Es de público conocimiento que los ácaros viven sobre diferentes superficies. Algunas personas son alérgicas y perciben su presencia por la reacción inmediata que tienen sobre su cuerpo, sin embargo, el resto de los humanos no alcanzan a notar su existencia.

Estos microorganismos también pueden vivir en el cuerpo humano y al parecer esto sucede desde hace miles de años. Ya sea en el pelo, en los poros o sobre la piel, desarrollan un mundo microscópico. Ahora, un reciente estudio realizado por la Universidad de Reading sobre los Demodex folliculorum (Acari) advirtió que, por su evolución, dejarían de ser parásitos para convertirse en simbiontes. Es decir que podrían estar cerca de convertirían en uno con los humanos.

Se considera una especie de arácnido, más estrechamente relacionado con las garrapatas que con las arañas, pero los ácaros D. folliculorum son los que generalmente residen (y se aparean) en las caras de las personas. “La mayoría de los humanos portan ácaros en los folículos pilosos de la piel durante toda su vida. Los ácaros foliculares son los únicos metazoos que viven continuamente en los humanos”, explicaron en este estudio realizado por cinco científicos, de los cuales dos son argentinos, Alejandra Perotti y Henk Braig.

Según precisaron, estos organismos miden alrededor de 0,3 mm de largo, se encuentran en los folículos pilosos de la cara y los pezones, además de las pestañas, y se alimentan del sebo (grasa) que el organismo libera naturalmente por los poros. “Se activan por la noche y se mueven entre los folículos buscando aparearse”, describieron.

En el estudio, que fue publicado en la revista Molecular Biology and Evolution, los expertos advirtieron que el ácaro denominado Demodex folliculorum (Acari) está actualmente en una etapa de transición, en el genoma y la fisiología, de parásito que daña al huésped, a un simbionte. “Este es el primer paso evolutivo en una especie de artrópodo que adopta un estilo de vida reductor, parasitario o endosimbiótico”, indicaron, y con esto, los científicos concluyeron: “La pérdida de los genes de reparación del ADN junto con la endogamia extrema podría haber puesto a esta especie de ácaro en una trayectoria evolutiva sin salida“.

“Debido a su existencia aislada, sin exposición a amenazas externas, sin competencia para infestar anfitriones y sin encuentros con otros ácaros con genes diferentes, la reducción genética los ha convertido en organismos extremadamente simples con patas diminutas impulsadas por solo tres músculos unicelulares. Sobreviven con el repertorio mínimo de proteínas, el número más bajo jamás visto en esta especie y otras relacionadas”, desarrollaron.

Según advirtieron, esta serie de modificaciones, “este es el primer paso para que los ácaros se conviertan en simbiontes”. Además, los expertos observaron que “la falta de exposición a parejas potenciales que podrían agregar nuevos genes a su descendencia puede haber puesto a los ácaros en el camino hacia un callejón evolutivo sin salida y una posible extinción. Esto se ha observado antes en bacterias que viven dentro de las células, pero nunca en un animal”.

lanacion.com

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