmenas D y E. Esto sugiere que las abejas conservaban una memoria de navegación de su zona de origen, basada en elementos lineales del paisaje, e intentaban generalizar lo que veían en la zona de prueba a su memoria para encontrar el camino de vuelta a casa.

«Los animales voladores identifican este tipo de estructuras extendidas del terreno en una vista aérea similar a un mapa, lo que las hace muy atractivas como estructuras de guía. Por tanto, no es sorprendente que tanto los murciélagos como las aves utilicen puntos de referencia lineales para navegar. Basándonos en los datos aquí presentados, concluimos que las estructuras alargadas del suelo también son componentes destacados de la memoria de navegación de las abejas melíferas», concluyen los autores.

Fuente: europapress.es