El título de la columna de este día, -Vivir en la Perrera- no se trata de ningún asentamiento irregular o de esas colonias de paracaidistas que invaden terrenos en los sitios más inhóspitos, para que luego mediante plantones, reclamen a las autoridades que les abastezcan de todos los servicios urbanos.
En realidad, se trata de lo que pomposamente se llama fraccionamiento Lucas Martín, aunque se trata de una más de las muchas colonias populares ubicada al norte de la capital veracruzana.
Resulta que a raíz de la maldita pandemia del COVID19, en que todos tuvimos que permanecer encerrados en nuestras casas, por aquello de la sana distancia, también tuvimos que estar trabajando sin salir a las calles.
Pero como hay mucha gente que vive sola, o por muy distintas causas y motivos hasta psicológicos, tienen la necesidad de estar acompañados por algo o por algún animal.
Entonces en el último año y medio, en un sinnúmero de viviendas, ahora también se han adoptado perros como pareja de compañía de sus moradores.
Hay que dejar bien claro que no tenemos nada en contra de los animalitos ni de sus cariñosos amos, de todas las edades.
Aunque resulta que, al parecer esos humanos, no se dan cuenta que los pobres perros se la pasan ladrando todo el día y noche, encerrados como viven, en alguna cochera de tres por cuatro metros, en una zotehuela en el patio trasero, o en el peor de los casos, semi abandonados en la azotea.
Lo malo es que ahora en cada cuadra hay cuando menos 8 o 10 perros de lado y lado de la calle, que se la pasan ladrando a todas horas, de día y de noche.
Porque como hay quienes les satisface el salir orgullosos a caminar acompañados de su perro, cuando van pasando por alguna de las viviendas donde tienen otro animalito encerrado, pues de inmediato comienza a ladrar y cual, si fuera la mecha con pólvora, se van corriendo los aullidos por toda la calle.
Pero como luego pasan también en su recorrido por la calle de atrás de la cuadra, el concierto de ladridos perrunos se repite una y otra vez.
No hay un horario de descanso, lo mismo puede ser a las siete de la mañana, al medio día, por la tarde, noche y hasta en la madrugada, cuando algún vecino joven llega del antro o la fiesta, los perros están ahí puntuales para iniciar el concierto de ladridos.
Y eso es lo mismo todos los días y a todas horas.
En momentos, en verdad que es desesperante, sobre todo cuando se tiene que estar trabajando en silencio o en algunos casos en donde se tiene algún enfermo en casa y que con los benditos ladridos perrunos, se altera, sin que al parecer los dueños de los benditos animalitos se den por enterados.
En el colmo de los males, ahora al medio día, viene una camioneta de redilas, cargada con una veintena de perros de distintos tamaños y razas, a los que vienen a pasear por las calles del fraccionamiento, -cual encantador de perros- para que no causen problemas en otras partes de la ciudad donde habitan sus señores y señoras amas.
Los dejan encerrados en la cochera, pero no se toman la molestia de salir a ver el motivo por el cual están ladrando y mucho menos tratan de callar sus molestos aullidos.
Según han reportado las autoridades municipales, en Xalapa hay ya 60 mil perros y gatos, que arrojan al medio ambiente cerca de 30,000 kilogramos de excremento al día, lo cual es altamente insalubre.
Por todo lo anterior es que afirmamos al inicio de esta columna que más que en un fraccionamiento residencial -como era hasta poco- ahora pareciera que vivimos en La Perrera municipal de Xalapa:
Hay que recordar también que La Perrera es por definición:
Lugar donde se guardan o encierran los perros. «la perrera de un tren»
Institución encargada de guardar perros abandonados o perdidos. «acudieron a la perrera municipal para solicitar la adopción de un cachorro»
Furgoneta municipal destinada a la recogida de perros callejeros. «los empleados colocaron al perro un bozal antes de meterlo en la perrera».
El asunto es ya delicado, porque según un estudio elaborado por Ipsos, el 43 por ciento de los mexicanos considera que su salud mental se ha visto deteriorada durante la crisis sanitaria
Con la llegada del coronavirus, los problemas de salud mental se convirtieron en otra pandemia por resolver. De hecho, datos del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) revela que durante la crisis del COVID-19, los trastornos mentales han aumentado en el país, afectando al 18 por ciento de la población, es decir, cerca de 25 millones de mexicanos.
Estrés, ansiedad y depresión son algunos de los males más comunes. Sin embargo, la pandemia se ha comportado como el mixólogo de un cóctel de emociones, lo que ha dado pie al crecimiento de otros sentimientos que perturban la vida de muchos en el país.
Tal es el caso de la languidez, una emoción que aflora entre las personas en este 2021 y que ha sido catalogada por expertos como “el hijo ignorado de la salud mental”, debido a que se ubica en un punto medio entre la ansiedad y la depresión, donde las personas perciben una sensación de estancamiento y vacío.
Por esos esa ansiedad y depresión es tratada de eliminar o sustituir con un perrito en casa, para que les ladre y se sientan acompañadas, aunque con eso están alterando a los vecinos que tienen que soportar los interminables ladridos de los canes a todas horas.
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