Lo que sabemos hasta ahora de las burbujas de Fermi es que son dos estructuras con forma de esfera (o más bien elipsoidal) que se extienden a lo largo de 25.000 años luz (cada una) en los lados norte y sur de nuestra galaxia.

Si lo viéramos desde un punto de vista tradicional terrestre, unas especies de fronteras de la galaxia que emiten rayos gamma.

La estructura abarca más de la mitad del cielo visible, desde la constelación de Virgo hasta la constelación de Grus, y puede tener millones de años.

Un estudio reciente realizado por un investigador de la Universidad Metropolitana de Tokio ha arrojado algo de luz sobre estas enigmáticas estructuras.

En un artículo publicado recientemente en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, Yukata Fujita dio cuenta de su análisis de estas estructuras. A través de simulaciones por ordenador, comprobó que las burbujas habían sido creadas por viento emanado del centro de nuestra galaxia.

Fujita comprobó que la interacción entre vientos emanados del centro de nuestra galaxia y el halo de gas que la rodea, interacción que describe como un “shock inverso”, era la única que generaba el patrón de temperaturas observable en estas burbujas.

Las simulaciones del profesor Fujita consideraron vientos de salida rápida del agujero negro inyectando la energía necesaria en el gas que rodea el centro de la galaxia. Comparando con los perfiles medidos, encontraron que había una buena probabilidad de que las burbujas de Fermi fueran producidas por los vientos de flujo rápido, soplando a 1000 km por segundo durante 10 millones de años. Estos no son vientos como los experimentaríamos en la Tierra, sino corrientes de partículas altamente cargadas que viajan a altas velocidades y se propagan a través del espacio. Estos vientos viajan hacia afuera e interactúan con el «gas halo» circundante, causando un «choque inverso» que crea un pico de temperatura característico.

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