Una labor social nacida en la Universidad Nacional de Colombia [Unal] y fabricada en sus laboratorios. Se enfoca en perros y gatos heridos abandonados, o cuyos dueños no tienen dinero para pagar las intervenciones. Su creador nos brinda más detalles.

El “proceso para la obtención de flúor hidroxiapatita anclado a nanopartículas de plata” obtuvo a inicios de mayo su patente de invención. Esto les permitirá producir a mayor escala para llegar a más animales.

La ciudad de Manizales está a casi 300 kilómetros de la capital Bogotá. Tiene una población que supera las 400.000 personas y por año los refugios reciben alrededor de 3.600 animales abandonados. Mientras, otros cientos son heridos en diferentes circunstancias y no reciben la asistencia necesaria.

Ante la situación, el físico colombiano Carlos Vargas Hernández, profesor de la Sede Manizales de la Unal, comenzó a trabajar en este proyecto.

“Es un producto que está en el orden de cuatro o cinco dólares [el creado por la UNAL], comparado con los que están en el mercado, de alrededor de 100 dólares. Además es biocompatible y netamente de una fuente natural”, indicó el investigador.

Vargas Hernández explicó también cómo se llega de un hueso a obtener flúor hidroxiapatita anclado a nanopartículas de plata. Un hueso de vaca, generalmente desechado por su tamaño, fue utilizado por los investigadores como materia prima para obtener la hidroxiapatita.

También se aplicó un novedoso proceso por microondas y anexando otros componentes para darle una biocompatibilidad y características mecánicas y eléctricas que se acoplen al hueso, explicó el entrevistado.

“El material se usa, en principio, como pegante o sellante. Se abre el animal, se hace un proceso de esterilización del material y de mezcla con otros coagulantes para colocarse en el hueso. Cuando hay fisuras actúa como sellante, y cuando hay ciertas fracturas pequeñas ayuda a que se reconstruya un poco el hueso y logre soldar por sí mismo”, detalló el entrevistado.

Si bien depende de la gravedad de cada caso, por lo general son fracturas o fisuras pequeñas. Según Vargas Hernández, pueden requerir entre cinco y seis gramos de esta mezcla.

“Al final cuando uno ve el animal recuperado, es algo que no tiene precio. Verle la cara a un perrito o un gatito después de que lo han golpeado… Por ejemplo, al primer perro que se atendió, alguien le había fracturado la mandíbula con un machete. (…) Se la abrió en dos, y al final de todo el proceso, ver al animal con esos ojos y ese agradecimiento, eso paga todo, es lo más importante”, reflexionó el físico colombiano.

elciudadano.com

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