La ciencia siempre se las arregla para lograr cosas fascinantes, e, incluso, consideradas imposibles para el ser humano.
Sin embargo, remitirse al pasado a veces no es una idea muy agradable. Es sabido para muchas personas que algunos de los logros y avances científicos que existen en la actualidad tienen pasados muy oscuros y perturbadores.
Esta situación causa que, en ciertos casos, haya un dilema moral que ponga en entredicho los beneficios de los avances en el campo científico a costa de pruebas y experimentos para nada aceptados en las distintas sociedades del mundo. Uno de estos ejemplos tiene nombre propio.
Vladímir Demikhov es conocido por ser uno de los grandes pioneros en el campo de trasplante de órganos.
Sin embargo, es recordado principalmente por haber sido el científico que logró darle vida a un perro con dos cabezas. Esto fue posible gracias a sus constantes trabajos de trasplantes en animales, lo cuales despertaron su curiosidad, haciendo que fuera experimentando cada vez con más canes.
El principio de todo
Demikhov hizo parte del cuerpo médico del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, y era el encargado de hacer trasplantes de órganos vitales como los pulmones o el corazón (que, en aquel entonces, ya eran posibles).
Pese a ello, esta rama de los procedimientos quirúrgicos era muy mal vista por el mundo en aquel entonces. No obstante, el temperamental Iósif Stalin, cabeza visible de la entonces Unión Soviética, confió de forma secreta en estas intervenciones, por lo que apoyó la construcción de laboratorios secretos en donde se pudieran experimentar con órganos humanos y animales.
En el año 1960, Demikhov publicó su primer artículo científico sobre la trasplantología, el cual fue la piedra angular de estudios sobre esta ciencia en el futuro, al punto de que, con el paso del tiempo, fue saliendo de la clandestinidad.
El perro de dos cabezas
La revista ‘Life’ viajó a la Unión Soviética en el año 1959 para presenciar uno de los experimentos más ambiciosos que el doctor Demikhov alguna vez haya hecho.
Dicha prueba consistía en unir la cabeza y las patas delanteras de un perro al cuerpo de otro, esto para crear el primer can bicéfalo en la historia. Todo fue registrado por la revista en un artículo llamado ‘El perro de dos cabezas de Rusia’, publicado en la edición del 20 de julio de 1959.
“Demikhov dijo que el perrito era una perra de 9 años llamada Shavka. ‘Shavka -explicó- se cortará para la parte de la cabeza del invitado. El anfitrión está allí’. Señaló la mesa de operaciones donde un gran mestizo yacía inerte bajo la narcosis. Alrededor de su cuello y hombros había un área afeitada similar a la banda alrededor de la cintura de Shavka. Mientras Shavka seguía ladrando al azar. Demikhov dijo que no había registro del origen del perro grande. Era solo un pastor alemán recogido en las calles por el perrero. Demikhov lo llamó Brodyaga o Vagabundo, y señaló que, de hecho, era un perro afortunado. Ya conoces el dicho: dos cabezas piensan mejor que una”, redactó Edmund Stevens, corresponsal de la revista en Moscú para aquel entonces.
Fue ahí cuando el doctor y sus asistentes se pusieron manos a la obra. El proceso comenzó con una incisión en el cuello de Brodyaga, esto con el objetivo de poder ver la vena yugular, la aorta y una parte de la columna vertebral.
Acto seguido, hicieron dos agujeros en la parte ósea de una de las vértebras del animal y pusieron allí dos hilos de plástico. Este paso duró un total de 40 minutos, según registró ‘Life’. En ese momento, ya era hora de ‘dormir’ a Shavka.
“Goriainov (uno de los asistentes de Demikhov) hizo la incisión, enrollando con cuidado la piel de Shavka. Luego, él y Demikhov, blandiendo hábilmente el bisturí, la aguja y el hilo, procedieron con un dolor infinito a exponer los pequeños vasos sanguíneos, dibujando un apretado nudo de hilo alrededor de cada uno de ellos mientras tallaban gradualmente más profundamente los órganos vitales de Shavka. Finalmente, Demikhov cortó la columna vertebral” continuó Stevens.
El resultado: el cuerpo de la pequeña perra partido en dos mitades, dejando expuestos todos los órganos vitales y vasos sanguíneos. El siguiente paso fue conectar la parte delantera del cuerpo de Shavka al cuello de Brodyaga.
“Ahora comenzaba la tercera y más crítica fase del trasplante. Los vasos sanguíneos principales de la cabeza de Shavka tenían que estar perfectamente conectados con los vasos correspondientes del perro anfitrión”, mencionó más adelante el corresponsal en Moscú.
“Ahora comenzaba la tercera y más crítica fase del trasplante. Los vasos sanguíneos principales de la cabeza de Shavka tenían que estar perfectamente conectados con los vasos correspondientes del perro anfitrión”, mencionó más adelante el corresponsal en Moscú.
En varias fotos tomadas por la revista se puede ver como ambos canes pueden alimentarse y beber agua con aparente normalidad, sin embargo, la alegría duró poco, pues ambos perros fallecieron al cabo de un mes.
Efectos colaterales
El éxito de este experimento supuso toda una revolución médica, al punto de que se formó otra de las llamadas ‘carreras científicas’ entre los soviéticos y los estadounidenses.
El científico norteamericano Robert White se inspiró en el logro de Demikhov, creando así un experimento muy parecido: hacer un trasplante de cabeza de un mono hacia el cuerpo de otro. El éxito también fue inmediato.
Pese a que ambos simios tenían la mitad del cuerpo totalmente paralizado, eran capaces de oler, sentir, comer y seguir objetos con la vista. Sin embargo, ambos murieron nueve días más tarde.
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