En esta madrugada te pienso, es como si la lluvia me trajera a susurros tu nombre. Eres un recuerdo cálido y a la vez tan lastimoso como fuego, sí, como si pusiera mi mano sobre una hoguera y me incendiara en nuestros besos que se han roto. ¿Sabes?, jamás dudé de ti, pude haber primero ardido como bruja, pero jamás declarado en contra tuya porque tu palabra para mí era más sagrada que la comunión dominical para los creyentes, y es que tu lengua sacó siempre los versos más duros y también los más generosos.

Azótate con tu mirada mis pecados vanidosos, me expiaste de un letargo permanente en el limbo de esta pestilente realidad, siempre sabiendo cuáles palabras utilizar y cuándo marcharte, siempre tan sabio, temeroso y débil, así como las ramas viejas del más fuerte roble.

De tanto llorarte hay huracán, el viento sopla vertiginoso, y es que pedí a gritos que te lleve mi nombre a ver si acaso entre tanta tormenta en el mar de tu memoria te acuerdas de mí.

 

 

 

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