En 2004, unos obreros de Norwick, Reino Unido, encontraron los restos de 17 personas en un pozo medieval. Ahora, un equipo de científicos les ha identificado: se trata de un grupo de judíos asquenazi que probablemente fueron víctimas del antisemitismo en el siglo XII.

A partir de registros arqueológicos, documentos históricos y el análisis de ADN antiguo, un equipo de científicos británicos ha puesto fin al misterio y los detalles de su investigación, que se publican hoy en la revista Current Biology, arrojan nueva información sobre la historia de los judíos asquenazi en Europa.

El objetivo principal del estudio era determinar el grupo étnico al que pertenecían los restos, explica Ian Barnes, genetista del Museo de Historia Natural de Londres y autor principal del trabajo.

Durante la investigación, los autores vieron que las víctimas tenían algunos trastornos genéticos que actualmente afectan más a los judíos asquenazi (o ashkenazi, como se conoce a los descendientes de las comunidades judías medievales de Europa central y oriental y cuya lengua propia es el yidis).

Los trastornos genéticos que afectan a ciertas poblaciones pueden surgir en eventos de ‘cuello de botella’, es decir, situaciones que provocan una rápida reducción del número de individuos, lo que puede conducir a grandes saltos en la cantidad de personas que portan mutaciones genéticas raras.

Mediante simulaciones informáticas, los autores demostraron que los restos humanos tenían mutaciones genéticas esperables si las enfermedades fueran tan comunes entonces como lo son ahora en los judíos asquenazi.

Los resultados apuntan a un evento de ‘cuello de botella’ que tuvo lugar hace unos 500 o 700 años y que moldeó la genética de la población judía asquenazi del siglo XII y dio lugar a la actual.

Además, a diferencia de otros entierros grupales, en los que los cuerpos se depositan de manera organizada, los esqueletos de este pozo estaban mezclados de manera extraña, muy probablemente -apuntan los autores- porque fueron arrojados a la fosa poco después de la muerte.

Según el estudio, las víctimas eran seis adultos y once niños que probablemente murieron de hambre, enfermedades o asesinados.

La datación por radiocarbono de los restos sitúa las muertes entre finales del siglo XII y principios del XIII, un período en el que se han documentado gran cantidad de brotes de violencia antisemita en Inglaterra.

Identifican cuello de botella que moldeó el genoma de los judíos asquenazi

Para reconstruir las vidas de estas personas, el equipo analizó el ADN de seis esqueletos con una nueva tecnología que decodifica millones de fragmentos de ADN a la vez y los resultados mostraron que, casi con seguridad, las víctimas eran judíos asquenazis.

De ellos, cuatro estaban estrechamente relacionados y tres eran hermanas: una niña de cinco a diez años, otra de diez a quince años y una adulta joven.

El análisis de ADN también reveló que una de las víctimas era un niño menor de tres años que tenía ojos azules y era pelirrojo, un rasgo que se asocia a los estereotipos históricos de los judíos europeos.

“Fue bastante sorprendente que los restos inicialmente no identificados llenaran el vacío histórico sobre cuándo se formaron por primera vez ciertas comunidades judías y los orígenes de algunos trastornos genéticos”, detalla el genetista evolutivo y coautor Mark Thomas, del University College London.

“Nadie había analizado el ADN antiguo judío antes debido a las prohibiciones sobre la perturbación de las tumbas judías. Pero, nosotros averiguamos esto después de hacer los análisis genéticos”, aclara el investigador.

Después de conocer la identidad de los restos, la comunidad local organizó un entierro judío formal para los individuos.

Barnes y Thomas todavía no saben qué causó directamente la muerte de los 17 individuos, un rompecabezas que el ADN antiguo no puede resolver.

Sin embargo, al trabajar con historiadores locales, arqueólogos y la comunidad, los investigadores ofrecieron nuevos conocimientos sobre la violencia histórica y los orígenes de la población judía asquenazí.

“Cuando estudias el ADN antiguo de personas que murieron hace cientos o miles de años, no sueles trabajar con una comunidad viva al mismo tiempo. Ha sido realmente satisfactorio trabajar con esta comunidad en una historia que es tan importante para ellos, concluye Barnes.

Forbes

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