Gladys Aranza Ramos Gurrola, de 28 años, era esposa, madre de una bebé de dos años, y desde hacía siete meses había dejado aparcada su vida para convertirse a la fuerza en buscadora de fosas clandestinas en Guaymas, Sonora.
Su esposo, Bryan Omar Celaya, había desaparecido el pasado 6 de diciembre de 2020 luego de que personas armadas se lo llevaron con todo y su auto. Y Aranza, consciente de la lentitud de las autoridades de investigación en un estado que está en el top 10 de personas desaparecidas en México -mil 273 entre diciembre de 2018 y el 30 de junio de este año- decidió acudir con el colectivo Guerreras Buscadoras en busca de ayuda.
“Aranza se comunicó con nosotras en enero”, recuerda en entrevista Cinthya Gutiérrez, integrante del colectivo, y madre de Ángel Godínez Gutiérrez, un joven de 15 años desaparecido el 30 de junio de 2017.
“Nos dijo que lo único que quería era buscar y encontrar a ‘su’ Brayan’, que ese era su mayor anhelo. Y nosotras, como hacemos con todas las familias desesperadas que nos llegan, la recibimos y la ayudamos”.
Al principio, cuenta Cinthya, la mujer se mostraba reservada, tímida, pero pronto fue integrándose. Equipada como el resto, con varilla, pico, pala, paleta jardinera, agua, y un sombrero para protegerse de los más de 45 grados que se alcanzan en el desierto de Guaymas, Aranza comenzó a buscar respuestas en la tierra, al mismo tiempo que escuchaba y aprendía de las historias de dolor que le contaban sus compañeras.
“Un día se me acercó y me dijo: ‘si yo estoy deshecha y apenas tengo siete meses de buscar a mi esposo, no me puedo imaginar el dolor de ustedes que llevan tantos años buscando a sus hijos. Por eso, aunque yo lo encuentre, voy a seguir apoyándolas, porque sé el dolor que cargan en sus hombros”, narra Cinthya, que describe a su compañera como una persona “muy linda y muy solidaria”.
“Era de las que se quitaba el taco de la boca para dárselo a quien no tenía de comer”, dice la activista.
La última salida a terreno de Aranza con sus compañeras fue el 11 de julio, días antes de que fuera asesinada el 15.
Las Guerreras Buscadoras llevan desde marzo rastreando este lugar, en una zona desértica del valle de Guaymas, lejos del mar del Golfo de California. En menos de cuatro meses encontraron en este lugar “una cantidad impresionante de fragmentos humanos incinerados”, aunque por el momento no les han dado los resultados del laboratorio forense que pueda precisar la cantidad de cuerpos hallados en la fosa.
Pero, a juzgar por otros hallazgos recientes en la misma zona, el número de personas enterradas clandestinamente puede ser elevado.
Por ejemplo, el pasado 13 de enero, las madres buscadoras hallaron 19 fosas clandestinas con restos óseos calcinados de al menos diez personas en el ejido Esteban Baca Calderón, municipio de Guaymas.
El 1 de abril, hubo otro hallazgo de más restos óseos calcinados en el valle de Guaymas.
Poco después, el 11 de abril, encontraron otras seis fosas y los restos de al menos seis personas en el poblado de San José de Guaymas. Y el 15 de abril, haciendo un recorrido en el valle de Guaymas, descubrieron dos fosas con restos carbonizados de, al menos, dos personas.
Otro poco después, el 21 de abril, hallaron un pozo con restos humanos ardiendo y humeando en su interior, en el sector La Cuadrita, de nuevo en San José de Guaymas.
Mientras que el pasado 22 de junio, el líder yaqui Tomás Rojo fue encontrado en otra fosa clandestina en la comunidad de Vícam, también en Guaymas.
Todos estos reportes hablan de la situación de violencia que vive el municipio, especialmente en lo que va de 2021. De acuerdo con datos oficiales de seguridad, en tan solo cinco meses (enero-mayo) esta localidad de 158 mil habitantes registra 69 asesinatos denunciados, hasta un 331% más que los 16 contabilizados para ese mismo periodo en 2019.
Mientras que en 2020, cuando se registraron en todo el año 144 asesinatos denunciados, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes se situó en 91.13, muy por arriba de la media nacional que se registró ese año, que fue de 23.29.
Uno de los asesinatos más recientes en Guaymas se produjo apenas el pasado jueves 22 de julio, cuando la Fiscalía de Sonora dio a conocer que el periodista Ricardo López, director del portal Infoguaymas, fue asesinado a tiros cuando se encontraba en el estacionamiento plaza Ley Marsella, al norte de la ciudad sonorense.
“Si recibo una amenaza me retiro, no puedo dejar sola a mi bebé”
La buscadora Cinthya Gutiérrez explica que son conscientes del nivel de riesgo que implica su labor en un municipio que, además, ya fue incluido por el Gobierno Federal en la lista de los 50 más peligrosos de México. Aranza también lo era. Por eso también hizo suyo el mantra que la mayoría de madres buscadores repiten, sin importar si son de Sonora, Guerrero, o de Veracruz: “No buscamos culpables, ni justicia, solo a nuestros familiares”.
Aranza, además, era todavía más cautelosa de lo normal: ella era originaria del ejido de Ortiz, una comunidad rural de poco más de 1 mil 100 habitantes de Guaymas, donde diferentes células del crimen organizado se disputan la zona.
Un ejemplo de la violencia que padece esta comunidad sucedió apenas el pasado 12 de julio. Ese día, diferentes medios locales dieron cuenta de la irrupción de cárteles rivales en la comunidad que desataron el terror con balaceras y el asesinato de al menos cinco personas.
“Aranza era de las que más se cuidaba. Siempre nos decía que ella no quería generar ningún problema”, explica Cinthya.
“De hecho, un día que estábamos en terreno ella llegó a decirnos: ‘miren, el día que yo reciba una amenaza, yo me tengo que retirar de esto. No me puedo arriesgar a dejar a mi bebé sola”.
Pero el 15 de julio, tan solo tres días después de la balacera con muertos en la comunidad de Ortiz, no hubo aparentemente ninguna amenaza previa, ni mayor aviso. Alrededor de las 11.30 de la noche, hombres armados entraron a la vivienda de Aranza y se la llevaron, para minutos después dejar su cuerpo abandonado y ya sin vida en la entrada de la comunidad. En solo siete meses, la bebé del matrimonio, de apenas dos años, se quedó sin madre y con un padre que permanece desaparecido luego de que hombres armados se lo llevaran.
“Todas estamos desconcertadas. Aranza era una mujer que no se metía en problemas con nadie. No nos explicamos por qué la mataron”, lamenta Cinthya.
“El único pecado de Aranza fue amar con toda su alma a su esposo, al cual buscaba incansablemente desde que desapareció. ¿Por qué matarla?”, se preguntó el colectivo Madres Buscadoras de Sonora el pasado 15 de julio, el día del homicidio.
Lo que sí es una certeza es que el asesinato de Aranza Ramos ha dejado una sensación de temor generalizada entre las madres buscadoras en Sonora, que a pesar de que suelen contar con resguardo de la Guardia Nacional en sus jornadas de rastreo, han decidido detener sus labores por unos días para reorganizarse y analizar junto con las autoridades estatales la situación de inseguridad que las rodea.
Además, cabe recordar que esta no es la primera vez que las atacan. Anteriormente, una de las líderes y fundadoras de las Guerreras Buscadoras, Maryté Valadez Kinijara, tuvo que desplazarse fuera del estado debido a que recibió amenazas de muerte a consecuencia de la ardua labor de búsqueda.
Por ello, ante el incremento de la oleada de violencia, las madres se tomarán un tiempo antes de reanudar sus labores. Aunque a través de sus redes sociales, el colectivo ya anunció que “en honor a Aranza” seguirá buscando a su esposo, Brayan Omar Celaya Alvarado. La pareja a la que la mujer de 28 años entregó su vida para buscarlo con valentía en una tierra donde brotan las fosas clandestinas en mitad de las disputas del crimen organizado.
Animal Político/Manu Ureste