Científicos de la Ludwig-Maximilians-Universität München (Alemania) han podido demostrar por primera vez que en la aterosclerosis se intercambian señales nerviosas entre las arterias y el cerebro.

Laboratorios de todo el mundo investigan la enfermedad de la aterosclerosis. Sin embargo, se centran en las placas ateroscleróticas, depósitos de colesterol, tejido fibroso y células inmunitarias que se forman en la capa interna de las arterias.

Estas placas constriñen progresivamente el lumen de las arterias, de modo que llega menos oxígeno al tejido corporal. Los infartos de miocardio, los accidentes cerebrovasculares y la enfermedad oclusiva periférica (pierna del fumador) son algunas de las consecuencias conocidas.

«En las últimas décadas, nadie se ha preguntado si existe una conexión directa entre la arteria y el cerebro, por la razón obvia de que las placas ateroscleróticas no están inervadas», afirma Sarajo K. Mohanta, uno de los líderes de la investigación, que se ha publicado en la revista científica ‘Nature’.

Las paredes de las arterias están formadas por tres componentes: una capa externa, una capa media y una capa interna. Las placas se encuentran en la capa interna. No están inervadas por fibras nerviosas, un hecho que se conoce desde hace tiempo.

«Por ello, a nadie se le ocurrió investigar si el sistema nervioso periférico entra en contacto con las arterias en el caso de la aterosclerosis», dice otro de los responsables de la investigación, Andreas Habenicht.

Desde 2004, su grupo de investigación ha estado investigando lo que ocurre en la pared exterior de las arterias en los pacientes con aterosclerosis. «Al fin y al cabo, la aterosclerosis es algo más que una placa, más bien se trata de una enfermedad inflamatoria crónica de toda la arteria, y para nuestros hallazgos es relevante la capa externa de la misma», añade Mohanta, que fue el científico principal a cargo del proyecto.

El sistema nervioso periférico responde a esa inflamación. El equipo de Habenicht descubrió que los sensores moleculares conocidos como receptores desempeñan un papel fundamental. Los receptores se encuentran en la capa externa de los vasos. Reconocen dónde se encuentran las placas y dónde se inflaman los vasos identificando los mensajeros de la inflamación.

A continuación, traducen las señales inflamatorias en señales eléctricas que llegan al cerebro a través de los nervios. El cerebro procesa las señales y envía una señal de estrés al vaso sanguíneo inflamado. Esto influye negativamente en la inflamación, y la aterosclerosis empeora.

Este circuito eléctrico entre las arterias y el cerebro, hasta ahora desconocido, puede tener una enorme importancia. En un experimento con animales, otra de las investigadoras, Daniela Carnevale, cortó la conexión eléctrica entre una arteria enferma y el cerebro.

Ocho meses después, comparó los ratones tratados con los que no se habían sometido a este procedimiento. En los roedores que se habían sometido a la terapia experimental, la aterosclerosis estaba de hecho menos desarrollada que en los ratones de control. «A largo plazo, esperamos poder tratar por fin las causas de la aterosclerosis, aunque eso puede estar todavía muy lejos», dice Mohanta.

Como siguiente paso, los científicos quieren averiguar cómo se organiza exactamente el sistema nervioso periférico y qué papel desempeñan otros receptores. También hay muchos indicios de que la interfaz entre el cerebro y los vasos sanguíneos enfermos está regulada por el estrés.

infosalus.com

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