La ligereza de la madrugada, víctima del alcohol, había hecho a Luna caer en la cama sin importarle que Julián estuviera junto a ella, sin embargo, el sueño se quedó mediocre cuando, en una liviana duermevela, el sobresalto al pensar en Carlos llegó. El tornado de remordimiento en un soliloquio se apoderó de ella preguntándose dónde estaría Carlos, si habría de perdonarla o si era Marlén quien debería perdonar a Julián, pero, ¿cuál era la base del problema si no había pasado nada… aún?

«Yo no soy está carne ni este cuerpo, soy la mente que me culpa por errar, pero ¿por qué culparse por seguir la naturaleza del ser? Es estúpido, no puedo pensar con cordura entre el alcohol y el sueño, entre estas ganas de abrazarlo ahora que lo veo dormir, y es que ¿soy yo quien está soñando el sueño del error? Al final no soy la persona que era, es eso lo que me aprieta en el pecho, lo que me estruje el alma pues no me estoy reconociendo y tampoco tengo en la sangre la intención de hacerlo. Quizá si me hubiera quedado con Marco mi presente sería mejor en el mundo de su lengua sabia y sentada en sus inertes piernas mientras él habla de libros y yo escucho aprendiendo. El preguntarme dónde está ya es irrelevante, cada vez más simple, casi cotidiano. Es como un rezo habitual y monótono en vez de una oración que nace de aquí, del alma que me grita pero yo no escucho, no porque no quiera, es que estoy sorda. Me han ensordecido los amores rotos como Teté.

¡Oh, mi amada Teté! ¡Cuánto quisiera que me contestes de tu voz propia enseñándome por qué el amor no puede ser, por qué Oswaldo te rompió o si fuiste tú quien rompió todo! Pienso en Marco y pienso en la revolución del espíritu que lucha por liberarse del ego, y el Nirvana eres tú.

No creo en paraísos, no sé si por rebelde, por pensante o por conveniencia aplicando eso que dicen que si no lo crees no existe, pues sucede que me aterra haber sido tan mala en tan poco tiempo y morir y llegar a un juicio en el que me rechacen luego de haberme cuestionado en dónde dejé a Carlos y por qué. ¿Dónde? En una fiesta sin calle. ¿Por qué? Es por quién. Y el por quién se llama Julián, nombre fuerte. Julián es el nombre de la solemnidad y redención, aunque no quiero confesarme, confesarme de amor por Marco.
Dios, si existes, por favor perdóname. Sólo te pido que Carlos halle su casa y esté sano, que nunca me enamore de alguien como yo y que Marco alguna vez vuelva a caminar. Por favor ¡perdón! Perdóname por lo que haré, y lo que haré es quedarme aquí junto a Julián».

Luna lo apretó muy fuerte por la espalda palpando su respiración tan pausada y sin preocupaciones que olvidó a todos y a todo, olvidó a Marco de forma adrede queriendo sentir sólo a Julián, el hombre al alcance de su mano.

No sabía si era necesidad de amor o sus ojos océano de noche, pero lo deseaba, y lo deseaba tanto que Marco se alejaba de su mente como un la rama arrojada al río, y Carlos, el pobre y tonto Carlos le clavaba una estaca en el pecho ungiéndola de agua bendita. Temía que le hubiera pasado algo sin ella enterarse, temía también que se hubiera ido con otra mujer, esto por simple egoísmo. «Si yo lo vi primero, nadie me lo quita», y era una lástima que el amor le durara tan poco.

—¿Tienes frío? Das muchas vueltas.

—Perdón, no suelo moverme tanto, es que estoy preocupado por Carlos.

—Y no es para menos. Lo dejaste en una fiesta, pero no hay problema, me refiero a que debes sentir cullpa, eso habla bien de ti, auque no sé cómo lo dejaste si se desvive por ti.

—Ya deja de juzgarme. Hoy sólo quiero dormir.

—Parecemos una relación de 40 años de casados peleando por el amante. Lo dije mal, sólo parecemos una relación de 40 años, ¿podrías revivirla con un beso?

 

 

 

(CONTINUARÁ)

 

 

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