Hola. Eres un desconocido para mí, así como yo soy desconocida para ti, pero escúchame, no tengas miedo. Tal vez para cuando acabe y entiendas esto yo ya me haya ido.

Hay mucha oscuridad, muchos rostros sin cara y muchas manos perdidas que a veces me quieren atrapar. Si pudiera dormir y soñar como antes soñaba, soñaría con mi vida, con mi boca sonriendo, aun con la dentadura chueca, y soñaría con mi carne ardiendo como si todavía pudiera sentir.

¿Qué hora es? El tiempo es la invención más banal del ser humano, ¿qué se mide, los días vividos o los que faltan para morir?, ¿por qué limitarse entre manecillas y falsos segundos? Ojalá que mi sufrimiento terminara así como el tiempo se mide y se acaba, pero acá es eterno.

Y maldigo ¡Por Dios que maldigo! las velas no encendidas en mi camino porque estoy perdida y sólo supe llegar hasta ti, extraño. Ni siquiera mis huesos apuntan al alba, siempre es de noche para mí.

Traigo mucha hambre ¿me das un pan y tantita agua? No, ¡no corras!, ¡te estoy hablando! ¡ESCÚCHAME! Tengo hambre, ¿me regalas un pan y tantita agua? O mejor, ¿puedo beberme ese pulque?

Qué bonita es la compañía, y tanto que renegaba de ella, ahora soy un perro que la mendiga aquí, contigo en esta noche. No pienso quitarte mucho tiempo, es sólo que vengo a pedirte un favor. Pero antes de pedírtelo, dime, ¿en cuál año estoy?, ¿puedes ver mis ojos o ya no tengo?

Me aventaron a la tierra y me olvidaron, tan no me recuerdan que ya no sé quién era yo, quisiera decirte mi nombre y poder presentarme contigo, pero ¿cómo me llamo?, ¿en dónde estoy?… Y los gusanos se adueñaron de lo último que quedaba de mí… de lo poco que era ya mi humanidad.

Ya debe ser tarde, aquí el tiempo sí es algo real, y a las tres me tengo que marchar, el gallo canta y su canto anuncia el camino de regreso al Mictlán, pero… tú, desconocido, ¿puedes prenderme una vela el próximo año? ¿puedes echarme aunque sea un pan o lo que te nazca?

Allá donde estoy hay mucha soledad y frío, la oscuridad es lo único que conozco, y cuánto quisiera oler el cempasúchil que me indique el camino al sol. De mí se olvidaron, pero ya me tocará recibirlos en su momento, y entonces sí, yo seré quien los despedace. No habrá perro que les reciba ni arco que les abra las puertas.

Gracias por recibirme, no te me vayas a infartar, ¡eh¡, que el próximo año llegaré tempranito aquí, donde pusiste estos cirios requete bonitos para tus santos difuntos, y fue esa luz la única que pude mirar, y fue el camino de cempasúchil aquí en tu piso el único que pude tomar, y fue este arco la única puerta que pude encontrar para pasar.

¿Escuchas? Las campanas ya suenan… mira, ¡míralos! Ahí van las almas descalzas y en peregrinación, el mundo de los muertos ya nos reclama, debo regresar.

Gracias.

 

 

 

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