El desdén de la élite gubernamental por la labor de investigación y su visión centralista y conservadora de la labor académica e intelectual se han articulado finalmente en una iniciativa de reforma para desmantelar el sistema de fondeo y promoción de la ciencia y la tecnología en México.

Federico Rubli Kaiser describe este acontecimiento y lo discute en un artículo de El Economista del 20 de diciembre de 2022.

El diario La Jornada, en varios artículos, aclara la motivación ideológica del proyecto calificando a la ciencia mexicana como neoliberal, emprendedora o simplemente capitalista.

Estos términos adquieren la calidad de insultos en quienes añoran el Gulag, el Muro de Berlín y planes quinquenales forjados en el crisol del absurdo.

En paralelo con el proyecto legislativo, aumenta la denostación de la ciencia y la academia de México desde el trono privilegiado de la inmunidad oficialista.

Las razones que aduce el líder de la élite en el poder son banales cuando son inteligibles y revelan la mencionada nostalgia por el auge del marxismo y sobre todo por el control priísta de cualquier componente del aparato productivo y del quehacer intelectual.

Tanto en la Alemania de la preguerra como actualmente en Estados Unidos y en México, las democracias parlamentarias se han visto acosadas desde dentro.

Los operadores de las autocracias en ciernes atacan sistemáticamente a los hombres y mujeres que laboran en investigación.

Esto se debe a que los científicos no deben alinearse con ideología alguna en el diseño de hipótesis, la conducción de experimentos, el trabajo de campo y la obtención de resultados y conclusiones.

Los investigadores son piedras punzantes en los zapatos de los autócratas que se irritan al no poder reclutar la lealtad de los pensadores profesionales.

Si un dictador dice que no hay pandemia pues nadie debe decir que hay pandemia.

Posteriormente, los gobiernos totalitarios proceden a desmantelar los sistemas que administran y promueven la labor científica. La investigación resultante pasa a ser parte del catálogo de los dicterios populistas de los gobiernos autocráticos.

Algo similar pasó en la Unión Soviética y en la Europa socialista de la posguerra, aunque sus sistemas de gobierno no surgieron de democracias reventadas desde dentro sino de la revolución y la conquista de países como Polonia y Checoslovaquia.

Sin embargo, la nostalgia que demuestra la élite gubernamental y sus sicofantes por la investigación dirigida que imperaba durante el marxismo socialista, no solamente es anacrónica, sino que se informa de una noción utópica en cuanto a inexistente.

Quienes viajamos a dar conferencias científicas a países detrás de la Cortina de Hierro durante la hegemonía soviética o en tiempos cercanos a su disolución, recordamos que las academias y grupos científicos insistían en pagar emolumentos a los ponentes que invitaban a sus congresos.

Solamente el deporte, la danza y la música eran más aspiracionales y generaban más consideraciones que las ciencias, especialmente las experimentales.

El desarrollo de ciencia que resultase en manufactura era importante para la URSS, pues de otra manera su economía permanecería atada a la extracción de combustibles fósiles y la sobreexplotación de la agricultura en Ucrania y Georgia. Podemos verificar que Rusia ni siquiera pudo desarrollar tecnología militar competitiva pues es imposible avanzar en las ciencias en ausencia de independencia intelectual y de libertad.

En los países dirigidos por autocracias, los resultados de la investigación misteriosamente se alinean con los deseos del gobierno. Así sucedió en la URSS.

En este punto de la historia resulta absurda la subsistencia de un sistema autocrático pseudorreligioso como el comunismo que comparte métodos y praxis con el neofascismo europeo y estadounidense.

Los ataques de Donald Trump a las instituciones y hombres y mujeres de prestigio en los ámbitos de las ciencias experimentales son indistinguibles de los ataques del líder oficialista de México a quienes hacen ciencia “neoliberal”.

El discurso y los métodos del gobierno actual tristemente no siguen por completo el ideario del socialismo autoritario, se parecen más a los de la Alemania de los años 30 del siglo pasado.

El capítulo 11 del libro Nazi Science, de Mark Walker, parece profetizar el devenir del aparato científico en cualquier autocracia.

Los métodos para llegar al control ideológico de la ciencia descritos en otros capítulos del libro podrían ser firmados por el Presidente en turno.

Lo que está salvando al país es la existencia de la prensa libre, aunque los ataques a ésta ya constituyen un crimen de Estado.

Es importante analizar punto por punto la entrevista de Maria Elena Alvarez-Buylla que apareció en el diario del gobierno La Jornada a mediados del año pasado y es obligación del gobierno el definir qué es y cuáles son ejemplos de ciencia neoliberal.

La transparencia solo es posible cuando se puede definir tanto la aspiración como la prohibición o los objetivos de denuesto.

Dado su disgusto por la ciencia neoliberal, el presidente y sus expertos se abstendrían de beneficiarse de los productos de la ciencia neoliberal; no más teléfonos celulares ni subirse a aviones guiados por GPS, no utilizar vacunas basadas en ARN o ADN, no investigar el genoma de ninguna planta o animal pues tal elucidación emana del neoliberalismo rampante, no utilizar productos de organismos genéticamente modificados como la insulina ni vacunas contra ciertos tipos de cáncer y no utilizar los métodos más avanzados de resonancia magnética nuclear.

Ahora bien, dado que Juárez no era marxista sino liberal al estilo de John Locke, no deben usar productos de ciencia producida bajo ningún régimen capitalista. No pueden subirse a autos ni trenes e imagino que tampoco a ese invento demoníaco de la revolución industrial, el tren.

Sospecho que ya han empezado a experimentar con este componente de la llamada Pobreza Franciscana con los infantes a quienes han privado de agentes antimitóticos utilizados contra el cáncer.

Ahora es tiempo de predicar con el ejemplo hasta las últimas consecuencias y rehuir que les administren opioides neoliberales de última generación.

Buena suerte.

*Pedro Prieto Trejo es doctor y científico, con diversos reconocimientos, exvicerrector de Investigación del Tec de Monterrey, Biochemistry and Nutitrion de Virginia Tech. Actualmente ejerce en Estados Unidos.

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