No se confundan. No estamos hablando de los Cuitlahuistas y sus tribus. Tampoco de Monreal, quien donde se para, lleva porra para que no le pase lo que a la Sheinbaum. Tampoco de los que abandonarán el barco cuando no salga su candidato a la Presidencia y la Gubernatura. Esos hipócritas se irán en el momento adecuado.

En realidad, nos referimos a la comunidad jesuita y de curas católicos que le dijeron al Peje que “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos” y que ya es hora de revisar su proyecto de seguridad pública. La pura mención de los abrazos puso al tabasqueño como pollo en chiltepín.

A esos “hipócritas” les sorrajó: “Y esas expresiones de que ya no nos alcanzan los abrazos, ¿qué quieren los sacerdotes, que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Vamos a apostar a la guerra? ¿Por qué no actuaron con Calderón? ¿Por qué callaron con las masacres?”.

“¿Por qué no actuaron (los sacerdotes) cuando Calderón de esa manera, ¿por qué callaron cuando se ordenaron las masacres cuando se puso en práctica el mátalos en caliente? ¿Por qué esa hipocresía? Eso no se debe permitir a nadie y mucho menos a un religioso, sea pastor de una iglesia evangélica o sacerdote”. ¡Y se armó el follón…!

Bueno, pues resulta que no se quedaron callados y ayer empezaron a hablar de la violencia en todos los púlpitos del país.

El país vive barbarie de violencia, ya le contestó la Iglesia católica. Por eso, ayer domingo, en todas las misas del país se hizo memoria de todos los sacerdotes y religiosos que han sido asesinados y se ofreció la intención de la eucaristía “por su vida para que su dolor nos acompañe en este camino por la paz”. En todos los templos se colocaron fotografías de hombres y mujeres que han muerto de forma violenta.

Además, los curas pidieron que en este mes se celebren misas o se realicen oraciones comunitarias en lugares significativos que representen a todas las personas que han desaparecido o sufrido muerte violenta, activistas sociales o cualquier otra persona en situación de exclusión o vulnerabilidad, pues ahí “hay una herida que sanar y está la fuerza que hoy necesita el país para construir la paz”.

Y como signo profético de la Iglesia, en las misas del 31 de julio “pidamos por los victimarios, oremos por sus vidas y la conversión de sus corazones, tendamos la mano para recibirlos con el corazón arrepentido a la casa de Dios. Ellos también son nuestros hermanos y necesitan de nuestra oración. No más violencia en nuestro país.”

El Peje ha dicho que el Papa Francisco es el único integrante de la Iglesia “prudente” que ha entendido el contexto de violencia que se vive en el país. Lo entiende tan bien, que el Sumo Pontífice no quiso venir a México cuando López Obrador lo invitó.

Tampoco quiso hacerle el cargo gordo al Presidente. En 2018 el Papa Francisco declinó a participar de manera remota en los foros para discutir la pacificación del país. Pero al Pontífice no le gustan los gobiernos populistas. Por supuesto, nunca se ha referido al gobierno mexicano, pero sí a los populismos en Europa, América Latina e incluso en Estados Unidos, durante la administración Trump.

Tal vez el Peje no lo sepa, pero unos meses antes de que el tabasqueño tomara posesión, el Papa Francisco dijo: «Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro. En momentos de crisis, no funciona el discernimiento y para mí es una referencia continua».

Entonces, ¿toda la iglesia católica en México se echó el tiro de iniciar un movimiento por la paz sin la anuencia del Papa? No.

México vive hoy el periodo más violento de la historia. En el 2024, cuando López Obrador se vaya a La Chingada como ha prometido, se cumplirán 20 años de que miles de mexicanos salieron a las calles aquel domingo 27 de junio del 2004, a exigir un México seguro. La misma marcha, hoy sería señalada de golpista y promovida por conservadores adversarios del presidente para mostrar su enojo.

Frente a las cifras de hoy, en 2004 vivíamos en un país casi en paz. Actualmente hay más secuestros, más homicidios de víctimas secuestradas y ejecuciones. Se han disparado los feminicidios, las extorsiones, los cobros de piso. Prácticamente no hay población a salvo de la delincuencia organizada.

Dos décadas después de la marcha, la cosa está mucho peor. López Obrador no ha dado señales claras para abatir la corrupción, lo que ha generado que varias instituciones sigan podridas por el crimen organizado, entre ellas, la mismísima Guardia Nacional.

La rebelión de los “hipócritas” está en marcha.

LA RATONERA

 Cuando Joana Bautista, administradora del Poder Judicial, acusó a la diputada panista Nora Lagunes de ser la autora intelectual de los ataques en su contra, ¿se refería únicamente a la legisladora por Huatusco o al mismísimo Cazarín? Las tribus andan sueltas.