Tu amor es rebelde como sólo tú, cariño, tan rebelde que se aferró a mí así como tú te aferraste a la vida cuando la muerte te quiso besar y la rechazaste entre cada costilla rota. Tu amor rebelde se anidó en mí, en mis venas y en mis entrañas, en mi carne, en mi sangre y en mi memoria, y se ha rebelado miles de veces contra el olvido. Es tan rebelde tu amor como tú mismo; rebelde contra tu padre y tu abuela, contra los dogmas y contra el dios ególatra que castiga desde la ira. Tú, tan roto por la mano del hombre, llegaste a reparar mis alas, ¿por qué no fuiste más cruel para ahora detestarte un poco más de lo que te anhelo? Tu naturaleza caótica de frágil misterio te ha vuelto un ruiseñor, y cantas cada mañana y cada madrugada, cantas en mis noches y en la vigilia; en el eco del nocturno puedo aún escuchar tu voz que dice «te quiero», la misma que dijo «a veces vengo, a veces voy». ¿Cómo pudiste exorcizar mi pasado sin poder liberarte del tuyo? Vives en las canciones, en octubre, en las letras, en mi espíritu que quiso adentrarse a ti, maravilloso pandemónium. Rebelde es tu amor como lo fuiste tú aguantando el llanto mientras que la sangre escurría en el baño de tu infancia, tan rebelde como cuando te postraste a comenzar una novela, nuestra historia; rebelde en medio de un fin de semana escuchando «Pink Moon» con el teléfono en tu mano llamando a una desconocida, a esta desconocida que guarda en su tacto el roce de la cicatriz de tu costado. Rebelde tu amor se quedó en el color de las jacarandas, en Neil Young, en las sempiternas poesías, en cada película. Pero de tu amor al mío ¿cuál es más rebelde, el que quiso no irse o el que le permitió quedarse?

 

 

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