A los docentes del país también les costó adaptarse a las clases en línea durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19.
Trabajaron con carencias, debieron innovar en los métodos de enseñanza pese a no recibir capacitación para hacerlo. Algunos expusieron su salud. Otros perdieron su empleo o se enfrentaron a reducciones salariales. Pero todos experimentaron preocupación porque sus alumnos no aprendieran lo suficiente.
Ahora que regresaron a clases presenciales, los martirios de las clases en línea se esfumaron, pero en varios planteles públicos continúan laborando con carencias.
En una escuela multigrado de Nezahualcóyotl, Estado de México, el profesor Aldo Morelos diseñó un plan para los estudiantes que no pueden comprobar que finalizaron el ciclo escolar anterior.
Varios de los padres de sus estudiantes emigraron de comunidades rurales al área metropolitana de la Ciudad de México y, por la pandemia, perdieron sus empleos. Así que regresaron a sus estados de origen por un tiempo.
Para estos alumnos, las clases a distancia fueron más que un reto. Reflejaron las desigualdades con las que viven.
“Desafortunadamente, no todos cuentan con un dispositivo para conectarse a clases y, por otra parte, nos encontramos con padres de familia que no saben leer ni escribir. Todo esto provocó mucha deserción”, explicó el profesor de tercero y cuarto grados de primaria.
Ahora que reiniciaron las clases presenciales y que la pandemia parece controlada, algunas de estas familias volvieron al Estado de México. Pero sus hijos no cuentan con la boleta de calificaciones del ciclo escolar anterior.
“Están llegando con un problema de que en otras escuelas no les otorgaron su boleta. O sea, cursaron un semestre o un trimestre y no les entregaron su boleta. Entonces, lo que nosotros estamos haciendo es un plan para brindarles apoyo, una oportunidad. Ellos vienen, se inscriben en nuestra institución y nosotros, durante un tiempo, claro está, los vamos a tener valorando sus saberes, sus aprendizajes, sus experiencias”, detalló.
Después de esa regularización les aplicarán un examen que ayude a comprobar que tienen los conocimientos para avanzar al siguiente grado educativo.
“Llegaron 20 alumnos nuevos a nuestra institución. Y de esos 20 alumnos, 15 tienen esa problemática de que no tienen la boleta del grado anterior. Los ayudamos para que no pierdan el año escolar y no dejen la escuela, porque para sus papás ya es costoso llevar la educación de sus niños y no quieren que se alargue más su vida escolar”, indicó el profesor.
Las escuelas multigrado y las primarias normales se diferencian en que alumnos de distintos grados estudian en las primeras con un mismo profesor y en la misma aula. Por ejemplo, estudiantes de tercero y cuarto grados comparten clases.
Además, las escuelas multigrado tienen matrículas más bajas que las primarias normales. Sin embargo, los profesores hacen tareas adicionales. Deben preparar actividades y exámenes diferenciados para cada grado.
Por esa razón, las autoridades educativas les otorgaban un bono; pero se los retiraron en agosto de 2021. A la fecha, no solo no lo han pagado de nuevo, sino que a los profesores les descontaron los últimos bonos que les depositaron, afirmó Aldo Morelos.
“Entonces, en enero de 2022, nos llega un descuento y nos comentaron que, debido a la organización de la escuela y a la baja matrícula, el bono iba a ser retirado y todo lo que nos habían pagado de agosto a diciembre nos lo iban a descontar. Entonces, en nuestra primera quincena de ese año, prácticamente no nos dieron nada”, lamentó.
Trabajar en una escuela privada no es garantía de tener derechos laborales. El profesor de matemáticas Ismael Escobar, de 49 años, dio clases en una secundaria privada de Oaxaca durante 12 años.
En 2020, cuando las clases se daban en línea y era difícil lograr el aprendizaje de los alumnos, su salud se complicó. Padece hipertensión arterial y se descontroló.
“De por sí, la experiencia en instituciones privadas es bastante exigente en cuanto a la docencia se refiere. Ya en clases virtuales, sí era un reto muy fuerte, donde, incluso, los chicos no estaban habituados a este ritmo de trabajo ni nosotros como docentes. Entregaban las actividades muy tarde, en la madrugada estaban los chicos enviando actividades, tareas, evidencias. Era interminable, era un mar de información”, recuerda el profesor.
La pandemia interrumpió los procesos educativos en todos los niveles. (Crisanta Espinosa/Cuartoscuro )
A eso se sumaron las exigencias de los padres, de la directiva escolar y el miedo a que él o alguien de su familia se contagiara de covid.
“Quizá fue un momento en el que todo el mundo aprendimos, pero fue demasiado estresante. Para mí fue una experiencia para nada a gusto. Los papás, por otro lado, también tienen una exigencia tremenda. Ellos querían resultados inmediatos y no se daban cuenta que el aprendizaje es un proceso lento, progresivo y que los resultados no son de la noche a la mañana”, explicó.
El estrés y los problemas de salud lo orillaron a renunciar.
“El hecho de la salud, eso repercute en mi ánimo. Es posible que, si la pandemia no hubiese ocurrido, yo continuaría dando clases. Quizá estaría en otra posición, sin abandonar esa vocación que, verdaderamente, a mí me da mucha satisfacción, porque enseñar es un arte y una manera de vivir. Es un aprendizaje y un proceso continuo”, afirmó.
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