Los líderes del Grupo de los 20 (G20) países más industrializados del mundo se reunirán por primera vez en persona desde el inicio de la pandemia para enfrentar una recuperación global lastrada por una serie de obstáculos: una crisis energética que está elevando el precio de los combustibles y los servicios públicos, nuevos repuntes de los contagios de COVID-19 y atascos en las cadenas de suministro que mantienen la economía en marcha y los bienes en manos de los consumidores.

La cumbre permitirá que los líderes que representan el 80% de la economía global aborden todos estos aspectos y ejerzan presión de grupo.

Los analistas se preguntan cuánto pueden avanzar para aliviar de inmediato la carga de una población que enfrenta una subida de los precios general, desde alimentos y muebles hasta facturas de calefacción más elevadas ante la llegada del invierno.

Ministros de Salud y Economía se reúnen hoy en Roma antes de que presidentes y primeros ministros les tomen el relevo el sábado y el domingo.

Los líderes de dos de los principales actores económicos, China y Rusia, no acudirán al G20 en persona. Esto podría no ser un buen augurio para la cooperación, especialmente en cuestiones energéticas, en un momento en que el cambio climático acapara ya los focos previo al inicio de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, el domingo en Glasgow, Escocia.

A continuación, algunos de los problemas económicos que enfrenta el G20:

La recuperación tras la pandemia

El Fondo Monetario Internacional dice que la principal prioridad para la recuperación económica es simple: acelerar la vacunación de la población mundial. Pero la cumbre de Roma podría no arrojar grandes titulares en este sentido.

Las naciones del G20 han apoyado el intercambio de vacunas a través del programa Covax, respaldado por la ONU, que no ha logrado aliviar la grave escasez en los países pobres. Las dosis donadas llegan en una proporción mucho menor a la necesaria, y las naciones desarrolladas se están centrando en administrar dosis de refuerzo a sus habitantes.

Las negociaciones previas a la cumbre no se han enfocado en cuántas vacunas podría haber disponibles, aunque sí se habló sobre el fortalecimiento de los sistemas de salud.

Por otra parte, podría discutirse el aumento de los precios al consumo y los programas de estímulo gubernamentales para la recuperación económica, pero los bancos centrales tienden a lidiar con el alza de los precios y el gasto a nivel nacional.

Impuestos globales

Uno de los grandes acuerdos económicos ya está cerrado: el G20 celebrará probablemente un pacto sobre un impuesto corporativo mínimo global que busca impedir que las multinacionales acumulen sus ganancias en las naciones en las que pagan pocos o ningún impuesto.

Todos los miembros del G20 firmaron un acuerdo negociado entre más de 130 países, y ahora tiene por delante un ambicioso calendario para su aprobación y aplicación antes de 2023.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ligó su agenda nacional a esto: la creación de este impuesto permitiría a Washington aplicar tasas más altas sin el riesgo de que las compañías trasladen sus beneficios a paraísos fiscales. Su implementación allí es clave porque muchas multinacionales tienen su sede en suelo estadounidense.

El acuerdo ayuda también a aliviar las tensiones comerciales entre Estados Unidos y Europa. Permite a naciones como Francia, Italia y España dar marcha atrás en los impuestos a los servicios digitales que apuntaban a las tecnológicas estadounidenses Google, Facebook y Amazon.

Biden llega a la cumbre con su agenda fiscal y económica todavía sujeta a negociaciones en el Congreso. Esto supone que no podrá demostrar que Washington está al frente en impuestos corporativos globales, aunque su asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, dijo que los líderes del G20 comprenden la naturaleza del diálogo en el Capitolio.

Subida del precio de la energía

La cumbre ofrece una oportunidad para abordar el alza de los precios del petróleo y el gas porque incluye a delegaciones de grandes países productores -como Arabia Saudí y Rusia-, de grandes consumidores -en Europa y China-, y de Estados Unidos, que está en ambos bandos.

El presidente de China, Xi Jinping, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, tienen previsto participar de forma remota.

“Quizás lo más importante que podría hacer el G20 es decirle a los grandes proveedores de energía que deben pensar sobre su futuro”, señaló Holger Schmieding, economista jefe del Banco Berenberg.

Si los precios de la energía son demasiado altos en el mundo desarrollado, acelerarán el alejamiento de los combustibles fósiles, “lo que en última instancia, en el largo plazo, es malo para los productores”, apuntó.

La Casa Blanca dice que Biden tiene intención de abordar el incremento de los precios con otros líderes clave luego de que el petróleo alcanzó su récord en siete años en Estado Unidos con más 84 dólares por barril, y el índice de referencia internacional, el barril de Brent, llegó a su precio más alto en tres años por encima de los 86 dólares.

“Definitivamente, estamos inmersos en una crisis energética, no hay otra forma de decirlo”, señaló Claudio Galimberti, vicepresidente senior de análisis en Rystad Energy y experto en demanda en el mercado petrolero. Pese a esto es improbable que el G20 “pueda tomar una decisión que tenga un impacto inmediato”, añadió.

Cadenas de suministro

Biden presionará para que los países compartan más información sobre los problemas en las cadenas de suministro que han ralentizado el crecimiento en el mundo desarrollado.

Los cierres de puertos y fábricas, la escasez de contenedores de mercancías y el aumento de la demanda han contribuido a atascos en los puertos y demoras en las entregas de productos desde bicicletas a chips informáticos empleados en smartphones y autos.

A más largo plazo, los líderes podrían discutir esfuerzos para diversificar el suministro de productos clave como mascarillas, equipos médicos de protección o semiconductores.

Estados Unidos y la Unión Europea están hablando para tratar de encontrar formas de incentivar la producción de chips dentro de sus fronteras sin iniciar una guerra de subsidios acordando, por ejemplo, en qué sectores de la industria de los semiconductores estaría interesado cada bando.

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