Los cerebros con niveles más altos de vitamina D podrían tener una mejor función cognitiva, según investigadores de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos. En concreto, en su estudio, publicado en Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association, señalan que los adultos con tasas variables de deterioro cognitivo, que tenían niveles más altos de vitamina D en el cerebro, tenían una mejor función cognitiva.

El estudio ha examinado los niveles de vitamina D en el tejido cerebral de 290 participantes en el Proyecto Rush Memory and Aging, un estudio a largo plazo sobre la enfermedad de Alzheimer que comenzó en 1997. En él, los investigadores evaluaron la función cognitiva de los participantes conforme envejecían, analizando en el proceso las irregularidades en su tejido cerebral después de la muerte.

En este sentido, Sarah Booth, autora principal del estudio, directora del Centro de Investigación de Nutrición Humana Jean Mayer USDA en Aging (HNRCA) en Tufts y científico principal del equipo de vitamina K de HNRCA, considera que esta investigación «refuerza la importancia de estudiar cómo los alimentos y los nutrientes crean resiliencia para proteger el cerebro que envejece contra enfermedades como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias relacionadas».

En todo el mundo se estima que hay 55 millones de personas con demencia, una cifra que podría aumentar con el envejecimiento de la población. Según explican los investigadores en una nota recogida por la universidad, para dar con tratamientos que puedan retrasar o detener la enfermedad es necesario «comprender mejor los factores que pueden causar la demencia».

La vitamina D da apoyo a muchas funciones en el cuerpo, como las respuestas inmunitarias y el mantenimiento de huesos sanos. Esta vitamina se puede obtener de fuentes dietéticas como el pescado graso, leche o jugo de naranja, o la exposición a la luz solar.

«Muchos estudios han implicado factores dietéticos o nutricionales en el rendimiento o la función cognitiva en adultos mayores, incluidos muchos estudios sobre la vitamina D, pero todos ellos se basan en ingestas dietéticas o medidas sanguíneas de vitamina D», explica Kyla Shea, autora principal y profesora asociada de la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de Nutrición en Tufts. «Queríamos saber si la vitamina D está presente en el cerebro y, de ser así, cómo se relacionan esas concentraciones con el deterioro cognitivo».

Así, los investigadores buscaron vitamina D en cuatro regiones del cerebro, dos asociadas a cambios relacionados con la enfermedad de Alzheimer, una con formas de demencia relacionadas con el flujo sanguíneo y otra sin ninguna asociación conocida con el deterioro cognitivo relacionado con el alzhéimer o enfermedades vasculares. Tras esto, observaron que la vitamina D «estaba realmente presente en el tejido cerebral y los niveles altos de vitamina D en las cuatro regiones del cerebro se correlacionaban con una mejor función cognitiva».

Sin embargo, aún no está claro cómo la vitamina D puede afectar la función cerebral. «La demencia es multifactorial y muchos de los mecanismos patológicos subyacentes no han sido bien caracterizados», indica Shea. «La vitamina D podría estar relacionada con resultados que aún no hemos visto, pero que planeamos estudiar en el futuro».

Pero dosis excesivas pueden llegar a ser perjudiciales, tal y como advierten los investigadores. En concreto, la dosis recomendada de vitamina D es de 600 UI para personas de 1 a 70 años, y de 800 UI para personas mayores, y cantidades excesivas pueden causar daños relacionados con el riesgo de caídas.

«Ahora sabemos que la vitamina D está presente en cantidades razonables en el cerebro humano y parece estar relacionada con una menor disminución de la función cognitiva», añadía Shea. «Pero necesitamos investigar más para identificar la neuropatología a la que está vinculada la vitamina D en el cerebro antes de comenzar a diseñar futuras intervenciones».

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