Por Yair Ademar Domínguez
La política, lo ha dicho con mucha sabiduría el presidente Andrés Manuel López Obrador, requiere de saber, de distinguir qué es una escaramuza, qué es una batalla, qué es una guerra. Así, como el estratega que ha sido, el mandatario mexicano se ha referido a quienes con intrigas han pretendido enfrentarlo con Estados Unidos o con los grupos políticos adversarios en nuestro país.
Su gobierno, lo ha dicho también con mucha claridad, tiene un escudo protector que se llama el pueblo de México. Sí, miles de hombres y mujeres que han creído en él, no de ahora sino desde hace muchos años, cuando se inició en las batallas de la política, hasta llegar a la presidencia de la República desde donde ha emprendido la cuarta gran transformación de nuestro país.
Mis comentarios salen a colación mientras en el Polyforum Cultural Siqueiros un grupo de “notables” presentan su proyecto “Punto de partida” para recomponer al país. Ahí entre ellos, el priista Francisco Labastida Ochoa, la panista María Elena Medina Mora, José Woldenberg, Patricia Mercado y Dante Delgado, el ex gobernador veracruzano que salió de la cárcel de Pacho Viejo no por inocente sino porque sus delitos prescribieron.
Hay algunos otros personajes reconocidos, notables, todos con el legítimo derecho de expresarse, pero ¿dónde estaban todos ellos cuando este país se hundía por el despiadado neoliberalismo que se imponía para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres? Todos ellos o la gran mayoría de ellos, cómodos en sus cátedras, veían cómo el país se hundía y callaban como momias.
Ahora resulta, que para llevarle las contras a la Cuarta Transformación, para detener el desarrollo del país, porque a muchos de ellos se les acabaron los privilegios, esos mismos que protegían con su silencio, presentarán un documento de 50 cuartillas para plantear un México en paz y con desarrollo; igualdad y calidad de vida; prosperidad, marginación y discriminación, globalización y medio ambiente, y harán un llamado a construir “Un Solo México”.
¿Qué nos podrá decir, por ejemplo, Dante Delgado Rannauro, quien siendo gobernador de Veracruz se enriqueció con empresas constructoras de su propiedad? ¿Qué les podría decir, por ejemplo, en Xalapa, a quienes les vendió condominios en Xalapa 2000, construidos sobre terrenos que les sigue poniendo en riesgo su vida? Muchos otros de los firmantes han tenido puestos clave en la administración pública y ¿qué de bueno hicieron, cómo abonaron a la construcción de un mejor país? No, sólo sirvieron a un grupo de poder y a sus propios intereses y ahora quieren aparecer como héroes, criticando al gobierno que vino a cambiar de raíz los problemas de nuestro país.
Por eso este lunes el presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en que no les hará el caldo gordo a quienes no tienen ideales, ni principios, ni luchas por causas justas, sino que se han conducido con individualismo, racismo y clasismo. “Que sigan su camino y nosotros a hacer lo nuestro, seguir trabajando, para el bien del pueblo, hasta para ellos, en el sentido de que si nos va bien a los mexicanos nos va bien a todos”.
“¿Qué empresario se puede quejar de que esté perdiendo, comerciante que esté perdiendo, banquero que esté perdiendo? Aquí hay libertades y se permiten negocios, desde luego sin corrupción, ni con ganancias razonables, lo que no se permite es que roben, que siga la corrupción. Si fuésemos, como dicen, arbitrarios, ya hubiéramos cancelado todos los contratos que hicieron con la llamada Reforma energética”, indicó.
Los mexicanos y los veracruzanos debemos estar atentos a los coletazos del dinosaurio, del monstruo de mil cabezas que se niega a morir. El canto de las sirenas de la corrupción es atractivo y tiene miles de disfraces. Un día puede venir disfrazado de ropaje religioso, otro con el halo del empresariado y uno más de “grandes intelectuales”. El pueblo, que es sabio, ya no se deja engañar y sabe distinguir entre los falsos profetas de nuestra sociedad.
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