La ilustración suele asociarse con el acompañamiento de textos, un arte que ayuda a brillar a otro, la literatura, sin embargo en años recientes ha adquirido una independencia gracias a una ola de ilustradores nuevos que buscan reivindicar este lenguaje pictórico.

En ese sentido, Karla Murayama, una joven ilustradora veracruzana, declara que “ya se acabó esta etapa en que la ilustración sólo acompañaba textos, ahora la ilustración se ha vuelto tan poderosa que ya es un área independiente de las artes y el diseño”.

Murayama, en compañía del artista visual Pedro Hace, fundaron Fikka Casa Ilustración, un espacio destinado a la experimentación de este arte. En Avcnoticias nos adentramos en ese santuario, donde platicamos sobre la falta de apoyos, espacios, pero también todas las posibilidades de expresión y autoconocimiento que tiene la ilustración.

Ilustración un autorretrato

Murayama nos comenta que desde niña estuvo en contacto con la música, los colores y la pintura, sin embargo el amor a la ilustración surgió muchos años después. Tras estudiar artes plásticas en la Universidad Veracruzana, ingresó a estudiar arqueología, por su interés a la restauración de arte, y se topó con un ambiente limitado y escolar:

“Fue como regresar un poco a la prepa, con las bancas, tareas, como que no me ubicaba, no me gustaba, me regañaban por estar dibujando, ahí empecé a dibujar mucho más que cuando había estado en la escuela de arte. Fue cuando empecé a involucrarme de manera seria con la ilustración”.

A partir de ese encuentro, descubrió la gran veta de la ilustración, pero también el trabajo que implica realizar un dibujo. Al respecto nos comenta parte del proceso de creación desde el boceto hasta el resultado final:

“Siempre hago un boceto primero e investigo un poco, por ejemplo busco hilos que me atraigan, en la última serie que hice fueron mujeres que eran hechiceras o ninfas, entonces me puse a investigar de flores, árboles, ramas, hierbas aromáticas, como para irle dando una identidad a cada personaje y a partir de desarrollar al personaje ya empiezo a pasarlo en un papel formal y pintar en acuarela”.

La acuarela es su gran aliado en la ilustración, así como la tinta, los lápices y el collage. Gracias a estos materiales y técnicas ha logrado consolidar un estilo sólido basado en dos líneas, por un lado la representación de personajes femeninos y por el otro patrones y temáticas fantásticas, pero a la vez también es una autoexploración. Sobre su estilo, Murayama lo describe como:

“Yo lo veo un poco como autorretrato, siento que si lo pudiera definir así rápido sería como autorretrato, siempre me han dicho “te pareces un poco a lo que dibujas”, siempre le he dado esos rasgos y creo que eso es algo de autoconocimiento también la característica que tiene mi dibujo”.

“El amor al arte” y la falta de espacios: los desafíos de la ilustración en Veracruz

Uno de los grandes problemas que enfrenta el arte es el tema de la remuneración, como comenta la ilustradora, aún persiste esta idea de que los artistas viven del “amor al arte” y por ello la mayoría de la gente (e incluso algunas instituciones) prefieren pagar con “difusión” o diplomas. Sin embargo, Murayama también nos explica que es labor de los artistas dar el valor que le corresponde a su obra:

“El asunto aquí es que cuando la gente valora su propio trabajo es que se empieza a cobrar ese valor. Uno de los problemas que justo platicaba con algunos de mis colegas, es que a veces el miedo a que no te paguen hace que malbarates tu trabajo, entonces creo que el problema con el que ahora nos encontramos es que hay ilustradores que cobran muy poco (o porque sea mala, sino porque no saben cobrar), entonces eso le da un poco en la torre a otros ilustradores”.

Murayama agrega que “la ilustración y creo que cualquier área de las artes, debe ser remunerado por el simple hecho de que no la haces sólo porque sí, para que una ilustración sea una ilustración debe cumplir una función y esa función no siempre es del autor, también puede ser que alguien más te la pide”.

Por otro lado, otro problema que enfrenta la cultura y el arte en Veracruz es la falta de espacios que permitan a los artistas una cercanía con el público, Murayama apunta sobre este tema:

“Creo que una de las problemáticas es que los espacios culturales todavía no están tomando la ilustración en serio, como sí pasa en otras ciudades. Por ejemplo, en la CDMX ya hay una bienal de ilustración, pero aquí en Veracruz, es como que piensan que una exposición de ilustradores y ya es suficiente… Hay un par de proyectos, pero no creo que estén difundiendo y otorgándole ese valor a la ilustración, porque pasa lo mismo, a cualquier cosa le llaman ilustración”.

“Me recuerda un poco al sindicato de pintores de Diego Rivera (risas), “pintores de brocha, pintores de academia” y no está mal, porque es un mismo oficio y tiene que ver pero para que el mercado funcione bien, todos tenemos que estar en el mismo canal, y creo que para generar cosas como la ilustración hacen falta nuevas fórmulas. De mi parte recomendaría si los mismos foros y espacios no están abriendo las puertas, pues crear nuestros propios espacios”.

La ilustración me ayudó a sanar a otros

Sobre el tema de la pandemia, el confinamiento ayudó a la ilustradora a sentirse privilegiada y afortunada de tener un espacio para producir, sin embargo “creo que parte del proceso del artista, de cualquiera de sus perfiles es la socialización, la comunidad y al separarse sentí un peso muy grande… me lamenté un rato, como creo que todos, pero más bien le di solución”.

A Murayama el confinamiento le dio tiempo para dedicar a su producción comercial de ilustraciones, pero de repente se topó con historias que le rompieron el corazón:

“Creo que también era parte de un proceso que todos necesitábamos, a lo mejor no habían visto a estas personas, quizá la persona del dibujo ya no estaba con ellas, cosas así que sí me pasó, illustré historias así que me partieron el corazón, pero siento que también ayude a las personas a sanar. Me pedían, “puedes dibujar a mi mamá” o “me iba a casar con mi novia pero ya no pude, entonces le quiero regalar una ilustración como si nos hubiéramos casado”. Historias así me ayudaron a aterrizar lo que estaba pasando”.

“Ya ahorita ya me acostumbre, ahora lo que me cuesta trabajo es salir (risas) ya ahora es “no, quiero regresar a mi cueva”. Me gusta pensar que ayudé a otras personas a sanar o hacer catarsis sobre muchas cosas que pasaron durante la pandemia”.

Fikka Casa Ilustración

La casa-taller surge como “una ocurrencia” de Murayama y su amigo Pedro Hace, los cuales se dieron cuenta de que los espacios dedicados a la enseñanza del arte, limitaban el quehacer de los estudiantes:

“Lo fundamos porque la mayoría de los talleres eran académicos. “Es que quiero hacer ilustración”, no aquí no enseñamos aquí. O pintas al óleo, o pintas a lápiz o te queda igualita esta mano o no sabes dibujar, entonces me enfrenté con esta parte de muchos chicos que me decían “es que no sé dibujar”, “dibujo feo”, “se burlan de mí”, entonces tenía que decirles “no, lo que tú haces también está bien”.

Sobre el nombre, que despierta gran curiosidad de las personas cuando la conocen, Murayama explica, que es una palabra que no tiene traducción al español:

“Fikka es una palabra sueca, que una amiga que tuvo la oportunidad de vivir a Suecia, nos decía que le recordábamos mucho a nuestro grupo de amigos. Ella en Suecia escuchaba que sus amigos decían “vamos a hacer un fikka”… Un fikka es como hacer un break, tomarte un cafecito, un panecito y listo, vamos a chismear y trabajar”.

Murayama recuerda que empezaron en un pequeño departamento en Ávila Camacho, en una mesa donde cabían cinco personas, dando talleres a amigos cercanos y alumnos que confiaron en ellos. Ahora, además se dedican a dar cursos libres y de preparación para entrar a la UV y trabajan para dar inicio a su proyecto “Artefacto”, una propuesta de divulgación con otras áreas como la antropología, biología y literatura para compartir los procesos creativos y de producción del conocimiento.

AVC/Tania Rivera

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