Cuenta la leyenda que la semana anterior, cuando Alejandro “Alito” Moreno vio en el tablero del Congreso que el voto del legislador José Francisco Yunes Zorrilla era en contra de que las Fuerzas Armadas sigan en las calles hasta el 2028 y la Guardia Nacional pase a control del Ejército, se acercó al peroteño para decirle “Pepe; creí que querías ser gobernador”. A reserva de confirmarla, ojalá sea cierta la versión.

A lo largo de 93 años de truculenta existencia, el PRI ha tenido como líderes a todo tipo de sujetos y sujetas: desde connotados bandidos, ladrones y corruptos hasta políticos de primer nivel; hombres y mujeres honestos, inteligentes y visionarios. Le faltaba un traidor y ya lo tiene en la persona de su líder número 55, Alejandro “Alito” Moreno.

A mi que no me venga este señor y los priistas que votaron a favor de la medida (64 en total) con que lo hicieron por amor a México y por la seguridad del país. Votaron así para salvarle el pellejo a Alejandro Moreno que estaba en un tris de ser desaforado e ir a la cárcel por enriquecimiento ilícito. Es decir, compraron impunidad para su jefe a cambio de poner en riesgo al país con la militarización.

Como paradoja, esos 64 priistas ven a José Yunes como la oveja negra porque no se plegó a los designios del líder traidor, pero andan bien norteados. Si algo distingue al peroteño es que siempre ha sido congruente con sus actos.

En contrapunto con lo que piensen esos tricolores, Pepe Yunes no está en contra de las Fuerzas Armadas cuyos elementos han defendido con patriotismo, valentía y a costa de sus vidas la integridad de los mexicanos, sino contra las mentiras de López Obrador.

“El actual Gobierno le ofreció a la ciudadanía que las Fuerzas Armadas volverían a los cuarteles y que resolvería el grave problema de inseguridad que hay en el país. Hoy eso no se ha cumplido y sólo hay un falso debate que no responde a las peticiones del Ejército de un marco jurídico para actuar en materia civil”, dijo este domingo en el puerto de Veracruz.

Tampoco está en contra de que el Ejército siga patrullando el territorio nacional, por el contrario. Dijo que el Ejército debe estar en las calles por la falta de resultados en la conformación de un cuerpo de seguridad civil que le responda a la gente, pero no se debe violentar la ley para tapar los malos resultados del actual gobierno. “Lo que se modificó en la Cámara, fue darle una salida falsa a lo que el Ejército genuinamente demanda y a resolver de fondo el problema real de la gente y así no se resuelve nada”, indicó.

En síntesis, José Yunes actuó con la congruencia, honestidad, decencia y dignidad que han sido sus divisas a lo largo de su carrera política.

En contraste, Alejandro Moreno no vaciló en vender su alma al diablo y el PRI a Morena con tal de salvarse de la cárcel. Si fuera inocente de las acusaciones que le imputan quizá habría actuado con hombría, pero recurrió a la traición porque se sabe culpable.

Una cosa que quedó en claro a una sociedad mexicana que ya no se chupa el dedo, es que ni él ni sus compinches votaron a favor de que el Ejército siga en las calles (ese fue el pretexto), sino para reventar la alianza Va por México. Esa fue la consigna de Palacio Nacional para el campechano. Y el traidor cumplió traicionando.

Pero una vez que pasó el vendaval la pregunta es obligada lector, ¿qué tanta presión aguantaría Pepe de Alito y de Rubén Moreira? Quizá mucha, pero el peroteño votó en consecuencia y salió fortalecido.

Es probable que por eso haya circulado el trascendido, “Creí que querías ser gobernador”.

Si en efecto estas palabras fueron dichas, hay una mala noticia para Alejandro Moreno. Desde el miércoles anterior José Francisco Yunes Zorrilla es un aspirante aún más fuerte al gobierno de Veracruz gracias a su coherencia, a sus principios y a la solidez de sus convicciones.

Y no será un traidor campechano quien eche abajo el deseo de incontables veracruzanos de que en 2024 los gobierne un hombre íntegro, capaz y bien intencionado.

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