Durante la pandemia de COVID-19, los anticuerpos tuvieron un especial protagonismo. Usábamos test domésticos para buscarlos y recibimos vacunas para que nuestros cuerpos produjeran más.

En aquel momento, se prestó menos atención a las células B, las células del sistema inmunitario que en realidad producen los anticuerpos. Generan hasta 10.000 por segundo y, después de una infección, pueden permanecer durante años dentro de la médula ósea.

Una empresa de biotecnología con sede en Seattle (EE UU) asegura que la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE UU (FDA, por sus siglas en inglés) ha acordado permitirle avanzar con el primer estudio en humanos de un nuevo tipo de terapia génica, utilizando células B modificadas genéticamente. La compañía, Immusoft, planea usar las células B para tratar una rara enfermedad hereditaria denominada MPS-1.

«Me siento 100% satisfecho al afirmar que somos los primeros en obtener luz verde para iniciar los ensayos clínicos», resalta el CEO de Immusoft, Sean Ainsworth.

La idea consiste en diseñar las células B para que fabriquen otras proteínas en vez de los anticuerpos. Para MPS, lo que se necesita es una enzima cuya ausencia provoca síntomas diversos y devastadores.

Los pacientes con esta enfermedad actualmente son tratados con inyecciones semanales de la enzima que falta. Sin embargo, eso no es suficiente para curar la patología por completo. Immusoft insiste en que puede diseñar las células B para producir esta enzima.

Curar la sangre

El tratamiento propuesto para MPS, que se probará en los próximos seis meses en la Facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota (EE UU), es el último ejemplo de un enfoque en el que los investigadores llevan a cabo una terapia génica en las células de la sangre, programándolas genéticamente para funciones completamente nuevas.

La ventaja de usar las células del sistema sanguíneo para añadir nuevos genes al cuerpo de una persona es que se pueden extraer de un paciente, diseñar en el laboratorio y luego volver a introducir a la misma persona por una vía intravenosa.

De las aproximadamente 15 terapias génicas aprobadas por los reguladores en EE UU o Europa, más de la mitad suponen agregar carga genética a las células madre de la médula ósea (que producen todos los glóbulos rojos e inmunitarios) o a los glóbulos blancos llamados linfocitos T.

Según el Instituto Nacional del Cáncer de EE UU, seis tratamientos de terapia génica aprobados para el cáncer de la sangre en EE UU implican la ingeniería de las células T. Otras terapias génicas, como por ejemplo para la enfermedad de células falciformes, consisten en reemplazar completamente la médula ósea de una persona con las células madre sanguíneas corregidas genéticamente.

Hasta ahora, las células B no han recibido la misma atención; de hecho, las versiones modificadas genéticamente nunca se han probado en humanos. Eso se debe en parte a que «la ingeniería de las células B no es tan fácil», señala el profesor de Virginia Tech (EE UU) Xin Luo, quien en 2009 demostró cómo generar células B con un gen añadido.

Ese trabajo inicial, llevado a cabo en el Instituto de Tecnología de California (EE UU, Caltech), investigó si las células podían ser dirigidas para producir los anticuerpos contra el VIH, para convertirse así en una nueva forma de vacunación.

Aunque esa idea no funcionó, las empresas de biotecnología como Immusoft, Be Biopharma y Walking Fish Therapeutics quieren utilizar las células como fábricas moleculares para tratar graves enfermedades raras. «Estas células son potenciales para la secreción de proteínas, por lo que es algo que quieren aprovechar», indica Luo.

Immusoft obtuvo la licencia para la tecnología de Caltech y una primera inversión del fondo de biotecnología de Peter Thiel, Breakout Labs. El fundador de la empresa, Matthew Scholz, quien además es desarrollador de software, predijo audazmente en 2015 que un ensayo podría comenzar de inmediato. Sin embargo, la tecnología que la empresa denomina «programación del sistema inmunitario» no resultó ser tan sencilla como programar un ordenador.

Ainsworth explica que Immusoft primero tuvo que pasar varios años trabajando en las formas fiables de agregar genes a las células B. En lugar de usar los virus o la edición de genes para realizar cambios genéticos, la compañía emplea transposón, una molécula a la que le gusta cortar y pegar segmentos de ADN.

También se necesitó tiempo para convencer a la FDA de que permitiera el ensayo. Eso es porque se sabe que, si el ADN agregado termina cerca de los genes que fomentan el cáncer, a veces puede activarlos.

«La FDA está preocupada si haciendo esto en las células B, eso podría desarrollar una situación de leucemia y es algo que van a seguir muy de cerca», afirma el médico de la Universidad de Minnesota Paul Orchard, que reclutará a los pacientes y llevará a cabo el estudio.

Las fábricas de las células B

El primer ensayo en humanos podría resolver algunas cuestiones abiertas sobre la tecnología. Una es si las células editadas se quedarán a largo plazo dentro de la médula ósea, donde normalmente viven las células B. En teoría, estas células podrían sobrevivir décadas, incluso toda la vida del paciente. Otra duda es si producirán suficiente enzima carente para ayudar a frenar la MPS, que es una enfermedad progresiva.

«No sé si van a tener éxito, pero es emocionante para todos nosotros que hayan obtenido permiso para empezar un ensayo», destaca el investigador Richard James, cuyo laboratorio de la Universidad de Washington (EE UU) también desarrolla enfoques para la ingeniería de las células B.

James indica que una ventaja clave de la tecnología es que las células modificadas no provocarán una reacción inmunitaria. Por el contrario, se cree que cuando las terapias genéticas usan virus para introducir nuevo ADN en el cuerpo, el paciente desarrollará inmunidad al tratamiento. Eso significa que, si estas terapias dejan de hacer efecto, y hay cada vez más indicios de estudios médicos de que eso ocurre, no se podría recibir una segunda dosis.

«Con las células, es posible volver a administrar la dosis sin cesar, porque no son inmunogénicas. Se puede dar al enfermo una cierta cantidad, añadir más o no», explica James. Además, el tratamiento no es tan agotador ni intensivo como reemplazar la médula ósea de una persona.

Si el tratamiento llega a funcionar para MPS, los investigadores ya tienen ideas sobre qué enfermedades podrían ser las próximas. Tiene que ser una condición en la que las proteínas que flotan libremente en la sangre, del tipo expulsado por las células B, marquen la diferencia. Ainsworth resalta que Immusoft está interesado en usar estas células para administrar folistatina, un gen que provoca el crecimiento muscular, como un posible tratamiento para la sarcopenia o desgaste muscular. Otra posible aplicación es producir los factores de coagulación que faltan en los pacientes con hemofilia.

«El éxito sería tener un sistema de administración que sea lo más seguro posible», asegura Orchard. «Tendremos que esperar y ver», concluye.

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