El coraje de AMLO con Cuitláhuac García era inevitable, a pesar de ser uno de los personajes más consentidos y defendidos de su sexenio, (a la par del impresentable Hugo López-Gatell). El presidente consideró un absoluto desatino contradecir a la CNDH en cuanto al delito de ultrajes a la autoridad.

Lo revelé en este mismo espacio hace algunas semanas: AMLO ya había considerado la derogación del delito, pero para no ser él quien evidenciara a su gobernador en una mañanera, decidió pedirle a su amiga en la CNDH, Rosario Piedra, hiciera la recomendación pertinente.

El plan de AMLO era claro, y se lo había hecho saber a Cuitláhuac García a través de Adán Augusto López: será la CNDH quien sugiera su derogación y el gobierno de Veracruz no sólo acatará la resolución, sino aprovechará para “lanzarle una flor” a Piedra por proceder hasta con mandatos de la 4T.

Pero será la mayoría morenista en el Congreso de Veracruz la que cargue con la necedad del gobernador García, pues desoyeron (o en realidad, desobedecieron) lo que el propio presidente instruyó con el delito, desdeñando incluso el acuerdo que involucraba a Rosario Piedra y su CNDH.

Los sacrificados en el ánimo de AMLO serían los diputados morenistas locales y no Cuitláhuac García, pero no ocurrió así. El presidente supo que su gobernador en Veracruz no quiso ceder ante su amiga, Rosario Piedra, quien también se incomodó por lo ocurrido.

AMLO se molestó con Cuitláhuac García por no seguir la instrucción, lo cual podría restarle puntos en sus bonos de “persona consentida”.

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