Las enfermedades cognitivas como el Alzheimer —el tipo más común de demencia— suelen advertirse tardíamente, cuando un tratamiento que revierta el daño ya es complicado. Por tal motivo, la esperanza de los científicos está depositada en detectar una alerta temprana de esta condición para prevenirla con fármacos o preparar a los pacientes mientras evoluciona.
En ese sentido, un estudio publicado en la revista científica EMBO Molecular Medicine puede marcar historia en el tratamiento de esta enfermedad. Su hallazgo: tres moléculas en nuestra sangre que presagian un potencial riesgo de demencia y pérdida de la función cognitiva.
La investigación fue dirigida por científicos del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas (DZNE), con el profesor André Fischer a la cabeza, y el Centro Médico Universitario de Gottingen (UMG), en Alemania.
El biomarcador identificado se basa en tres microARNs específicos, cuyos niveles en la sangre están vinculados al rendimiento mental. Los microARN son moléculas que modulan la expresión de hasta el 60% de los genes codificadores de proteínas y están involucrados en procesos clave del metabolismo.
El estudio fue aplicado en humanos, ratones y cultivos celulares. En los humanos se analizaron datos de personas jóvenes con capacidad cognitiva normal junto al de personas mayores con deterioro cognitivo leve (DCL).
Los hallazgos indicaron que, en individuos sanos, los niveles menores de estos microARN se condicen con una óptima aptitud mental. En la población de ratones, por otro lado, la puntuación del biomarcador aumentó incluso antes de que estos desarrollaran síntomas de deterioro mental. En los pacientes con DCL, el marcador sanguíneo tuvo índices elevados y el 90% de ellos desarrolló Alzheimer en dos años.
“Estimamos que en los seres humanos este biomarcador indica un desarrollo que está entre dos y cinco años en el futuro”, sostuvo el investigador Fischer.
Asimismo, también encontraron que dichos microARN influyen en los procesos inflamatorios y la “neuroplasticidad”, una capacidad del sistema nervioso que permite a las neuronas regenerarse tanto anatómica como funcionalmente, así como formar nuevas conexiones sinápticas.
Por tal razón, los investigadores advierten que no son solo simples signos de advertencia, sino además un objetivo potencial para la terapia.
Fischer y sus colegas enfatizaron que la técnica aún es costosa y compleja, por lo que en futuros estudios desarrollarán un mecanismo de detección simple y no invasivo que conste de un análisis de sangre.
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