El lavado de manos ha sido una de las técnicas de sanidad protagonistas durante la pandemia de COVID-19, pues disminuye la existencia de bacterias y virus en el organismo humano. Pero, ¿quién descubrió que esta sencilla práctica hace una gran diferencia en la salud de las personas? Esta es su historia.

Dentro del campo de la medicina se explica la historia de cómo se descubrió el lavado de manos y el impacto que tenía en la salud de las personas, especialmente, de los médicos que tratan con numerosas enfermedades y están expuestos a cualquier bacteria.

¿Quién descubrió el lavado de manos?

De acuerdo con la historia de la medicina, el lavado de manos fue una técnica descubierta por Ignaz Semmelweis, un médico húngaro que no fue reconocido por la comunidad científica en su momento, sino todo lo contrario, lo señalaron como una persona demente que no podía probar su teoría.

Semmelweis nació el 1 de julio de 1818 en la localidad de Buda, Budapest; en 1844 se licenció en medicina para luego especializarse en obstetricia, finalmente, comenzó a trabajar en 1846 en la Maternidad del Hospital General de Viena.

Dentro de este centro hospitalario descubrió un suceso extraño, había una tasa alta de mortalidad en madres durante el parto, así como en enfermeras y médicos. En sus estudios, el médico húngaro explicó que en la Clínica Primera, casi un 10% de parturientas fallecía a causa de la “fiebre del parto”, el doble de muertes registradas en la Clínica Segunda.

Incluso, había más muertes de mujeres en la Clínica Primera que en la calle, donde una parte de la población pobre daba a luz. Lo que llamó la atención del médico.

Ignaz Semmelweis descubrió el lavado de manos

Ignaz Semmelweis se mostró inquieto por la tasa alta de mortalidad a consecuencia de la “fiebre de parto” que se reportaba en la Clínica Primera, por lo que comenzó a investigar con más profundidad.

Para ello, primero identificó el personal que trabajaba en cada clínica; en la primera laboraban médicos y estudiantes que realizaban sus prácticas, mientras que en la segunda se encontraban matronas y aprendices.

Una primera pista la obtuvo cuando uno de sus colegas falleció a consecuencia de una infección que adquirió con un bisturí cuando realizaba una autopsia; los síntomas de la infección eran similares a los que se presentaban con la “fiebre de parto”.

A partir de esto, Semmelweis, identificó que el problema en la Clínica Primera era que los médicos trabajan con cadáveres y esas mismas manos estaban en un parto, en tanto, en la Clínica Segunda, las matronas no trabajan con cadáveres, sólo con madres a punto de dar a luz.

De esta forma, solicitó a su personal a lavarse las manos con cal clorada antes de atender un parto, especialmente, si momentos antes habían interactuado con un cadáver.

Desde que se comenzó a llevar a cabo esta práctica, la tasa de mortalidad disminuyó en gran medida dentro de la Clínica Primera, incluso, llegó a igualarse con las cifras de la Clínica Segunda. En 1847, el médico promovió el lavado de manos hasta que en el hospital se convirtió en una medida oficial.

Una teoría no comprobada lo llevó a la locura

A pesar que el lavado de manos había tenido un fuerte impacto dentro del campo de la medicina, la comunidad científica se mostraba escéptica ante la teoría del médico húngaro Semmelweis.

En ese entonces, había poca investigación sobre virus y bacterias, por lo que el médico no logró comprobar que su método era sumamente útil para la protección de la salud tanto del personal médico como de la población en general.

A consecuencia de esto, cayó en una especie de locura y su familia decidió internarlo en un hospital para enfermos mentales, donde fue sometido a tratamientos agresivos. Falleció dos semanas después de haber sido internado debido a una septicemia que se extendió por su cuerpo.

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