Los albergues para migrantes ubicados en la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California, están desbordados. A los cientos de personas de Centroamérica y Sudamérica que viajan con la intención de pasar a Estados Unidos, se suman los miles de mexicanos que huyen de la violencia del crimen organizado, principalmente de Michoacán y Guerrero.

Familias completas llegan a la frontera para pedir asilo a Estados Unidos, esta vez la movilización nada tiene que ver con el sueño americano: dejan sus casas y sus familias con tal de no ser amenazados, asesinados, extorsionados, levantados o desaparecidos.

En este contexto, el gobierno de México acordó con Estados Unidos recibir a migrantes de Venezuela que entraron al país vecino sin documentos. El trato se hizo sin tener un plan integral de atención humanitaria y sin preguntar a los albergues ni a las autoridades locales si es posible atender a los venezolanos que llegan a territorio mexicano y así evitar una doble crisis migratoria.

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