El último descenso de los Tiburones Rojos de Veracruz, en la primera división del fútbol profesional mexicano, se registró en diciembre de 2019, cuando el equipo fue desafiliado por la Federación; de esa forma, la escuadra igualó la marca del Zacatepec, los Cañeros, como los clubes que más veces han perdido la categoría, con cinco.

El viernes pasado, el secretario de Finanzas del Gobierno del Estado, José Luis Lima Franco, anunció que el estadio ubicado en el fraccionamiento Virginia del Puerto será rehabilitado; y el equipo, con nuevos inversionistas, volvería en 2023.

Es una buena noticia para los sufridores aficionados a los Tiburones, que extrañan los años en que su equipo era protagonista o al menos competía en la Liga mx, antes primera división.

Sin embargo, habría que considerar tres puntos importantes: el primero es el deterioro que acusa el estadio, que requiere una urgente y millonaria inversión, no sólo para poner en condiciones el terreno de juego, sino la propia estructura del inmueble, a efecto de evitar riesgos; el segundo, ha trascendido que el nuevo equipo no se llamaría “Tiburones Rojos” –de hecho, nos comentan que estarían en busca de un nuevo nombre–; y el tercero, no llegaría a la primera división, sino a la liga de expansión, en espera de poder reunir los requisitos para subir de categoría.

Recordemos que en 2019, la franquicia fue desafiliada.

Los dueños de los equipos consideraron que la situación del Veracruz era insostenible por todos los problemas que arrastraba dicha empresa deportiva, propiedad de Fidel Kuri, hoy preso, cuya administración fue de escándalo en escándalo: cuando no era una racha larguísima sin victorias, eran los adeudos con jugadores o los vicios administrativos como lo relacionado a los dobles contratos de futbolistas.

En su defensa, lo comenté en su momento, habría decir que Fidel Kuri llegó a Veracruz con la franquicia de La Piedad, que logró ascender al máximo circuito, sin deudas; el problema fue que una vez que llegó a su nueva plaza, el puerto, fue obligado a reconocer y pagar lo que debían las dos anteriores administraciones de los Tiburones; es decir, Mohamed Morales Álvarez y Rafael Herrerías; algo así como 15 millones de dólares.

Luego de la desafiliación del equipo, Kuri emprendió una batalla legal contra la Federación Mexicana de Futbol, para lograr que se le reconozcan sus derechos y se acepte el retorno de la franquicia a la máxima categoría del balompié nacional. No lo ha logrado; de hecho, sigue privado de su libertad debido a una demanda por presunto fraude, interpuesta por la Arrendadora Internacional Azteca, que le reclama algo así como 120 millones de pesos.

De forma reciente, el empresario señaló que su caso está vigente y que retomará al equipo. “No me van a doblar; falta poco para salir de la cárcel”, advirtió.

Kuri está preso desde hace 9 meses; fue detenido en septiembre e internado en Almoloya. En todo caso, no es el único dueño o administrador de un equipo de futbol en ser detenido; de forma reciente corrió con la misma suerte Víctor Garcés, ex director jurídico de Cruz Azul, señalado por el presunto delito de lavado de dinero.

En cuanto a los Tiburones Rojos, el gobierno estatal adelantó que busca nuevos empresarios que inviertan para regresar el futbol al puerto. Ese, de acuerdo con la reciente declaración de Lima Franco, es el objetivo de cara a 2023; y ya habría interesados.

Como sea, de concretarse dicho anuncio, es una buena noticia para los aficionados al futbol y concretamente a los Tiburones Rojos, que extrañan los tiempos del “Pirata” Fuente, de Francisco Gómez “Batata”, de Jorge Comas y de Cuauhtémoc Blanco, ídolos y referentes del equipo escualo. Sin embargo, el escenario se observa sumamente complicado, por los recursos legales que podría interponer Fidel Kuri. @luisromero85