Las sirenas astronautas nadan entre la Láctea prediciendo el futuro del hombre con las estrellas, pueden descifrar a la muerte y tener a los muertos jugando porque creen que estar muerto viviendo eternamente es terriblemente aburrido. Gustan de asomarse entre las nubes con la cabeza asomada en los techos de las casas para conocer cómo son las personas, pues son curiosas y traviesas, y a veces quisieran ser mortales. Yacen desde que el universo se creó; se columpian en los anillos de Saturno, si quieren descansar del mundo viajan a Hubble, se ponen cantar y su canto crea a las auroras boreales, la nieve nace de sus manos tejiendo y aman las burbujas de jabón. A veces nos regañan, a ellas no les gusta que vayamos caminando a ciegas. Posiblemente la magia surgió el día que las sirenas existieron, quienes son el inframundo mismo, las ocultistas por excelencia, pitonisas y chamanes, maestras de Mahavatar Babaji, madres de los infantes fallecidos, amigas de los mundanos y amantes de los hombres mágicos.
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