Cuando duermo puedo ver a las estrellas y a cada planeta en su órbita. Allá, en la noche azul del infinito, todos tenemos el derecho de creer en la magia, nadie está salvo de la olla al final del arcoíris ni del trueque del diente por monedas, sean ya hombres de cuarenta o mujeres que son madres o abuelas. Al dormir somos libres y despertamos soñando, siempre soñando que despertamos y durmiendo creyendo que soñamos.

 

 

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