Un equipo de astrónomos ha observado por primera vez cómo una enana blanca se enciende y se apaga en pocos minutos, un evento que ayudará a entender mejor la acreción, el fenómeno que permite que algunos objetos como agujeros negros, enanas blancas o estrellas de neutrones se alimenten del material circundante de estrellas vecinas.

Liderados por la Universidad de Durham (Reino Unido), los investigadores usaron el satélite de búsqueda de planetas TESS, de la NASA, para observar este fenómeno único.

Con un tamaño similar al de la Tierra y una masa parecida a la del Sol, las enanas blancas son lo que queda de la mayoría de las estrellas después de agotar el hidrógeno de su interior.

Para hacer el estudio, publicado en Nature Astronomy, los astrónomos observaron el sistema binario de enanas blancas TW Pictoris, que está situado a unos 1,400 años luz de la Tierra y formado por una enana blanca que se alimenta de un disco de acreción circundante de hidrógeno y helio de su compañera de órbita.

A medida que la enana blanca se alimenta -o se acrecienta- se vuelve más brillante.

Con las nuevas observaciones, los astrónomos vieron cómo perdía brillo en 30 minutos, un proceso que se había visto antes en enanas blancas en acreción pero que duraba desde varios días a meses.

Dado que el brillo de una enana blanca en acreción se ve afectado por la cantidad de material circundante del que se alimenta, los investigadores creen que algo está interfiriendo en su suministro de alimentos.

La misma revista publica hoy otro estudio internacional, éste liderado por académicos de la Universidad de Bolonia y del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia (INAF), que da cuenta por primera vez de la evolución del gas caliente procedente de un agujero negro activo.

Los astrónomos observaron estas estructuras -que recuerdan mucho a las corrientes de humo producidas por las erupciones volcánicas- con un detalle sin precedentes y en una escala temporal de cien millones de años.

El estudio se hizo con el sistema Nest200047, un grupo de unas 20 galaxias situadas a unos 200 millones de años luz.

La galaxia central de este sistema alberga un agujero negro activo alrededor del cual los investigadores observaron muchos pares de burbujas de gas de diversas edades, algunos filamentos desconocidos de campos magnéticos y partículas en relatividad especial de hasta cientos de miles de años luz.

Estas observaciones fueron posibles gracias a LOFAR (LOw Frequency ARray), el mayor radiotelescopio de baja frecuencia del mundo, capaz de interceptar la radiación producida por los electrones más antiguos que se pueden detectar actualmente.

Esta herramienta de última generación, fruto del gran esfuerzo de nueve países europeos, ha permitido a los investigadores “retroceder en el tiempo” hasta hace más de 100 millones de años y rastrear la actividad del agujero negro situado en el centro de Nest200047.

“Nuestra investigación muestra cómo estas burbujas de gas aceleradas por el agujero negro se expanden y transforman en el tiempo. De hecho, crean espectaculares estructuras en forma de hongo, anillos y filamentos que son similares a los que se originan en una potente erupción volcánica en el planeta Tierra”, destaca Marisa Brienza, de la Universidad de Bolonia.

EFE

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